Amaneces con Sol en la mente y el corazón. Estás en Roma y es 15 O. Si todo va bien, será una jornada para el recuerdo. 10 años después de Génova, un nuevo movimiento que sigue pensando en otro mundo posible sale a protestar indignado contra la dictadura de los mercados, contra las políticas de […]
Amaneces con Sol en la mente y el corazón. Estás en Roma y es 15 O. Si todo va bien, será una jornada para el recuerdo. 10 años después de Génova, un nuevo movimiento que sigue pensando en otro mundo posible sale a protestar indignado contra la dictadura de los mercados, contra las políticas de «austeridad», contra las «instituciones internacionales no democráticas» que son nuestro Mubarak global». Llega mucha gente de toda Italia. Autobuses y trenes.
Preparas la pancarta. Llega la hora de ir a la manifestación. Al llegar a via Cavour, te encuentras con una manifestación masiva. Aire de fiesta y de risas. ¡Il Manifesto a 50 céntimos!. Suenan fanfarrias, bajan camiones con sound systems. La gente baila. Una gran sensación de felicidad por poder protestar finalmente contra un sistema que descarga en los más débiles sus pérdidas. Finalmente podrás gritar y desahogarte contra el comunismo del capital, que nos hace pagar a todos sus pérdidas. Ya intuyes que la Plaza de San Juan de Letrán se llenará y que, una vez llena, será difícil que la desalojen porque la intención de los estudiantes es tomar la plaza como en la Qasba, Tahrir, La Perla, Sol, parque Zuccotti etc…
Qué chula tu pancarta casera.
Y qué hermosa esta relectura de la propuesta de la Ministra de Educación, que propone el regreso al maestro único, sutil recorte.
Son las 15:20. Acabas de reunirte felizmente con tus amigos. Y de pronto un nubarrón de humo negro espeso que se eleva desde la Plaza Venecia. Son los clásicos provocadores que intentan robar la noticia del día, que es el gentío inmenso de la manifestación. Hay niños, gente mayor, gente en silla de ruedas. Se oyen en lontananza explosiones, pero somos tantos que quién nos para. Sigues cantando y gritando. Pasan marchando en fila india cinco ejecutivos impecablemente engominados maletín en mano, hablando por telefonino último modelo. Magnífica representación del atropello diario que sufres. Más explosiones y de pronto, a tus espaldas la gente grita «Fuera, fuera». Algo pasa. Tensión.
Por la acera derecha aparecen los provocadores. Gritas fuerte, intentas asustarles, echarles. Rompen vitrinas, tiran petardos potentísimos. Queman coches. Carreras. Pánico. Los niños se van a casa. La manifestación está rota. Sigues. Toda vía Cavour está reventada. Te han robado eslogans. Violan tus palabras y tus símbolos. Sigues. Más coches quemados. Pasas por el Coliseo, el cortejo se reagrupa. Somos muchos. Adelante. Comienzan los telefoninos. No vayáis a la Plaza de San Juan. Hay una batalla campal. No se puede entrar en la plaza. A lo lejos ves que se está quemando un cuartel abandonado del Ministerio de Defensa. Curioso que se haya quemado un cuartel tan cercano al Coliseo, sin protección. Huele ácido, ¿huele a pelotazo inmobiliario? Más carreras. La vía Labicana está destrozada. Escaparates, postes, contenedores quemados. Ya no hay niños ni mayores. Mochileros que pensaban acampar en la plaza vagan sin rumbo. Tienes claro que no te van a dejar entrar en la plaza. A un amigo le dicen que ha habido un muerto en la plaza atropellado y que han dado fuego a una camioneta de los carabinieri. Como en Génova, falsas noticias, rumores. No hay nada que hacer: a la plaza no se puede entrar. Está ya ocupada. Por las fuerzas del Orden y del Caos.
Vas al barrio de San Lorenzo. Repones fuerzas. Comienza a llegarte «información». Berlusconi te tilda de «facineroso»; el alcalde de Roma dice que eres «lo peor de Europa». No paran de hablar de los «violentos», cuando tú te sientes violado. Estás cabreado por la pésima organización de la manifestación. Doscientos provocadores han frustrado una cita histórica. Sólo hay 12 detenidos, y eso que ha habido manifestantes que han atrapado y entregado a los provocadores. Son las 20:00 y te retiras hacia casa. Pasas por la plaza Vittorio, también presidiada por 7 camionetas de policía, carabinieri. Otra plaza ocupada por las fuerzas del Orden. Cenas y sales otra vez. Tienes que pasar por la plaza de San Juan. Es la 1:00 de la madrugada. Sigue cerrada. Hay 7 camiones de limpieza que la están dejando limpísima. Roma está vacía. No parece sábado por la noche. No parece que hayas participado en la manifestación más numerosa en Europa del 15 octubre.
Si el ágora es, como está escrito en Educación para la ciudadanía, «un lugar de todos y de nadie, un lugar vacío que cualquiera puede llenar sin que por eso deje de estar vacío», entonces eso que ves no es una plaza. Esa plaza no es de nadie. Punto. Te dejaron hace tiempo fuera del Parlamento. Te quedaste «fuera del recinto», como dice Bertinotti. Y cuando has intentado encontrar tu sitio público, tu plaza, tampoco te han dejado. Seguro que había infiltrados, seguro que funcionó el método Cossiga, seguro que hubo autónomos hartos de encajar violencia de Estado. De todos modos, el hecho es uno: violaron tu plaza. Sientes rabia, pero hay más días y hay más plazas.
PS: La foto de nuestra pancarta casera es de Blanca; la foto preciosa del Maestro Único es de Peru; las de los provocadores son de Valeria. Gracias a los tres.