Al diario El Comercio de Lima, Decano de la Prensa Nacional y vocero calificado de la clase dominante, le ha disgustado profundamente que en la reciente cumbre de la CELAC, Cuba haya asumido la Presidencia Pro Tempore del organismo llamado a fortalecer la colaboración entre los países de América Latina y el Caribe. Tanta ha […]
Al diario El Comercio de Lima, Decano de la Prensa Nacional y vocero calificado de la clase dominante, le ha disgustado profundamente que en la reciente cumbre de la CELAC, Cuba haya asumido la Presidencia Pro Tempore del organismo llamado a fortalecer la colaboración entre los países de América Latina y el Caribe. Tanta ha sido su ira, que el 29 de enero pasado editorializó en torno al tema, y llenó a la Patria de Martí -a su pueblo y a su gobierno- de insultos y agravios, incompatibles con cualquier prensa seria.
Cuba -dijo entre otras lindezas- «es una isla donde la dinastía Castro tiene secuestrada a su propia población hace más de cincuenta años. En este país, donde por alrededor de medio siglo no se sabe qué son las elecciones libres, Fidel y Raúl deciden qué comen, qué visten y dónde viven los ciudadanos».
Sostener tamaño despropósito es tener la peor opinión del pueblo cubano, y no solo de sus autoridades. Solamente quien adhiere a esa idea, puede ver a ese pueblo sometido sin resistencia una dictadura brutal durante cincuenta años. Quien le adjudicara tal condición, sólo podría hacerlo si no conociera la historia, la vida y las luchas de ese pueblo. Porque él, jamás estuvo pacíficamente sometido a régimen oprobioso alguno. Siempre luchó con las armas en la mano contra el dominio español, contra la presencia norteamericana en su suelo y por derribar a dictaduras que, en su momento, fueron más bien vistas con simpatía por el diario «El Comercio», como las dictaduras de Gerardo Machado, en los años 30, y Batista después.
Si el pueblo de Cuba vive hoy y aplica un modelo social que no gusta al diario «El Comercio» es porque lo considera justo, lo comparte y aprueba, y porque sabe que la transformación socialista de la sociedad cubana -que respalda y alienta- constituye un caro objetivo para su progreso. De eso podrían hablar los informes de la UNESCO, de la Organización Mundial de la Salud, la FAO, y otros organismos internacionales, que reconocen los inmensos avances de Cuba en educación salud, deporte, desarrollo humano y otras áreas de la actividad. Un país que no conoce -ahora- lo que es el analfabetismo, que tiene garantizados los derechos básicos para todos, que vive pacíficamente y donde no se registran los hechos crueles y degradantes que caracterizan -por ejemplo- a la sociedad norteamericana: no puede ser denigrado ni desconocido.
Ese pueblo tiene un gobierno que responde a sus requerimientos fundamentales. Y que lucha en las condiciones más adversas, hostilizado sistemáticamente por el país más poderoso del mundo, que sufre los efectos brutales de un bloqueo que jamás en la historia de la humanidad ha sido aplicado contra ningún otro; y que combate por la libertad de los suyos -entre ellos, los 5 héroes prisioneros del Imperio desde hace casi 15 años-.
Cuba nos ha dado siempre muestras de solidaridad, ayuda y apoyo. Cualquier estudioso de la historia podría confirmarlo. Cubanos participaron en la guerra de la Independencia, alistados en los ejércitos de Sucre y Bolívar, que lucharon en Junín y Ayacucho. Y peruanos tomaron las armas para combatir por la Independencia de Cuba enfrentando a las tropas españolas de ocupación.
La historia recuerda que compatriotas nuestros, los hermanos Justo y Grocio Prado se unieron a las fuerzas mambisas en Cuba, en tanto que Leoncio capturó al «Moctezuma», un barco peninsular, en 1876. Leoncio, de solo 21 años y acompañado por apenas 10 hombres, mantuvo en jaque a la marina española hasta enero de 1877. Luego, volvió a Nueva York a hacer campaña a favor de Cuba, hasta que la situación política en Perú lo obligó a regresar a su patria. Grocio, sirvió junto a Máximo Gómez hasta el término de la Guerra de Cuba en 1878. Poco después, ya en el Perú, combatiendo Leoncio con sus propias unidades guerrilleras al invasor chileno en nuestro suelo e instando a los nuestros a tomar las armas para defender la integridad nacional, les decía: «Hermanos de mi alma, hijos de mi pueblo: Sabed que las balas del enemigo no matan y que morir por la patria es vivir en la inmortalidad de la gloria«.
La expresión aquella: «morir por la patria, es vivir» ¿no le suena subversiva al diario El Comercio? Seguramente que sí, porque hoy forma parte del Himno Nacional de Cuba, pero vivió integrada al corazón y a la conciencia de los peruanos cuando los dueños del diario que hoy nos ocupa, decían a grandes voces: «Primero los chilenos, que Piérola!» tal vez evocando su fundador, el millonario chileno Manuel Amunátegui. ¿Lo recuerdan?
Estados Unidos tenía ya en esos tiempos otros planes. Es conocido que el Ministro de Estados Unidos en Lima, Mr. Christiancy, en carta del 4 de mayo de 1881 dirigida al Secretario de Estado yanqui, propuso una intervención militar en nuestro suelo: «Cincuenta mil ciudadanos emprendedores de los Estados Unidos dominarían toda la población y harían del Perú totalmente norteamericano. Con el Perú, bajo el Gobierno de nuestro país, dominaríamos a todas las otras repúblicas de Sudamérica y la Doctrina Monroe llegaría a ser una verdad, se abrirían grandes mercados a nuestros productos y manufacturas y se abriría un ancho campo para nuestro pueblo emprendedor». ¿Dijo algo «El Comercio» con relación a esta descabellada iniciativa?
Es verdad que en aquellos años el internacionalismo tenía un sentido distinto al que conoce el diario que hoy ataca a Cuba. El Mariscal Antonio José de Sucre nació en Venezuela, pero luchó por nuestra causa con mucho más patriotismo y entereza que Riva Agüero o el Marqués de Torres Tagle. Bernardo O´Higgins -chileno- estuvo con San Martín en nuestra guerra de la Independencia. José Trinidad Morán, un distinguido militar venezolano, obtuvo la nacionalidad peruana por sus servicios prestados en la misma gesta y participó en las campañas de liberación de Ecuador, Perú y Bolivia. A su turno, el argentino Roque Sáenz Peña se graduó de peruano luchando en Arica al lado de Francisco Bolognesi. Esos héroes de ayer pensaban igual que los cubanos de hoy y de siempre: que la Patria es América y que todos -al sur del río Bravo- somos una sola nación. Acuñaron esa idea en una frase, Martí y nuestro Mariátegui, que hablaron de «Nuestra América» con toda propiedad.
Más recientemente, recordamos a don Raúl Porras Barrenecha, el Canciller de la Dignidad. A inicios de los 60, asistió enfermo a la cita de la OEA en la que Estados Unidos obligó a todos los integrantes de la Organización a votar La expulsión de Cuba de ese Foro. Fue Porras -citando a Martí- quien se opuso a esa acción pérfida y grosera, y la diseñó con expresiones que hoy forman parte de nuestra doctrina en materia de política exterior. El gesto -finalmente- le costo la vida.
Pero hay mucho más en nuestro tiempo, en las relaciones entre nuestros pueblos y gobiernos. En los últimos cincuenta años, Perú y Cuba confirmaron vínculos que resistieron duras pruebas. Fidel Castro, Raúl y el gobierno de Cuba, estuvieron siempre a la cabeza de todas las iniciativas solidarias.
¿Acaso ha olvidado el editorialista de «El Comercio», que sangre cubana -incluida la de Fidel- corrió por las venas de los peruanos sobrevivientes de la horrenda catástrofe del 31 de Mayo de 1970 en la Cordillera Blanca? ¿Acaso ha perdido también la información referida a los hospitales de campaña cubanos establecidos en diversas poblaciones del Callejón de Huaylas en aquellos aciagos años, meses y días? Nosotros los recordamos, como recordamos también a Elpidio Beróvides, un ingeniero cubano que murió en las agrestes carreteras de la sierra de La Libertad llevando ayuda a poblaciones olvidadas. Recientemente, con motivo del sismo del 2007 sentimos una vez más la mano de Cuba. Y no sólo en Pisco, que está relativamente cerca del Poder Central; sino también en las aldeas más perdidas de la provincia de Castrovirreyna, allí, donde según dicen los lugareños «el diablo perdió su poncho».
Hoy Cuba nos ayuda en áreas vitales. En la Escuela Latinoamericana de Medicina -la ELAM- estudian más de 2,000 jóvenes peruanos que se graduarán en pocos años más, coronando una esperanza que anidaron en sus corazones, y que nunca podrían haber concretado en el país. Ya lo hicieron más de 400 el año pasado; y otros, antes. Y se trata de profesionales de la salud no solamente bien calificados, sino convencidos que su tarea es ayudar a las poblaciones más necesitadas y a la gente más humilde, porque la salud es un servicio, y no un negocio.
El odio, la rabia contenida de la prensa tradicional, no podrá cambiar es realidad. El Presidente del Uruguay, José Mujica, dijo recientemente que nuestros países habían tenido que esperar 80 años para hacer una reunión de liberados de la tutela de los Estados Unidos. Pareciera que el diario El Comercio no se libera de ella. Es tiempo que, finalmente, entienda que el Perú y Cuba son -como decimos siempre- un solo corazón.
Gustavo Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.
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