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Una visión desde Lima

Obama en La Habana

Fuentes: Rebelión

Cuando el pasado domingo por la tarde el inmenso pájaro de acero que transportaba al Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica se posó en suelo cubano, comenzó no sólo una nueva etapa en las relaciones entre los dos países involucrados en la visita, sino también en los vínculos entre a Casa Blanca y el […]

Cuando el pasado domingo por la tarde el inmenso pájaro de acero que transportaba al Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica se posó en suelo cubano, comenzó no sólo una nueva etapa en las relaciones entre los dos países involucrados en la visita, sino también en los vínculos entre a Casa Blanca y el hemisferio americano.

Hubo quienes compararon el hecho al derrumbe del Muro de Berlín, y lo asociaron al fin de «la guerra fría» en nuestro continente, señalando que tiempos distintos habrían de ocurrir en la perspectiva de todos.

Los sucesos posteriores, incluidas las conversaciones oficiales, las ceremonias ante el Memorial de Martí, los recorridos por la ciudad, la visita al Palacio de la Revolución, la singular rueda de prensa ofrecida por los dos mandatarios al mediodía del lunes, la exposición del mandatario USA en el Gran Teatro Nacional «Alicia Alonso» de la Habana, la reunión con «lo 13» -«disidentes» cubanos- y hasta el juego de Beisbol en la Ciudad Deportiva; confirmaron por cierto que la Casa Blanca tiene hoy conciencia plena de lo estúpida e inoperativa que fue su política en los últimos 50 años ante Cuba.

No obstante, no se atreve a cuestionar sus temas de fondo.»Embargo», le sigue llamando al Bloqueo. Y dice que este fue «inútil», pero no ilegal.

Tampoco, por cierto, reconoce su esencia criminal, ni los incalculables daños que produjo a Cuba y a la vida de los cubanos. Y muestra la inconsistencia de sus promesas referidas al «respeto» a Cuba, cuando ante Berta Soler y los suyos, ratifica la voluntad de aportar 30 millones de dólares en provecho de las actividades sediciosas que ellos impulsan para que «continúen su lucha».

Y cuando acude simplemente al silencio para eludir una definición ante el tema de Guantánamo, una «papa caliente», y al que no se atreve a encarar de una manera integral, es decir a partir de uso de ese suelo -geográficamente cubano e ilegalmente detentado por los Estados Unidos- como Base Militar y como Centro Clandestino de Reclusión denunciado como tal ante la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas y condenado por el mundo..

Por eso su rectificación es frágil, y es precaria. No alude a la esencia, sino a la forma del accionar yanqui; y lo atribuye a un efecto «derivado de la guerra fría». Podría decir también «algo consustancial a una pugna entre dos países en conflicto».

En la historia humana no ha conocido jamás de una experiencia similar. Ni los griegos, cuando sitiaron Troya se atrevieron a tanto.

Lo hicieron durante nueve años. Tener a un país bloqueado más de 50 años privándolo de alimentos, medicinas y otros, constituye un abominable crimen de guerra incompatible con la naturaleza humana.

Obama debió en su discurso del martes pedir disculpas en nombre de su pueblo y su gobierno por los horrores consumados contra Cuba en todo este periodo. Incluso debió haber ido más allá: reconocer que cien años antes de la Revolución Cubana era consustancial al ideario yanqui la tesis que Cuba «pertenecía» a los Estados Unidos hasta en razón de «su ubicación geográfica».

Así lo sostuvo el Senador por Kentucky John Crittenden en 1859 asegurando que «Cuba nos pertenece geográficamente y debe venir a nosotros, debe ser nuestra antes de mucho tiempo». Pero esta no era la expresión privativa de un parlamentario yanqui. Era el común denominador en el País del Norte entusiasmado por las guerra de conquista.

Nadie puede negar que el discurso del Presidente Norteamericano en el Teatro Alicia Alonso, fue una demostración de brillantez oratoria. Y tuvo también pasajes emotivos, como cuando admitió el esfuerzo de miles de médicos cubanos que trabajan en el mundo por la salvación de millones, o cuando reconoció que «sólo el mismo pueblo de Cuba tiene derecho a decidir su propio destino».

Pero la brillantez no basta cuando se aspira a reconstruir una relación resquebrajada. Se requiere, adicionalmente, recordar que la crisis de ruptura se inició cuando Estados Unidos se negó a admitir desde un inicio el acoso de su vecino y negar el derecho de Cuba a transitar su propio camino al desarrollo. Y que, para obstruir ese vigoroso y heroico empeño, se valió de las amas más horrendas y repudiables.

Obama bien pudo haber admitido el valor de los 5 héroes que el Imperio mantuvo ilegalmente en la prisión hasta diciembre del 2014. Y en contrapartida, reconocer el abominable hecho de cobijar en territorio norteamericano a Luis Posada Carriles, el siniestro terrorista que -el servicio de la CIA y en conexión directa con ella- derribó el vuelo de Cubana de Aviación en octubre de 1976 en las aguas de Barbados y consumó muchos otros crímenes gozando hasta hoy de la mas amplia y vergonzosa impunidad.

Como si se tratara de una simple terapia de sanación, Obama pidió a Cuba «olvidar el pasado», como si cuba pudiera olvidar a las víctimas inocentes de esta tragedia; como si pudiera recoger la sangre de sus caídos en la explosión del Maine, o Girón, en los campos y ciudades, por efecto de la ola terrorista desatada contra su país desde hace más de 50 años.

Es un buen recurso evocar al autor de «La Edad de Oro» , cuando habla de la amistad, o de su amor a la libertad; pero es tramposo cuando se le cita para promover una «reconciliación» exenta de verdad y de justicia. Y es mejor recordar a Martí: «si es noble decir la verdad, más noble es decirla toda».

Y los pueblos son los que conocen toda la verdad cuando la han vivido, o cuando la estudian. Y en Cuba hay millones que la han vivido y también millones que la estudian para no olvidarla jamás.

En América Latina el Imperio ha cometido muchas iniquidades. Y ha cobijado a fuerza oscurantistas que han denigrado y envilecido a buena parte de la población. Por eso han tenido vida -y Poder- cogollos rastreros que han usufructuado la riqueza de las naciones.

Eso, que ocurrió en Cuba en el pasado, sigue ocurriendo en muchos de los países de la región.

Lo podrá comprobar el mismo Obama cuando el gigantesco pájaro de acero que lo transporta y que salió de Cuba la tarde de hoy, se pose en suelo argentino y encuentre allí una nación dividida. Un gobierno como el de Macri, genuflexo y servil; y un pueblo de lucha con sus mujeres y sus jóvenes en la primera línea de combate.

Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.