Tienen una relación de liderazgos y victorias políticas complejas, contradictorias y peligrosas. Ambos surgen a la palestra nacional, bajo un contexto de convulsión social de masas, enfrentándose a la dictadura fujimorista. El primero desde una rebelión militar soft en Locumba, Tacna. Y el segundo, canalizando las demandas populares de la Marcha de los 4 Suyos. […]
Tienen una relación de liderazgos y victorias políticas complejas, contradictorias y peligrosas. Ambos surgen a la palestra nacional, bajo un contexto de convulsión social de masas, enfrentándose a la dictadura fujimorista. El primero desde una rebelión militar soft en Locumba, Tacna. Y el segundo, canalizando las demandas populares de la Marcha de los 4 Suyos.
De alguna forma la asonada militar nacionalista terminó socavando al régimen dictatorial y aupando al poder a Toledo en el 2001, para que luego éste, según wikileaks, vaya a tocarle la puerta a la embajada norteamericana para impedir el ascenso de Ollanta en las elecciones pasadas. No obstante, al salir Toledo de la contienda electoral (debido a sus errores y PPK), el cholo de Harvard no tuvo más remedio que apoyar a Ollanta para ganar el ballotage del 5 de junio del 2011 frente al fujimorismo.
Ambos se basaron en los movimientos sociales contestatarios que reclamaban un cambio del modelo neoliberal para ganar elecciones y luego terminar conciliando con el mismo (aunque Ollanta utiliza el crecimiento para redistribuirlo a los pobres a través de programas sociales).
Y desde que comenzó el gobierno de Ollanta, la bancada toledista (21 de 130 escaños) ha sido clave tanto para la aprobación de leyes oficialistas como para revertir el aislamiento político del presidente. Y es que Ollanta y Toledo acordaron una alianza política con algunos ministros y técnicos toledistas para afirmar la gobernabilidad democrática.
Sin embargo, el descubrimiento escandaloso de que el financiamiento de la millonaria compra de casas de la suegra de Toledo fue costeado a través de empresas fantasmas como Ecoteva (constituida en Costa Rica), amenaza no solo con resquebrajar la alianza de co-gobierno sino de ruptura de la bancada toledista y de generar una crisis del régimen político en su conjunto.
Es por esta razón que la lideresa del Partido Popular Cristiano (PPC), Lourdes Flores, ha declarado que, «…En medio de eso, vendrá la fórmula ‘váyanse todos’, y con eso viene el caos. Eso lo vivimos en los 90. Quienes tenemos algo de experiencia, sabemos que esa década vivimos una situación en la que se tomaba control de las instituciones, se desprestigiaba a todo el mundo, y la población hasta ahora no se recupera de su falta de fe en la política…», (Peru21, 23-05-13). En otras palabras, está pidiendo borrón y cuenta nueva en nombre de la democracia neoliberal.
Frente a esta cuestión Ollanta declaró que, «… no pueden haber instancias paralelas de investigación, ya que el tema se podría politizar…», (Peru21, 12-06-13).
La política es una cuestión relativa. Más aun en sociedades tan polarizadas entre ricos y pobres como el Perú. Y eso es lo que estamos viendo ahora con el derrumbe, del que según el politólogo de Harvard, Steven Levitsky, era el mejor candidato del centro político (o voto paniaguista), para las elecciones del 2016.
Y en efecto, si Toledo no se allana a las investigaciones del Congreso de la República, y en Costa Rica o Perú, se logra descubrir algún delito penal, puede no solo perder políticamente (según una encuesta reciente el 65% de la población pide que se retire de la política), sino que hasta puede terminar en la cárcel.
Y si Ollanta no deslinda de Toledo claramente, pues, puede terminar perdiendo los puntos de popularidad que gano rechazando el indulto a Fujimori.
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