Más allá del debate coyuntural -la presentación de la ministra de la mujer en el Congreso y el debate en torno a los sucesos de Cajamarca- dos hechos ocurrieron en Lima el pasado martes 4 de octubre. Curiosamente, sólo uno -el primero- fue copiosamente comentado por la prensa porque motivó la reacción más airada de […]
Más allá del debate coyuntural -la presentación de la ministra de la mujer en el Congreso y el debate en torno a los sucesos de Cajamarca- dos hechos ocurrieron en Lima el pasado martes 4 de octubre. Curiosamente, sólo uno -el primero- fue copiosamente comentado por la prensa porque motivó la reacción más airada de los voceros de la Mafia y sus acólitos. El segundo, en cambio, fue apenas consignado en un boletín en el que se dio cuenta de «las actividades del Presidente Humala», y pasó desapercibido por lo menos para la «oposición democrática y patriótica, del Perú».
El viaje de una delegación gubernamental peruana a Cuba sirvió para que pusieran el grito en el cielo quienes callaron en todos los idiomas «contra la ingerencia extranjera» ante la segunda noticia: el Presidente de la Republica recibió en su Despacho al Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, General USAF Douglas Fraser, quien concurrió a la cita acompañado por Rouse Likins, embajadora de ese país, para «asegurar el apoyo de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo». Doble moral, le llaman algunos. Pero es simplemente desvergüenza.
La delegación oficial que partió a La Habana el martes pasado, es ciertamente la primera que viaja a ese país enviada por este gobierno. Y este gobierno es el primero -después de Velasco Alvarado- que se toma la libertad de establecer un vínculo alto con Cuba, el país hermano que nos tendió la mano siempre, pero en particular en las horas más aciagas de nuestra historia del siglo XX, luego del cataclismo de 1970.
Encabezada por la primera Vice Presidenta de la República, Marisol Espinoza, e integrada por ministros y vice ministros de sectores claves de la vida nacional -salud, cultura y educación-; la delegación peruana buscará acuerdos concretos y un acercamiento entre nuestro país y Cuba por la vía del intercambio y/o la ayuda directa. Un modo práctico de anudar los vínculos entre países hermanos en la historia y en la vida.
Eso, le permitirá al gobierno del Presidente Humala alentar programas de apoyo a las poblaciones secularmente marginadas y cumplir las metas prevista en la lucha por la inclusión social. Y eso, ciertamente, es lo que indigna a la derecha más reaccionaria, que detesta a las poblaciones originarias, para las que tuvo -desde posiciones de Poder- siempre una política de sangre y fuego.
No debiera sorprender a nadie que hoy los voceros de la Mafia expresen su ira a viva voz en la radio y en la Tele y llenen las páginas de sus periódicos aludiendo «al peligro que nos amenaza»: el apoyo cubano.
¿Qué altera la paz y el humor de estos plumíferos al servicio de las causas más turbias? Que arriben a nuestro país, médicos dispuestos a subir a la montaña para atender clínicamente a los más pobres. Ellos quisieran que los más pobres, simplemente se mueran. Pero, además, les indigna que se abra la posibilidad de que los hijos de los trabajadores puedan estudiar una carrera universitaria y elevar su nivel académico y cultural. Ellos los preferirían como «mano de obra no calificada» -como cholo barato, se podría decir también- para pagarles salarios irrisorios y explotarlos mejor.
Con el cinismo que nuestro pueblo aún no conoce a plenitud, hablan ahora acerca de «la postración de los médicos», que «no tienen puestos de trabajo» o que «perciben salarios exiguos», ocultando por cierto que culpables de esa realidad son precisamente los gobiernos a los que ellos aplaudieron con descaro, y que tuvieron en sus manos las riendas del Poder en el pasado. Buscan -ahora- ganar a los profesionales de la salud para su causa a fin que se opongan a los proyectos de salud en marcha en nombre de su propio -e inexistente- «bienestar» y «trabajo».
Cuba, que no es una potencia en el plano militar, no nos envía sus generales para que sean recibidos en Palacio de Gobierno. Nos envía sus brigadas médicas para que lleguen a los lugares más recónditos de la patria en misión humanitaria. Y nos hace llegar programas de educación que han de servir a nuestro pueblo como sirven ya a otros pueblos de nuestro continente. Y eso, asusta a la reacción que quiere que los países de la región acudan sólo a Washington, en procura de la venia del Imperio.
Como vocero de estos afanes el congresista Carlos Bruce -expulsado deshonrosamente de Gana Perú por que se pasó al enemigo en el fragor de la batalla electoral de junio pasado- mostró su preocupación «por el acercamiento ideológico al régimen castrista» y sostuvo que «eso podría traducirse en ayuda que sería usada para el clientelismo político». A partir de su óptica estrechamente mercantilista, sostuvo que el viaje de la delegación peruana constituye «un desperdicio de tiempo y dinero», y aseveró que Cuba «tiene credenciales poco democráticas». En cambio, Estados Unidos, claro, tiene muchas. El mundo lo sabe. Irak, Afganistán, y recientemente Libia, constituyen pruebas fehacientes ¿verdad?
En el extremo de la impudicia no han tenido siquiera reparos en preguntarse con voz meliflua: «Este acercamiento a Cuba ¿no afectará nuestras relaciones con los Estados Unidos…?». En el fondo, eso es lo que les importa: que el amo del norte no se vaya a enojar.
Ese es, entonces, el nivel de la «argumentación» que desarrollan para sustentar sus puntos de vista. Les aterra la amistad con Cuba. En todo, ven «la mano del castrismo», y la posibilidad de que el aporte de pueblos hermanos pueda servir para afirmar el prestigio y la autoridad de un gobierno que está dispuesto a cumplir su promesa: defender y proteger a los más pobres.
Preferirían ellos, por cierto, una «relación a distancia», que «no contamine», sin «ideas subversivas»; un «vínculo aséptico, formal», ajeno a la historia y contrario a las necesidades de nuestros pueblos. Por eso les saca de quicio, también, la designación de quien fuera Presidente de la Liga Parlamentaria de Amistad con Cuba durante el gobierno anterior, el ex parlamentario Víctor Mayorga como embajador peruano en ese país.
El vocero de la Mafia Rolando Sousa, se refirió al tema sin ambages: «es un antiguo militante del comunismo». Y luego añadió que durante su actividad parlamentaria (entre el 2006 y el 2011) «siempre estuvo abiertamente a favor de Cuba». «Incluso, promovió foros donde grupos cubanos pedían la libertad de supuestos presos políticos en los Estados Unidos», dijo aludiendo de soslayo a los 5 héroes cubanos encarcelados por el gobierno de los Estados Unidos desde hace trece años. Casi se caen de espaldas luego, cuando se supo que en La Habana, Marisol Espinoza había saludado la causa de los 5 y aludido a la lucha que los peruanos hacen por ella. ¡Qué espanto!
Para sus ojos, ser amigo de Cuba, en suma, es un demérito. Enemigo, mejor. O neutral, en el peor de los casos. Pero amigo, jamás. Es la lógica que ellos manejan para este efecto.
No importa que el embajador tenga títulos académicos o trayectoria profesional. Para esto, no valen. Lo importante, es que no sea amigo de Cuba. Hubieran querido que nombraran embajador en La Habana a un enemigo del gobierno de Cuba, para que vaya a servir de taparrabo a las «damas de blanco».
Los títulos, valen en otros casos. Incluso, son indispensables. Se rasgan las vestiduras, por ejemplo, lamentando la designación de Cristina Velita -Doctora en Medicina con 16 años de trabajo diplomático en París- como embajadora peruana en Francia. Es, apenas, ginecóloga, aseveran y «no tiene el nivel diplomático requerido».
Y, como la vaca que no recuerda cuando fue ternera, olvidan que Fujimori nombró embajador del Japón durante diez años a su cuñado Víctor Aritomi, apenas porque era su cuñado. Sin títulos ni merecimientos de cualquier índole. El aludido, pasó de ser apenas el esposo de su hermana Rosa, a cómplice de los latrocinios del régimen.
Eso ¿alguien lo ha olvidado? Vale la pena recordarlo. Fue condenado después por la Corte Penal Peruana por graves delitos: la Fundación APENKAI, la venta de ropa donada, apropiación ilícita, uso ilegal de recursos públicos y otras truhanerías del mismo signo.
Los aullidos de la Mafia pueden sonar estentóreamente, pero no impiden la marcha de la historia.
Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.