Días atrás fue difundida una noticia que a algunos resultó sorprendente y/o casi increíble, cuyo contenido es otro ejemplo de cómo la opulencia de unos pocos va de la mano con la miseria de millones en el planeta; resulta que Panamá, considerada por diversos personajes como la Dubai o la Taiwán de América Latina, tiene […]
Días atrás fue difundida una noticia que a algunos resultó sorprendente y/o casi increíble, cuyo contenido es otro ejemplo de cómo la opulencia de unos pocos va de la mano con la miseria de millones en el planeta; resulta que Panamá, considerada por diversos personajes como la Dubai o la Taiwán de América Latina, tiene a buena parte de su población viviendo en pobreza y/o en miseria, sin acceso a servicios públicos y sanitarios decentes. De manera que desde el punto de vista social, de poco o nada ha servido que el país en cuestión haya tenido un crecimiento económico elevado y sostenido, que sea un importante centro de comercio y de finanzas a nivel mundial, y que ostente impresionantes rascacielos y otras megaconstrucciones (auge del sector inmobiliario). Todo un paraíso para quienes desean enriquecerse de cualquier forma, incluso mediante actividades ilícitas como el narcotráfico (paraíso fiscal), y un infierno para los pobres que día a día luchan por unas migajas.
A continuación transcribimos parte de la noticia mencionada al inicio, en la que algunos testimonios dan cuenta de la desigualdad socioeconómica derivada del capitalismo panameño e internacional:
«Jaime llega todos los días desde hace 25 años al puesto donde vende revistas, caramelos y muestras de perfume para llevar el sustento a su familia en un barrio pobre de Ciudad de Panamá, la capital de los rascacielos más altos de Latinoamérica.
«En Panamá hay riqueza, lo que pasa es que está mal compartida. Los más ricos se quieren quedar con todo y no darle nada al pobre, y los políticos sólo piensan en su progreso», asegura Jaime a la AFP
El gobierno asegura que hay pleno empleo y que programas sociales permitieron bajar en cinco años la pobreza del 33% al 26% de los 3,5 millones de habitantes. Pero más de un tercio del trabajo es informal, miles no tienen agua potable ni vivienda digna o no acceden a servicios de salud, educación o transporte.
«Es verdad que Martinelli ha hecho muchas obras, pero nadie come eso. Si nos quiere ayudar, que baje mejor el costo de la comida y suba el salario», opina Roberto Bowen, un guardia de seguridad del humilde barrio El Chorrillo.
«Estas obras a mí no me sirven para nada, falta más para que el pueblo esté satisfecho. La gente que a mí me ayuda es ésta, porque a la de plata no le interesamos nosotros», dice Luis Valdés, señalando a los autos que aborda gritando «mi amigo», para lavar el parabrisas por un puñado de monedas.
Pese a tener los ingresos de una vía interoceánica por donde pasa el 5% del comercio marítimo mundial, Panamá es, según Cepal, el sexto país más desigual de América Latina.
«Hay un problema serio de distribución de riqueza y acceso a infraestructuras básicas. Mucha gente está en la dura (situación difícil) como para decir que estamos en el ‘Dubai de las Américas’. El crecimiento económico ha beneficiado a una élite. Los millonarios son más millonarios, pero a costa del sufrimiento de los de abajo», comentó a AFP el analista Jaime Porcell. («Panamá, un «Dubai de las Américas»… con pobreza, https://es-us.noticias.yahoo.com/panam%C3%A1-dubai-am%C3%A9ricas-pobreza-192124139.html).
En el caso de Panamá se aprecia claramente que el capitalismo es un sistema económico-cosmovisión intensamente excluyente, y es una muestra de cómo la élite económica a escala planetaria busca que los Estados intervengan cada vez menos en sus asuntos, y de esta manera forjar y consolidar un Nuevo Orden Mundial basado en la libertad plena para las Corporaciones. Lo que pasa en Panamá es un indicio evidente de que la corporocracia (neoliberalismo) no está ni remotamente en peligro de muerte, como advierten algunos analistas, y es una señal terrible de lo que espera a la humanidad de no haber una reacción popular masiva en todos los rincones de la Tierra.
En sus manos, los individuos pensantes, críticos, conscientes y solidarios tienen la responsabilidad de dar forma a una concepción de vida que dignifique al hombre y contribuya a preservar el equilibrio y la armonía socioambiental en el orbe. Por cierto, ¿qué dirá de la situación social panameña el cantautor y actor Rubén Blades, quien asegura ser un patriota? Posiblemente no le importe, considerando que hoy día no es más que un arrastrado ante Estados Unidos y los intereses capitalistas globales (¿o siempre lo fue?).
Quizá Blades señale de forma simplista y evasiva, que los pobres de Panamá no salen de su condición porque no quieren, o porque no son más que unos envidiosos, o porque no trabajan duro como los ricos, o cualquier otra estupidez con la que los procapitalistas intentan justificar todo el daño que el capitalismo ha ocasionado en el mundo. En resumen, podemos indicar que efectivamente Panamá es un paraíso, pero sólo para unos cuantos sujetos codiciosos, astutos, maliciosos, explotadores, oportunistas y ladrones con licencia. El resto vive el infierno cotidiano, librando duras batallas contra el hambre, la injusticia, la desigualdad y la desesperanza, y soñando con un futuro en que al menos se le respete un poco.
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