Los países del norte y del sur de Europa muestran diferentes formas de repartir la riqueza, siendo los países nórdicos los que menores desigualdades registran. El diferente comportamiento de Islandia y el Estado español evidencian que las políticas de austeridad no contribuyen lo más mínimo al bienestar y a lograr un sociedad más justa.
Coincidiendo con el inicio de la campaña electoral en Vascongadas, Eurostat actualizó algunas series estadísticas sobre desigualdad en la distribución de la renta en la Unión Europea. No todos los países han entregado sus datos, pero el análisis de los datos publicados resulta muy interesante.
Para medir la desigualdad en el reparto del ingreso entre los habitantes de un determinado país se utiliza un indicador que se llama Coeficiente de Gini. Su cálculo es bastante complejo pero lo que interesa saber es que varía desde 0, la distribución más igualitaria posible, hasta 100, la desigualdad máxima. En general, el índice varía unas pocas décimas de un año al siguiente, aunque en estos últimos años de crisis ha dado grandes saltos. De todas formas, en una situación de crisis también puede variar lentamente, a fin de cuentas, si los costes de la crisis se reparten más o menos equitativamente, la distribución de la riqueza de los habitantes del país en cuestión puede variar muy poco.
Todo esto se ve más claramente con los datos aportados por Eurostat. Lo primero que llama la atención es que en los países que han recibido un rescate internacional, el comportamiento ha sido diferente: mientras en Irlanda el coeficiente ha aumentado y por lo tanto las desigualdades se han hecho mayores, en otros países como Grecia y Portugal el coeficiente ha disminuido, lo que se puede interpretar como que el empobrecimiento ha sido generalizado. En el Estado español, con el fin de la burbuja inmobiliaria y durante todo el desarrollo de la posterior crisis, las desigualdades han aumentado de manera acelerada, tanto es así que a día de hoy es el segundo país de la UE con mayores desigualdades, solo superado por Letonia.
Los países nórdicos como ejemplo
En el otro extremo en la escala de las desigualdades se encuentran los países nórdicos con los menores índices y por lo tanto, con una distribución de la renta más igualitaria. En este caso además los países se encuentran en diferentes circunstancias: así Finlandia es miembro de la Zona Euro, Suecia es miembro de la UE pero no del euro y Noruega e Islandia no están en la UE y sin embargo la situación en todos ellos es bastante parecida. Es más, la crisis no ha alterado sustancialmente la distribución de la riqueza entre la población.
De todas formas, llama especialmente la atención el caso de Islandia que tuvo una grave crisis financiera y política. Esta crisis se resolvió por medio de una revolución popular democrática y una de las consecuencias de la misma ha sido precisamente que la desigualdad en la distribución de la renta disminuya. No parece que las políticas de austeridad y la necesidad imperiosa de salvar a los bancos con problemas, como hizo Irlanda primero y ahora está haciendo el Estado español, contribuyan lo más mínimo al bienestar de las personas y mucho menos a lograr una sociedad más justa y una distribución de la riqueza más igualitaria.
El análisis de la distribución de la riqueza se puede completar con el índice S80/S20 que mide cuantas veces es mayor la riqueza del 20% de la población con mayores ingresos con respecto al 20% con menores ingresos. De igual modo, mide la distancia que hay entre las personas con mayores y con menores ingresos dentro de un país.
La dinámica es la misma que para el Coeficiente Gini, aunque merece la pena hacer un par de consideraciones. La primera es que la distancia entre las personas con mayores y menores ingresos ha aumentado para el conjunto de la Eurozona, lo que quiere decir que están aumentando las desigualdades en la Zona Euro como consecuencia de las políticas fiscales y monetarias que se están aplicando. Por otro lado, este índice corrobora que la distancia se acorta en los países que han recibido ayudas y por lo tanto se trata de un empobrecimiento generalizado que afecta a prácticamente toda la población.
En el caso de Irlanda y del Estado español, ambos enfrascados en la tarea de salvar a sus bancos, y a diferencia de Grecia y Portugal, la distancia ha aumentado en este periodo, siendo además el Estado español líder del ranking al haber superado incluso a Letonia. En el otro extremo están los países nórdicos, en los que las distancias entre el 20% con mayores y menores ingresos es la más pequeña de toda Europa. Islandia, con una crisis similar a la de Letonia pero que optó por la variante popular y democrática para superar la misma, ha conseguido también reducir la distancia entre las personas con mayores y menores ingresos.
Todo esto nos lleva a concluir que las desigualdades sociales son menores en aquellos países con un estado activo en el reparto de la riqueza. En aquellos en los que la situación económica es muy delicada, la igualdad se produce precisamente por el empobrecimiento generalizado de la población provocado por las políticas de ajuste que eufemísticamente se conocen con el nombre de «consolidación fiscal». Pomposo nombre para encubrir el reparto de la miseria.
Un estado activo en el reparto de la riqueza lo es tanto por la vertiente del ingreso como por la vertiente del gasto. Esto significa que esos estados tienen un sistema fiscal progresista, basado en que aporte más aquel que más tiene. Por medio de un sistema fiscal de este tipo, aquellas personas con mayores recursos aportan más a la caja común, y al mismo tiempo, el Estado consigue recursos suficientes para poner en práctica políticas de inversión en las personas, es decir, en sanidad, en enseñanza, en pensiones, en servicios sociales, etc. Estas políticas, además de mejorar el bienestar de los habitantes, crean puestos de trabajo que permiten ahorrar en prestaciones a la vez que producen nuevos ingresos fiscales.
Y son precisamente los estados que tienen una cultura democrática fuerte y arraigada los que cuentan con un estado activo en el reparto de la riqueza y en consecuencia los que tienen menores desigualdades sociales. El ejemplo de Islandia vuelve a ser una vez más la confirmación de que las desigualdades sociales y la democracia no son compatibles.
Fuente: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20121029/369688/es/Norte-sur-Europa-dos-caras-riqueza