Las elecciones del Perú, como de cualquiera de nuestros países vecinos, no nos resultan indiferentes. De hecho, el diputado Jorge Tarud, presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Cámara Baja, sin mediar asunto, cuestionó el posible voto de los peruanos residentes en Chile, para Ollanta Humala, lo que no solo se podría entender […]
Las elecciones del Perú, como de cualquiera de nuestros países vecinos, no nos resultan indiferentes. De hecho, el diputado Jorge Tarud, presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Cámara Baja, sin mediar asunto, cuestionó el posible voto de los peruanos residentes en Chile, para Ollanta Humala, lo que no solo se podría entender como intervención, sino abiertamente como campaña de terror.
A pesar de la saliva y los minutos de cámara dados por la prensa nacional, al parlamentario. Humala es el candidato más votado en primera vuelta. Cuestión que auguraban la mayoría de las encuestas previas al proceso. Porque Ollanta ya no es una sorpresa dentro del mundo peruano, ni de América Latina. Al parecer dejó de ser una aventura, para transformarse en un proyecto político más serio, a pesar de la dosis «caudillista» que genera su figura.
De hecho uno de los elementos a tomar en consideración, en el caso del Perú, es el evidente deterioro de los partidos políticos tradicionales o con historia, tanto de las vertientes conservadoras como más progresistas.
La irrupción de Fujimori, como candidato anti-partidos, apoyado por sectores de la ultra derecha, que incluso avalaron el recurso del auto-golpe, para desarrollar una serie de medidas reñidas con la ley, el respeto a los Derechos Humanos y el enriquecimiento ilícito, es el gran símbolo de la decadencia de las fuerzas políticas tradicionales -que luego- con su silencio y obsecuencia, han pagado el costo, del descrédito ciudadano.
Así se explica la arremetida de la hija del criminal y de su séquito, en Chile no ha sido distinto, recuerden que Pinochet, obtenía con facilidad un cuarenta y tantos por ciento de la intensión de votos, por tanto, que un sector del pueblo peruano considere a la hija del auto-dictador, una carta posible de ser elegida, no debería sorprendernos.
Lo sobresaliente del proceso, es que a pesar de todos los esfuerzos realizados por los sostenedores del modelo económico y político, pro consenso de Washington, un tercio del pueblo haya decidido votar a favor de un cambio, de una propuesta diferente. Es cierto que los caudillismos existentes, no han permitido aunar las fuerzas del modelo y es probable que lo hagan ahora, tras la hija de Fujimori.
Pero si lo hacen, están condicionados a aceptar el paquete entero, es decir, estar dispuestos al indulto, de los atropellos hechos por el padre.
Para Ollanta, la situación no es menos complicada, incluso pisar el palito del excesivo nacionalismo, puede jugar en contra. El voto de los peruanos en el exterior, resulta de alta importancia en una votación cerrada, como la que se espera.
Por otro lado, las negociaciones con sectores proclives al modelo resultan claves, en buenas cuentas, tiene que dar señales de buena conducta, de distancia con Chávez y Evo. Una de las variantes que puede escoger el candidato popular, es el camino de Correa, que ha sabido instalarse dentro del concierto latinoamericano, como un aliado de Chávez, pero manteniendo distancias y diferencias, en el manejo económico como de política internacional. Siguiendo desde esa perspectiva los pasos de la señora K.
Volviendo a Chile, lo mejor es esperar las elecciones alejados de la histeria, ya escogerán los peruanos su propia calzada, si es Ollanta o la heredera del delincuente, los pobres de chile, la clase media chilena, seguirán tal cual, pagando más por la parafina, la bencina, el pan.
Para los patrones es otra cosa, ellos tienen acciones, capitales invertidos, la amistad con el genocida no fue de gratis, menos con el presidente en ejercicio. De ahí la intervención de Tarud, y otros representantes de los intereses de los empresarios chilenos en el exterior.
Por eso cuando usted esté en su casa, con su taza de té y su marraqueta, piense que los vecinos, van y votan pensando en lo mejor para su país y eso es todo. Porque el día después, lo esperan el alto de cuentas, los autobuses que no pasan, los sueldos que no suben y para colmo tienen la sospecha que su opción de voto, no cambiará un ápice su situación actual, ya eso es suficiente castigo no cree, como para además venir nosotros a darles clases de democracia.
Omar Cid, Editor de Cultura de Crónica Digital (Chile)