Más parejas que lo previsible resultaron las elecciones generales realizadas este domingo en Alemania. Los socialdemócratas ganaron por estrecho margen y dijeron tener un mandato claro para liderar el Ejecutivo por primera vez desde 2005 y poner fin a 16 años de gobiernos encabezados por los conservadores bajo el mando de Angela Merkel.
De acuerdo a las primeras proyecciones, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD, por sus siglas en alemán) fue la fuerza más votada, con 25,8% de los votos; la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y sus socios de Baviera, la Unión Social Cristiana (CSU), quedaron segundos, con 24,1% de las adhesiones, en el peor resultado en su historia (jamás había estado por debajo de 30 por ciento).
Terceros se ubicaron Los Verdes, con 14,6%; los liberales del Partido Democrático Libre recogieron 11,6% de los apoyos; los ultraderechistas de Alternativa para Alemania (AfD), 10,5%; la izquierda con Die Linke cosechó 4.9 por ciento. La participación fue de 77 por ciento, de los 60.4 millones convocados a votar, cifra similar a los comicios de 2017.
Con ninguno de los bloques principales alcanzando mayoría, y ambos reacios a repetir la incómoda gran coalición de los últimos cuatro años, el resultado más probable es una alianza a tres bandas liderada por los socialdemócratas o los conservadores de Merkel. Acordar una nueva coalición podría llevar meses y seguramente involucrará a los Verdes y al Partido Democrático Libre (FDP).
Scholz, de 63 años, se convertiría en el cuarto canciller del SPD de la posguerra después de Willy Brandt, Helmut Schmidt y Gerhard Schroeder. Ministro de Finanzas en la incómoda “gran coalición” gobernante de Merkel, es un exalcalde de Hamburgo, donde nacieron Merkel y Schmidt.
El principal rival de Scholz, el candidato conservador a canciller Armin Laschet, dijo que la elección fue una carrera “cabeza a cabeza” y señaló que los conservadores aún no estaban dispuestos a conceder una derrota. “No tenemos un resultado final claro, no siempre ha sido el partido que está en primer lugar de donde sale el canciller”.
“Haremos todo lo posible para formar un gobierno liderado por los conservadores, porque Alemania necesita una coalición orientada al futuro que modernice nuestro país”, dijo Laschet, de 60 años, a sus moderados partidarios.
El Partido Socialdemócrata (SPD) tenía 25.8 por ciento de los votos, de acuerdo con resultados dados a conocer por la noche. La Unión Cristiano Demócrata (CDU) y sus socios bávaros de la Unión Social Cristiana (CSU), de Merkel, cosechaban 24.1 por ciento de votos, el peor resultado en su historia (jamás había estado por debajo de 30 por ciento), pero ambas agrupaciones aún creen que podrán liderar el próximo gobierno.
Alemania es una democracia parlamentaria en la que el canciller federal es elegido por los diputados del Bundestag, y no por voto directo. El doble sistema de votación alemán, por candidato y por lista, confirmaría así al SPD como principal formación en el Bundestag o Cámara Baja del Parlamento alemán con 204 de los 730 asientos, mientras la CDU/CSU tendría 197, según proyecciones.
El ascenso del SPD supondría un giro a la izquierda para Alemania y marca una recuperación notable para el partido, que ganó unos 10 puntos más de apoyo en sólo tres meses para mejorar la cifra de 20.5 por ciento que consiguió en las elecciones nacionales de 2017.
La líder de Los Verdes y candidata a canciller, Annalena Baerbock, señaló que su formación fue derrotada y reconoció errores en la campaña, y agregó que su partido tiene un deber de cara al futuro.
El adiós de Mutti
La era Merkel llegó a su fin luego de cuatro mandatos sucesivos (2005-2021) a lo largo de los cuales agitó a su país y a Europa con decisiones que recorrieron el arco de las políticas de estricto corte neoliberal y desembocaron en los últimos años en una asombrosa renuncia a lo que había sido el credo de su partido.
Merkel aplicó el realismo de la racionalidad con la misma eficacia con que el realismo mágico recorre ciertas épocas de la literatura latinoamericana.Ángela Merkel no deja un balance sino una obra política paradójica y una imagen resumida en el sobrenombre con el que se la conoce en Europa: “Mutti” (Mamá)
Ningún otro líder europeo ha estado tanto tiempo en el poder y a ninguno lo han tocado tantas crisis como a ella. La dirigente de la primera potencia económica de Europa (la cuarta del mundo) ha tenido una trayectoria mutante. Desde adelante hacia atrás, Ángela Merkel trastornó los destinos de Europa.
“Mutti” Merkel deja el poder con un índice de aprobación cercano a 70 por ciento y hay en Alemania una opinión positiva generalizada de su gestión, incluso entre sus adversarios. Se le reprocha su pragmatismo, pero se le atribuye haber sorteado con éxito las turbulencias económicas y un estilo de gobierno basado en la búsqueda de consensos.
Bajo su mando el país ha mantenido y fortalecido su preminencia al interior de la Unión Europea, un papel que se consolida aun más debido a la salida del Reino Unido del bloque regional.
También el gobierno de Merkel es recordado en las naciones mediterráneas –Grecia, España y, en menor medida, Italia– por haber aplicado todo el peso financiero alemán para imponer estrategias del más puro y duro corte neoliberal para hacer frente a las crisis económicas, imposición que ha tenido un costo social devastador para ellos.
Fuera de Europa, la cancillería de Merkel cultivó con el gobierno de Vladimir Putin, si no amistad, al menos la mayor estabilidad posible en medio de las crecientes tensiones entre la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Rusia. Cabe recordsar que Alemania se negó a participar en la incursión bélica de Occidente en Libia y su decisión de reducir la presencia militar alemana en Siria en el mínimo posible y como mera misión de apoyo a las fuerzas francesas en ese país árabe.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, que significó una reactivación de las viejas tendencias aislacionistas de Estados Unidos ante el mundo, colocó durante cuatro años al gobierno de Merkel como un inesperado contrapeso a la superpotencia en el contexto occidental; ante el aislacionismo trumpista, la canciller alemana fue la principal coordinadora del globalismo.
Su último latigazo remonta al 18 de marzo de 2020 cuando, en medio de la tempestad provocada por la pandemia, presentó junto al presidente francés Emmanuel Macron, un plan de reactivación económica por un monto de 500 mil millones de euros para “ayudar a los sectores y a las regiones más afectadas”. Allí estaba la semilla de la mutualización de la deuda.
Aunque Merkel dijo que dicho principio debe ser una herramienta “excepcional”, con ese plan se rompió uno de los pilares de la filosofía alemana ante la deuda. Berlín aceptó que se pusiera de lado su sacrosanta disciplina presupuestaria y que, por consiguiente, las ayudas sean financiadas por deuda emitida por la Comisión Europea.
Merkel planea dimitir después de las elecciones, pero se mantendrá en el cargo de manera interina hasta que su sucesor rinda juramento, lo que convierte la votación en un acto que cambiará una era política y marcará el rumbo futuro de la economía más grande de Europa. Estados Unidos, Rusia, China y el resto del mundo, expectantes.
Isabella Arria, Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)