Finalmente concluyó el 2018 sin que la izquierda y el movimiento popular pudieran concretar su base de recuperación, que se alzara como una luz en mayo del 2017, cuando Flor de María González asumiera la conducción del PC. Su deceso, ocurrido en noviembre pasado, a solo 18 meses de su elección, dejó un inmenso vacío […]
Finalmente concluyó el 2018 sin que la izquierda y el movimiento popular pudieran concretar su base de recuperación, que se alzara como una luz en mayo del 2017, cuando Flor de María González asumiera la conducción del PC. Su deceso, ocurrido en noviembre pasado, a solo 18 meses de su elección, dejó un inmenso vacío que difícilmente será llenado en poco tiempo. Por ahora, lo que cabe es levantar muy en alto sus banderas, esas que partieron desde su corazón, en dirección al infinito.
Los acontecimientos que asoman en el año que se inicia, estarán por cierto signados por dos acontecimientos de la historia: el centenario de la conquista de la Jornada de 8 horas, en enero de 1919; y el 60 aniversario de la Revolución Cubana, gesta de innegable trascendencia universal que incidió decisivamente en el destino de los pueblos de nuestro continente.
El primero de estos fenómenos fue la expresión de la aguerrida lucha obrera contra la política opresora de la clase dominante. Y fue posible en buena medida gracias a que el anarquismo fue desplazado de la conciencia de los trabajadores por los principios básicos del sindicalismo de clase, derivados de las enseñanzas de José Carlos Mariátegui. La victoria de Cuba, en 1959 fue un episodio excepcional que dejó invalorables experiencias y lecciones a nuestros pueblos, y que se proyecta en el plano mundial como un estandarte de combate para millones de personas en todos los países.
El 2019, deberá confirmar duda los avances logrados por nuestro país en la lucha contra la corrupción. El Perú está llamado a recuperar su dignidad, envilecida por las décadas de corrupción y violencia en las que lo dejara postrado la dictadura fujimorista y los regímenes neo liberales que le sucedieron. Y es que es claro que el «modelo» económico impuesto al país a partir de 1977, pero sobre todo desde 1990, quebró la economía nacional pese a todos los «cantos de victoria» de los economistas al servicio del Imperio.
El aparato productivo nacional luce destruido; el sector estatal de la economía, no funciona; la «libre empresa» y el «libre mercado» imponen reglas brutales que agigantan las brechas sociales; y el atraso, sobre todo en las zonas rurales, incrementa los índices de pobreza. Hoy, el Perú ha perdido el carácter de país industrializado, y ha retornado a su antigua condición de productor de materias primas en provecho de las grandes corporaciones. El «extractivismo» se ha convertido en práctica dominante, pese a que las empresas mineras que lo exigen deterioran el medio ambiente y aniquilan la bio diversidad.
En este marco general, la lucha contra el Neo Liberalismo se perfila como la principal batalla que deberá encarar nuestro pueblo a lo largo del año que se inicia. Como parte de ella, se plantea la imperiosa necesidad de forjar una nueva Carta Magna, que supla a la irrita «Constitución» aprobada en 1993, entre gallos y medianoche.
Para lograr tal propósito, urge ganar la conciencia de las grandes masas y la opinión ciudadana, aun afectada por la ofensiva ideo-política de la «Prensa Grande», instrumento servil del Imperio y el Gran Capital. Eso será posible, articulando un debate en torno a lo que buscamos -las fuerzas progresistas- como el futuro del Perú inmediato: Una economía plural con un sector privado, otro social y un tercero estatal localizado en los sectores estratégicos de la vida nacional. Un país capaz de recuperar sus riquezas básicas, integrado y pluri cultural que incluya a todos los sectores y segmentos de la vida nacional. Una democracia verdadera y participativa, que asegure los derechos ciudadanos al control y a la fiscalización de los resortes del Poder. Una economía al servicio de los más necesitados y empresas nacionales que garanticen los recursos que la realidad impone. Un parlamento auténtico que represente la voluntad de los peruanos y Poderes del Estado que no enajenen la representación nacional. Un respeto escrupuloso a los derechos laborales de los trabajadores, campesinos y mujeres y una atención preferencial a la infancia. Una política exterior independiente y soberana que respete los principios de la No Intervención y la Libre Determinación de los Pueblos y practique la solidaridad activa con los países hermanos.
Sólo en la medida que logremos ganar para ese concierto a las mayorías nacionales, será provechoso convocar una Asamblea Constituyente que garantice una Carta Fundamental presta a asegurar tales lineamientos. Con los procedimientos electorales hoy vigentes, la posibilidades que eso ocurra, son simplemente mínimas.
El tema de los derechos laborales de los trabajadores requiere particular atención. Es claro que la preocupación principal de los empresarios liderados por la CONFIEP será siempre parapetarse en el Estado para obligar al gobierno a defender sus privilegios. Esto, en el caso concreto, funciona a partir de una realidad especifica: el más conocido representante de la CONFIEP y próspero empresario minero -Roque Benavides- es, al mismo tiempo, caracterizado dirigente aprista, Accionará, entonces las presiones sobre el gobierno de Vizcarra, en función de los intereses partidistas del colectivo de Alan Garcia y la Mafia ligada a Keiko Fujimori que encarnan. El «argumento» de los Patronos es, como se sabe, el «alto costo» de sus planillas laborales.. Demandan, entonces, medidas que les «aligeren» sus compromisos económicos y sociales porque quisieran maximizar la ley de la ganancia: invertir lo menos posible y obtener los réditos mayores por sus inversiones. Alientan así la sobre explotación humana y buscan, parata efecto, contraponer en la mayor medida posible, a los trabajadores y el gobierno.
Y es claro que, en tal propósito, cuentan con la complicidad del Ministerio de Economía, cuyo titular de portafolio, responde a los intereses del FMI y el Banco Mundial; y con la complicidad del Banco Central de Reserva, cuyos principales funcionarios -Velarde, Rey y Chlimper-provienen de la misma matriz. Ello explica que busquen obsesivamente «aligerar» el monto de las planillas, «aliviar» los costos empresariales, disminuir los ingresos de los trabajadores, abaratar su despido, acortar sus vacaciones y afectar cada uno de sus derechos conquistados en largas y dolorosas batallas de clase.
El otro tema al que será indispensable hacerle frente está ligado al escenario exterior. La política imperial, no da puntada sin nudo. Otorga presuntas «·facilidades» a cambio de tareas concretas vinculadas a los grandes intereses norteamericanos. Y hoy Estados Unidos busca empeñosamente «traer» la guerra del Medio Oriente a nuestro continente. Buscan agredir a Venezuela e invadir Nicaragua, para derribar a gobiernos «desafectos» de la política de Trump.
Esto obliga a los pueblos de nuestro continente a tensar fuerzas al máximo en defensa del Proceso Liberador Latinoamericano. La Cuba Socialista, la Venezuela Bolivariana, la Nicaragua Sandinista; son Estados Soberanos en los que nada tiene que hacer la bota yanqui. Si Estados Unidos se retira hoy de Siria y de Afganistan; no es porque haya «fracasado» en sus guerra allí, ni porque se haya persuadido de la necesidad de «salir» de esa región. Lo hace porque quiere trasladar el escenario de esa guerra, a nuestro continente. Hay que estar alertas, entonces y alzarla voz y el accionar solidario de modo permanente y constante. Como decía Mariátegui, el Internacionalismo, no es una palabra. Es un comportamiento sostenido, que nos hermana.
¿Podemos actuar hacia adelante? Sin duda, si. Contamos con un núcleo parlamentario que ha acumulado fuerza; con tres gobiernos regionales -Puno, Junín y Moquegua- que deberán dar muestra de eficiencia y honradez; con miles de dirigentes sindicales y populares; con centenares de colectivos y organizaciones; y con una caudal de experiencias que no se pueden subestimar. Con ellos, hay que unir al pueblo, organizar a las masas, elevar la conciencia política de la población y promover y alentar las luchas.
Tenemos, entonces, retos; pero también, posibilidades.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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