Cuando las naciones afrontan problemas complejos y cuando una buena parte de los pueblos cae en el escepticismo y en la desconfianza; no faltan los que aseguran hallarse en una suerte de callejón sin salida. No es verdad. Por lo menos en el plano político, siempre hay una salida, aun en las situaciones más difíciles. […]
Cuando las naciones afrontan problemas complejos y cuando una buena parte de los pueblos cae en el escepticismo y en la desconfianza; no faltan los que aseguran hallarse en una suerte de callejón sin salida.
No es verdad. Por lo menos en el plano político, siempre hay una salida, aun en las situaciones más difíciles. Lo que ocurre, es que no siempre esas «salidas» responden a las necesidades nacionales, ni se afirman en la voluntad ciudadana. Suele suceder que finalmente una «salida» venga impregnada de elementos corrosivos que la desvirtúen, y conduzcan a la gente ante nuevos retos. .
Viene esta elemental reflexión a partir de lo que está ocurriendo en el Perú, a sólo 9 meses de las próximas elecciones nacionales, en las que la Mafia buscará recuperar definitivamente sitiales de Poder para restaurar sus privilegios.
Las encuestas le otorgan a Keiko Fujimori hoy un 33% de aceptación ciudadana en primera vuelta, y el estimado bordea casi el 50% en una segunda ronda; dependiendo su victoria, del adversario que tenga al frente. Una segunda opción corre a cargo -según la empresa que sondee a los electores- de Alan García o de Pedro Pablo Kuczynski, y deja absolutamente relegada cualquier otra posibilidad de «cambio».
De las llamadas «candidaturas de izquierda», en el cuadro general apenas asoma el encarcelado Presidente de la Región Cajamarca, Gregorio Santos con un 1% de las preferencias; en tanto que «los otros» -Yehúde Simon, Salomón Lérrner, Marco Arana, Verónica Mendoza, Susel Paredes, Sergio Tejada, Vladimir Cerrón, Martín Guerra, o Carmela Sifuentes, para citar sólo a los «más voceados», resultan depositarios de fracciones ínfimas que no pueden siquiera ser tomadas válidamente en cuenta.
Claro que, en términos electorales, se trata de «sondeos», es decir, de preferencias señaladas a partir de referencias elementales, cuando aún no han sido afirmados programas ni oficializadas propuestas. Se trata, entonces, de una «realidad», que puede sufrir mutaciones, pero está marcada; y ella indica que la izquierda -si no se une en un solo torrente- absolutamente nada podrá hacer en términos de contienda presidencial, o parlamentaria.
Si a eso le sumamos la victoria electoral alcanzada por la mafia el 26 de julio, al ganar por 15 votos de diferencia la presidencia de la Cámara Legislativa y la Mesa Directiva del Congreso, estaremos ante un escenario aún mas desolador: las fuerzas más antinacionales y corruptas de la vida peruana se aprestan a auparse nuevamente en las tareas de gestión pública en detrimento de millones de peruanos.
El escenario que se proyecta en la vida nacional resulta altamente preocupante, y ha sido adelantado por uno de los más irresponsables voceros de la actividad parlamentaria, el mismo que se tomó la libertad de proclamar -cartel de por medio- que ahora se vendría «la vacancia del traidor», expresión calurosamente acogida por los círculos más agresivos y golpistas que hoy pululan.
Es verdad que el Presidente Humala ha defraudado muchas expectativas, afincadas indebidamente en sus precarias posibilidades de acción; pero es verdad también que, en rigor, no representa lo mismo que Keiko Fujimori o Alan García, ni personifica los intereses de ambos. Expresa una voluntad de cambio que no pudo concretarse, y una debilidad política extrema que sólo podrá superarse cuando exista realmente un movimiento popular responsable y maduro.
La «Izquierda» oficial, llamada precisamente a cubrir el espacio ciudadano progresista y democrático, no estuvo a la altura de sus responsabilidades por lo menos en esta etapa de la vida peruana. Ni cuando asomó en el marco electoral el 2011 «apoyando» al Partido Nacionalista a cambio de pequeñas prebendas que relativamente pronto se vio forzada a abandonar; ni cuando «pasó a la oposición», sin esbozar planes ni programas de lucha, enarbolar banderas, ni asumir una línea independiente y de clase.
Por el contrario, dedicó su tiempo a «esperar» una nueva contienda electoral, sin asumir responsabilidades de acción en el movimiento popular. Más adelante, hizo discursos y proclamas unitarias, sin asumir realmente el compromiso de construir un movimiento serio y respetable a partir de la base misma de la sociedad. Por eso, hoy recoge sus escombros.
No hay, sin embargo, una situación «sin salida» en un país como el nuestro. Siempre habrá una manera en la que las masas populares -hasta instintivamente- opten por una salida que, aunque no reúna requisitos indispensables para hacerla potable, por lo menos la muestre en mejor disposición que la Mafia insepulta que amenaza la vida nacional.
Un congresista andino de antigua ejecutoria tuvo recientemente la idea de proponer que si la izquierda no lograba forjar su propia unidad, debía optar simplemente por no postular en los comicios del 2016, dejando que la ciudadanía -por voluntad propia- finalmente sumara sus votos a un candidato capaz de derrotar a García en primera vuelta, y a Keiko en segunda.
¿Esto, es posible? Claro que lo es. Se requiere simplemente de una figura política que sea capaz. En una primera vuelta, de sumar el 25% de los votos que le aseguren vencer a García y garanticen su pase a la segunda ronda electoral En ella, podrá derrotar a la principal carta de la Mafia y alzarse con el pendón de la victoria. Así, el Keikismo verá cómo en la puerta del horno, se le quema el pan.
Esta figura existe por cierto en el escenario nacional, pero si los «líderes» de los partidos no aciertan encontrarla, serán las masas movilizadas las que habrán de asumir la responsabilidad de hacerlo. Sucedió antes, y podrá suceder una vez más ahora.
Será un modo de dar un paso adelante. De salir de la miasma que nos amenaza. Y de encontrar una ruta que nos permita recuperar el tiempo perdido y abrir una trocha por la que deberemos caminar dificultosamente en el futuro.
Pero será también la única manera de hacer honor a nuestra vieja historia, a nuestras ricas tradiciones de lucha desde los tiempos de Juan Santos Atahualpa hasta nuestros días, pasando por cierto por Tupac Amaru y Micaela Bastidas: por Francisco de Zela y Crespo y Castillo; por Melgar y los hermanos Angulo; por Flora Tristán, y por Francisco Bolognesi y Miguel Grau; por José Carlos Mariátegui y Jorge Basadre; por Isidoro Gamarra y Pedro Huilca. Será ese el único de afirmar el sentido de Patria, que tanta falta nos hace.
Es indispensable comprender que la suerte del Perú, no compromete solo a los peruanos. No sólo el destino de nuestro país estará en juego en los comicios de abril del próximo año. Será la suerte del proceso continental liberador hoy en marcha en América Latina, el que se pondrá en juego.
Una derrota de nuestro pueblo será, dialécticamente, una clara victoria del Imperio, que busca obsesivamente cambiar la correlación de fuerzas existente en nuestro continente, y dar al traste con todas las expectativas de avance y progreso que hoy asoman en otras tierras de Nuestra América.
La ofensiva imperialista contra América Latina, no se arredra. A las agresivas provocaciones contra la estabilidad política de la Venezuela Bolivariana, se suman ya las maniobras parlamentarias orientadas a quebrar al gobierno de Brasil, la ofensiva contra Rafael Correa y su gobierno en el Ecuador; a los intentos golpistas denunciados en El Salvador contra el Presidente Sánchez Cerén, a la campaña destinada a desacreditar a Evo Morales; o a descalificar al Gobierno Popular de Michelle Bachelet en Chile; o, incluso, torcer la mano al electorado argentino para que vote por la derecha en los comicios próximos y de al traste con los cambios alcanzados bajo la administración de los Kichner. Es todo eso, lo que está en juego.
Los pueblos de América no pueden retroceder, ni caer otra vez en las garras de pérfidas y corruptas administraciones digitadas por mafias insaciables y voraces.
Que las Fiestas Patrias de nuestro país nos ayuden a reflexionar en torno a nuestros deberes esenciales, y a encontrar el camino se salida que la crisis nos impone.
Gustavo Espinoza M. es miembro del colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.
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