La derecha más reaccionaria, que tiene en la mira al gobierno de Ollanta Humala, dispara hoy su artillería pesada contra la política exterior peruana. Para encubrir propósitos orientados finalmente a quebrar el espinazo de la administración nacionalista, apunta su fuego contra el canciller Rafael Roncagliolo, con quien tiene, por cierto, viejas cuentas que ajustar. El […]
La derecha más reaccionaria, que tiene en la mira al gobierno de Ollanta Humala, dispara hoy su artillería pesada contra la política exterior peruana. Para encubrir propósitos orientados finalmente a quebrar el espinazo de la administración nacionalista, apunta su fuego contra el canciller Rafael Roncagliolo, con quien tiene, por cierto, viejas cuentas que ajustar.
El Canciller peruano, una personalidad independiente de dilatada trayectoria, tuvo siempre posiciones progresistas y hoy colabora desde Torre Tagle en la aplicación de su política exterior independiente y soberana, acorde con el proceso peruano. Cumple su deber con altura y dignidad, lo que desata el odio más fiero de los áulicos del Imperio.
Es bueno que se recuerde, por lo pronto, que por mandato constitucional, la política exterior la dicta el Presidente de la República y se ejecuta a través de la Cancillería. En ese marco, la idea de asegurar para el Perú una política exterior de este corte, no es atribuible al ministro del sector, sino al Jefe del Estado. Precisamente él escogió a quien es ahora titular de ese portafolio, para aplicar tal política, y no otra. Y porque esa es la línea de trabajo del gobierno, la Cancillería ha impulsado acciones que la derecha senil recusa enceguecida.
Hoy, hay dos temas que sirven para definir el marco general del debate en esta materia: la actitud del Perú ante el gobierno de los Estados Unidos, y la posición frente a Cuba. Para el gobierno del Presidente Humala, Estados Unidos y Cuba son dos países iguales, amigos nuestros, con los que queremos -y debemos- tener buenas relaciones, ejerciendo ante ambos una política independiente y soberana y no aceptando injerencia en los asuntos internos, que sólo competen a los peruanos.
Esa óptica, no la comparte la derecha más reaccionaria y sus sicofantes instalados en posiciones de Poder o en Medios de largo aliento. Para unos y otros, Estados Unidos es «la primera potencia mundial» y está por lo tanto en la capacidad y el derecho de decidir el rumbo de la humanidad. Nosotros debemos admitir, ante USA, nuestro papel de fuerza subordinada y dependiente. Debemos aceptar, humildemente, dominación y vasallaje. Así doblan la cerviz ante los poderosos.
¿Y Cuba? Cuba es para ellos, algo así como la oveja descarriada en nuestro continente. Hay que castigarla hasta que admita su error, vuelva al redil y se someta a Washington como ocurrió con el Perú durante muchos años.
La actitud ante la Casa Blanca es la piedra de toque que sirve a la derecha más reaccionaria para diferenciar amigos de enemigos. Sus amigos, más allá de nuestras fronteras, son quienes viven de rodillas ante el garrote del Imperio. En el pasado reciente era fue la actitud de Menen y otros figurones latinoamericanos; y hoy es, por cierto la de los gobiernos más derechistas de América. Con ellos, García inauguró no hace mucho su «alianza del Pacífico».
Y, por cierto, la actitud ante Cuba es clave. Si eres amigo de Cuba, si le tiendes la mano a ese país, si lo defiendes, o si sólo no te sumas a la jauría que clama por hundirla en el mar; entonces eres «enemigo de la democracia» y «cómplice el totalitarismo». En ciertas ocasiones la derecha va más allá, abre el abanico. Por eso demoniza al Comandante Hugo Chávez, pero también a Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa, a los que juzga «aliados de Castro» en el escenario latinoamericano simplemente porque recusan la política agresiva del Imperio contra la Patria de Martí y de Fidel.
Como parte de su estrategia de confrontación, y en el empeño por aislar al gobierno peruano del concierto latinoamericano, los voceros inoficiosos de la reacción concertada, atacan a la Cancillería porque proclama su respeto a Cuba y demanda la libertad de los 5 antiterroristas encarcelados desde hace casi 14 años en las prisiones de los Estados Unidos; porque está dispuesta a concertar acuerdos petroleros y de otra índole con Caracas; porque no se suma a la campaña contra el Presidente Correa; porque ve con simpatía a Evo Morales y su gestión boliviana; en suma, porque obra en el concierto de una nueva correlación de fuerzas en la región, que no favorece precisamente las orientaciones del Imperio.
Pero, en el fondo, lo que saca de quicio a los Aldos y a las Cecilias de este concierto melifluo de voces francamente isabelinas, es que el Canciller haya declarado hasta en dos oportunidades -en Madrid y en Montevideo- que Estados Unidos ya no es «la única potencia», que hoy, hay un mundo multipolar en el que juegan un papel destacado China, la India, la Unión Europea y UNASUR, es decir la unión de países sudamericanos. A ellos hay que incluir ahora la Comunidad de Naciones de América surgida recientemente. Una declaración de ese tipo ha sido considerada algo así como una bofetada en el rostro de la Casa Blanca, con la que debiéramos tener -a juicio de ellos- «las mejores relaciones», de sometimiento y dependencia, por cierto.
Sin argumentos para sostener ahora sus puntos de vista, esos críticos, particularmente indignados por el reciente incidente con los británicos, en torno a la frustrada «visita» de La fragata HMS Montrose con tropas y misiles, procedente de las Malvinas y en torpe gira por la región; han optado por soltar brulotes insustentables y se disponen incluso a tentar una Interpelación al Canciller de la República en busca de su censura o dimisión. Al borde del llanto y de la histeria por «la afrenta» a los británicos dicen que ése, fue «un horroroso desaire» al gobierno inglés, un «gesto inamistoso», que no revela sino la «incapacidad diplomática de la Cancillería».
Por si todo eso fuera poco, y mostrando su desesperación galopante, aseguran que Argentina «nos traicionó», vendió armas al Ecuador en los días de la Guerra del Cenepa, siendo uno de los países Garantes del Protocolo de Río. Nada más despistado, por cierto. Argentina no nos traicionó. Quien nos traicionó fue Carlos Saúl Menen, el Presidente Neo Liberal de entonces en el país gaucho. Fue él quien le vendió las armas a nuestro vecino del norte en ese conflicto, prevaricando su condición de «País Garante» del Tratado de Límites de 1941. Los argentinos, ni supieron de ese embrollo.
¿Y quién fue Menen? Amigo y admirador de Fujimori gobernó su país con el mismo «modelo» que impuso aquí «el chinito de la yuca» y robó a su antojo todo lo que tuvo a la mano, como ocurrió con el hoy privilegiado reo de la DINOES. En otras palabras, Menen y Fujimori fueron uña y mugre. Por eso se parecieron tanto. Y por eso hicieron negocios comunes y defraudaron al unísono a sus pueblos. Pero hay un asunto adicional en la materia: Cuando ese infausto acontecimiento ocurrió, el Presidente del Perú era Alberto Fujimori. Y su Ministro de Relaciones Exteriores, nada menos que Francisco Tudela. Pues bien ¿Qué hicieron estos personajes de opereta para denunciar la felonía y castigarla como era su deber? ¡Nada!. Ni siquiera la informaron al país, que supo de eso posteriormente y a través de medios de información del exterior. Años después, el Canciller de ese entonces diría impúdicamente que no dijeron nada «para no deteriorar las relaciones con Argentina».
Cuando Keiko Fujimori dice en su cuenta de Tiutter al actual Canciller peruano «recuerde que Argentina hablaba de paz, pero le vendió a Ecuador armas con las que dispararon a nuestros soldados», debiera decir también que eso ocurrió cuando con el cómplice silencio de su padre, y de su Canciller el flemático Francisco Tudela.
En el fondo, lo que no entienden estos caballeros -y nunca habrán de entender- es que en temas de este tipo se manejan dos elementos complementarios: la unidad regional indispensable para todos los efectos, y la adhesión a un esquema de lucha contra el colonialismo y toda forma de opresión y dependencia. Por lo demás, existe un ineludible compromiso multilateral de solidaridad con Argentina, que respaldan todos los países de UNASUR.
La presencia de la fragata inglesa en aguas de América constituye, en las condiciones actuales, una abierta provocación, que se inscribe en la política guerrerista de la OTAN. No otra cosa explica el que el Reino Unido esté involucrado en una estrategia de guerra dictada por la Casa Blanca y que afecta gravemente la paz mundial. En esa línea, hoy desafía a nuestra región y maltrata a Argentina, a la que niega soberanía sobre las Malvinas.
Y es que ahí asoma el segundo elemento clave: nosotros tenemos que confirmar un rumbo internacional de rechazo al colonialismo en todas sus formas, a la presión imperialista, y al ejercicio de mecanismos coactivos contrarios a la libertad y a la dignidad de los Estados. América debe respaldar unida la causa argentina sobre las Malvinas, del mismo modo como debe luchar por el fin de todas las modalidades de opresión en nuestro continente. Y debe hacerlo en el marco de una estrategia global que comprometa a cada uno de los países de la región. Para decirlo en términos más claros, en esa causa están no sólo nuestros amigos, sino también nuestros intereses.
Así lo entiende el sentido común; pero así, precisamente, lo detesta la furia desatada por los seniles súbditos del colonialismo inglés.
Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.