Por supuesto que no soy yo quien lo ha dicho. Son las palabras de Claude Askolovich , un amigo neumólogo. Pero, no es el primero que lo dice : en Francia antes fue un periodista (de France Inter y Arte TV) quien de repente, sin avisar, ha tratado de imbéciles a nuestros gobernantes
Todos recordamos a Agnès Buzyn, la ex Ministra de Sanidad, que declaró a finales de enero que el virus permanecerá en Wuhan y que no hay ninguna posibilidad de que llegue a Europa. Tampoco olvidamos al Ministro Blanquer que el pasado 12 de Marzo afirmó que no hay razones para cerrar las escuelas y esa misma noche se anuncia el cierre general (yo como, Claude Askolovitch, tengo en la clase de mi hija a siete casos positivos)
En la misma galería de imbéciles habría que colocar a Macron que el 11 de Marzo escribió este tweet : «No renunciaremos a nada, especialmente a reír, cantar, pensar, amar, no dejemos las terrazas, ni las salas de conciertos, ni las fiestas nocturnas, Digamos si a la libertad». Al día siguiente el mismísimo Macron ordenó cerrar las escuelas. Y por pudor pidió al Primer Ministro que anunciara el encierro general, mortificando a la población que le había hecho caso durante semanas.
Cuando se mira hacia atrás uno ve un cuadro de declaraciones incongruentes y a una mayoría de la población con cara de sorpresa. Y como la hipótesis de la sorpresa está claramente excluida por los hechos , lo único que queda es mierda… que no es ninguna sorpresa.
Pero, el cuadro no estaría completo sin no añadimos la elocuente intervención de Martin Hirsch, director France 2 que el sábado por la noche dijo : » Suplico a todos los franceses respeten las medidas anunciadas».
La elite política ha pasado sin transición de la indiferencia a la súplica. (La Súplica es el título de un libro de Svetlana Alexievitch, sobre el desastre de Chernóbil)
Esta elite se ha reído mucho de los soviéticos, por Chernóbil y del socialismo real, pero, el capitalismo debería tener mucho cuidado de hacerse los listillos.
En Chernóbil habían “limpiadores». Le dieron ese nombre en occidente a los sacrificados que trabajaron paleando los escombros vitrificados por radiactividad.
En Francia ahora no existen mascarillas y más de un jefe ha ordenado al personal sanitario que “las mascarillas de tela deben hacerse en casa».
Se han reído mucho de los soviéticos, Chernóbil y del socialismo real, pero han olvidado la catástrofe de la Isla de las Tres Millas en EE.UU y de Fukushima en Japón ; el capitalismo deberían tener mucho cuidado de hacerse los listillos.
Ahora en pleno 2020 en los hospitales hay escasez de gel , mascarillas y de todo tipo de implementos para tratar a los pacientes
Y probablemente no hemos visto nada todavía: ¿Qué sucederá dentro de unas semanas cuando el personal sanitario este contaminado y comience a caer como moscas? Que pasará cuando toda la estructura de salud empiece a derrumbarse porque los sanitarios se convertirán en pacientes?
Mientras tanto los gerentes de empresa que administran los hospitales han dado cero instrucciones. Hay gerentes cero y hay periodistas epsilon, esos que dicen “imbéciles» demasiado tarde.
Muchos han estado gritando «imbéciles» durante mucho tiempo. Pero, los gerentes y los periodistas ante estas protestas exclamaban ¡ Todo es radicalismo! ¡Todo esa violencia! La democracia es debate pacífico, lejos de los extremos. Para France Inter, Arte TV, Le Monde y Libération, la violencia la producía una chusma obstinada y unos locos de «ultraizquierda». Y ahora , la gente responde: «sois unos gilipollas».
El problema de los grandes desastres – financieros, nucleares, sanitarios – es que es mejor haberlos visto venir desde lejos. Es decir, haberse arriesgado a gritar «imbéciles» cuando todo iba bien, o más bien cuando todo parecía ir bien.
Pero el desastre crece en las sombras. Es el rearme permanente de las finanzas, y por lo tanto de las crisis financieras, ¡Imbéciles!. Es la destrucción de la escuela, la universidad y la investigación, ¡Imbéciles! Es la demolición del hospital público, ¡Imbéciles !
Claro que podemos jugar a la «inmunidad de grupo» como con la gripe estacional. Pero no podemos hacerlo con una plaga, ¡Imbéciles!
Está «fuera de toda categoría conocida » es la respuesta rápida de los gobiernos. Entonces comprobamos que en “el frente de los imbéciles” la competencia por distorsionar es feroz.
En el Reino Unido, están descubriendo la ligera “confusión” de su estrategia basada en la creación de «inmunidad de grupo». Una estrategia deliberada para que más de un 50 por ciento de la población se infectara y “formara anticuerpos”. Dijeron que era con “miras a la próxima vez». ¡Que increíblemente imbéciles habéis sido !
La estrategia de la «propagación regulada», en lugar de la “contención estricta”, terminará con cientos de miles de muertes. 250.000 en el caso británico, según un informe del Imperial College.
En este caso la filosofía consecuencialista es una pesada mano, detrás hay un “generoso espíritu de sacrificio” para los demás, nunca para los poderosos… como siempre.
El órgano de conspiración de la ultraizquierda “Le Fígaro”, (ultraconservador en realidad) nos dijo que la primera respuesta del gobierno francés estuvo fuertemente imbuida, por la estrategia británica: «ciertamente habrá unas cuantas muertes, pero es una estrategia para salvar el futuro de la comunidad».
Pero, luego llegó el momento en que en París y en Londres, se dan cuenta que «unos pocos muertos» es una montaña de muertos. De ahí el cambio brutal. De la poesía escolar de Macron al confinamiento armado.
Es comprensible, que en tales condiciones de fragilidad moral el gobierno necesite llamar a la «guerra» y a la «unidad nacional». Es que ahora permitir la más mínima protesta amenaza con convertirse en una conflagración.
La temblorosa petición de solidaridad de Macron es de hecho una exigencia imperativa. No implica solidaridad de ningún tipo. Pide solidaridad para él y su gobierno . No con los demás. En estas condiciones, nadie nos quita al derecho a decir ¡Imbéciles!
Pero el derecho a decir, y a ser escuchado, está muy mal distribuido. Lo que dice la gente no importa. Tuvo que decir «imbéciles» France Inter para que «imbéciles» pueda ser dicho por la gente.
Está claro que lo de France Inter es una metonimia. La metonimia del monopolio periodístico épsilon. Ahora la hilaridad está garantizada por los inconsecuentes : en la primera vuelta de las elecciones municipales, vimos a Philippe Poutou votando en Burdeos y casi nos caemos de espaldas. Es el mismo Poutou que representa un partido cuyo lema es «Nuestras vidas valen más que sus beneficios».
Pero claro, Claude Askolovitch no es France Inter. Lo será cuando diga «imbéciles» ante los micrófonos, en lugar de hacerlo en su cuenta personal de Twitter.
En Liberation nos sacudieron con un sarcasmo, ahora escriben : “deberíamos argumentar contra la reforma de las pensiones ante la caída del mercado de valores”… Y Le Monde subraya “no se debe cuestionar el sistema, en la situación actual equivale a eructar en una gran velada».
Sin embargo, lo característico de las grandes crisis es que las opiniones también cambian rápidamente. Por ejemplo, a pocos días de distancia, uno se deleita con Abel Mestre . Este potentado ha dejado entrever que ahora está leyendo los artículos de su propio periódico…y nos muestra su sorpresa por las proyecciones de la mortalidad y la situación de los hospitales.
El orden social neoliberal , en una ataque de verborrea está calificando de «héroes» al personal sanitario pero es otra hipocresía más. Son héroes a los cuales se le ofrece sólo los aplausos por la televisión, porque los gerentes de los hospitales se niegan a que la infección por coronavirus sea reconocida como una enfermedad profesional.
Por boca de Martin Hirsch, se llama «traidores» a los médicos y enfermeros que denuncian la agonía material del sistema hospitalario (presidido por él) Pero ¡qué diablos! Martin Hirsch – decididamente es la síntesis andante del régimen.
Hirsch ha tratado de explicar que hay reanimaciones que … duran mucho tiempo y que al final terminan bastante mal, ¿ tal vez deberíamos desconectar antes para liberar la cama rápidamente? Textualmente ha declarado: «Cuando la reanimación se prolonga durante ocho días, los médicos deben tomar una decisión racional (sic). No deben iniciar otra reanimación cuya conclusión ya se conoce».
Juzgar «una reanimación cuya conclusión ya se conoce» es, como dice Ali Badiou, una «terrible responsabilidad».
A lo que Hirsch responde «la terrible responsabilidad es hacer todo lo posible, es estar híper-organizado, es convencer a todo el mundo que es necesario movilizarse a fondo, es permanecer unidos” Digamos, la verdad: la propuesta de cambiar, de rehacer todo atemoriza tanto a Abel Mestre como a Martín Hirsch.
La peculiaridad de todos los propagandistas del orden actual es que su preocupación llega tarde, si es que llega. Uno nunca sabe realmente cuán lejos llegan los poderes dominantes para arrebatar al pueblo el cambio, el comienzo de un cuestionamiento global.
Pero en realidad no importa: las «preguntas globales» llegan con el paso del tiempo. Hasta ahora, las muertes del capitalismo neoliberal, con el amianto, los escándalos farmacéuticos, los accidentes industriales, los suicidios en France Telecom, etc., eran demasiado lejanos para que la conciencia común las asumiera como consecuencia de un sistema criminal.
Pero la mierda del gato ya no se puede esconder. Los médicos han estado diciendo durante meses que el sistema hospitalario está colapsado, y la población los ha estado escuchando.
Justo cuando el público está empezando a entender de quién es la «terrible responsabilidad» se nos avecina el momento de “la responsabilidad política”. Y ese momento probablemente también será «terrible».
En realidad, una pandemia del tamaño de la actual es una prueba fatal de toda la lógica del neoliberalismo. Pone fin a lo que el capitalismo exige para mantenerse en constante movimiento.
Sobre todo, nos recuerda el hecho que una sociedad es una entidad colectiva y no puede funcionar sin construcciones colectivas – normalmente llamadas servicios públicos.
La destrucción de un servicio público, perseguido implacablemente por todos los liberales que han estado en el poder durante treinta años, ha llegado a un grado de desprestigio sin precedentes con la camarilla de Macron-Buzyn-Blanquer-Pénicaud y a todos sus miserables gerentes.
El asesinato institucional de los servicios de salud pública – es el momento donde la palabra brutalidad adquiere todo su cruel significado. En diciembre de 2019, una pancarta de los trabajadores hospitalarios decía: «El Estado cuenta los centavos, nosotros vamos a tener que contar los muertos». Ahora estamos en ese macabro conteo.
Por el momento decimos «imbéciles», pero no nos equivoquemos: puede que esta palabra sea muy indulgente. Quién sabe si pronto diremos algo más.