Los trabajadores públicos son los que se expresan más cansados y los más jóvenes son los que reciben menos capacitación. El mundo del trabajo luce distinto cuando se lo observa a partir de lo que de él dicen sus propios protagonistas, que es lo que, desde hace dos años, viene intentando hacer Equipos Consultores. «Esto […]
Los trabajadores públicos son los que se expresan más cansados y los más jóvenes son los que reciben menos capacitación. El mundo del trabajo luce distinto cuando se lo observa a partir de lo que de él dicen sus propios protagonistas, que es lo que, desde hace dos años, viene intentando hacer Equipos Consultores.
«Esto lo hicimos a nuestro propio costo», aseguró a Brecha María Julia Acosta, socióloga de Equipos Consultores, empresa responsable del trabajo. «Identificamos una falta de fuentes de información sobre el trabajo y por nuestra propia iniciativa nos pusimos a trabajar en esto. Había información de perfil más económico sobre el mercado laboral: tasa de actividad, empleo, desempleo, etcétera. Pero había muchos costados sin explorar, que sobre todo tienen que ver con las opiniones que los trabajadores tienen acerca de su actividad y sus características más sociales», explicó.
Equipos Consultores hizo nueve mediciones desde setiembre de 2014 hasta hoy y cada una de ellas implica llamar a 400 personas distintas, de las que unas 250 resultan finalmente encuestadas pues efectivamente son trabajadores. Hay resultados incómodos para tirios y troyanos, lo que parece confirmar la independencia de los puntos de vista adoptados.
En la querella sobre las pautas de la negociación salarial, por ejemplo, el gobierno ha insistido en que -rigiendo estas- el salario real ha seguido creciendo. Sin embargo, en un documento divulgado el martes, el Instituto Cuesta Duarte señaló que en los últimos 12 meses se constataron pérdidas de hasta casi tres puntos en 13 sectores de actividad.
En realidad sucede que ambos contendientes se basan en las cifras del Instituto Nacional de Estadística (Ine), pero eligen subrayar distintos aspectos de estas. Es decir, también los economistas del movimiento sindical asumen que, cuando incluyen en la cuenta aquellos sectores a los que no les va mal, el salario real ha seguido creciendo.(1)
En cambio, el 17 por ciento de los encuestados para el monitoreo de Equipos sostuvo haber sufrido una disminución de sus ingresos en su actividad principal en los últimos tres meses y esta información tiene un significado distinto a la que colecta el Ine: se refiere simplemente a los billetes que el trabajador encuentra en su sobre.
No siempre eso coincide con lo que luego dicen las planillas que la estadística oficial computa. No es demasiado extraño que alguna parte de la remuneración no se declare, por lo que lo que suceda con eso permanecerá ignorado. Y a la vez sucede todo lo contrario, es decir, que el Estado «sobrerregistre»: «a veces el Ine registra ‘demasiado’ bien; hace muchas imputaciones; por ejemplo, carga como salario la cuota mutual y otro tipo de prestaciones que nosotros no estamos recogiendo», observó Acosta.
Pero entre las cifras presentadas por Equipos también las hay de difícil digestión para el movimiento sindical. El 16 de junio del año pasado, en la apertura del XII congreso del Pit-Cnt, su coordinador Fernando Pereira habló de que la entidad había llegado a los 400 mil cotizantes. Esta semana su tocayo Gambera, también integrante del secretariado de la organización, mentó 450 mil. Si se piensa que la Cnt del 69 tenía 120 mil cotizantes o que en 2003 el propio Pit-Cnt contaba con 102 mil, la magnitud del crecimiento ocurrido no puede ser minimizada.
No la niega, pero la contextualiza mejor, saber que el 56 por ciento de los encuestados por Equipos declaró que en su trabajo no hay organización gremial, que el 44 restante sabe sí que en su rubro hay gremio, pero que la mitad no se ha adherido a él y -que como hay un 3 que no sabe o no contesta- el porcentaje de afiliados a estas organizaciones es el 19 por ciento de todos los encuestados. Otra vez, nada niega el camino recorrido, pero que entre los jóvenes el guarismo disminuya a 13 por ciento interpela sobre cómo continuará. (2)
En mis tiempos
Justamente, de las dificultades para incorporar a los jóvenes en la militancia sindical hablaban un dirigente bancario y el sociólogo Marcos Supervielle cuando, en la tardecita del miércoles, Brecha se sumó a la mesa que ocupaban ambos en la cantina de Aebu (sindicato de los bancarios) «Lo que deberíamos saber primero es qué lugar ocupa el trabajo en el banco en el proyecto de vida que los jóvenes se plantean. En otros tiempos parecía obvio que el ingreso al banco era el primer escalón de una carrera que se desarrollaría dentro de él. Y ya no es así. Creo que es cada vez más frecuente que el trabajo asalariado, aun bien remunerado como el bancario, cumpla la función de sostener los proyectos de vida que los jóvenes se proponen hasta que estos se vuelvan sustentables por sí mismos», comentó el coordinador del área de Sociología del Trabajo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar (Universidad de la República)
«Mirá esto», sugirió el sociólogo al periodista, recorriendo con su mirada el edificio: «esta cantina, más allá la piscina y lo que no se ve desde acá: la biblioteca, el gimnasio, el auditorio de la calle Camacuá, a media cuadra la guardería gremial. Es la materialización de la idea de una vida que se desenvolvería casi enteramente en torno a la condición de trabajador organizado. Pero esa idea ya no tiene la hinchada de otros tiempos».
Naturalmente, la importancia que las personas otorgarán a la vida sindical dependerá del lugar que el trabajo asalariado ocupe en su proyecto personal. Pero que el salariado ocupe un lugar distinto en sus vidas no significa para Supervielle que las nuevas generaciones sean especialmente indisciplinadas. En realidad, mientras el 63 por ciento de los uruguayos trabaja o busca empleo, este porcentaje sube al 68 por ciento cuando se considera la franja que va de los 18 a los 24 años y al 84 si se habla de los que tienen entre 25 a 29. (3)
De acuerdo a los datos de Equipos, los jóvenes constituyen el grupo etario al que menos placer otorga el trabajo que desempeñan (el 54 por ciento dice sentirlo mientras esto le ocurre al 71 por ciento de los mayores de 50) y también el que menos desafiado se siente por las responsabilidades que se le confían (sólo el 57 por ciento se siente desafiado mientras esto le sucede al 65 de los mayores de 40).
Para María Julia Acosta «no hay evidencia de que lo jóvenes estén menos comprometidos con su trabajo que otros grupos de edad». Su hipótesis acerca de las críticas que algunos empresarios (y algún sindicalista) han dirigido en este sentido contra ellos es que «su idea de compromiso es distinta, lo que quizá se vea más claramente en el caso de los más calificados, que se sienten más cómodos en formas de organizar el trabajo llamadas ‘ágiles’, donde se rompe la noción tradicional de jerarquía, donde el control no lo ejerce fundamentalmente un superior, sino los propios pares, toda una serie de cuestiones que no es que los jóvenes no tomen en cuenta, sino que no lo hacen de la forma clásica, que se resignifican». El peligro del discurso de la indisciplina juvenil es el de la profecía autocumplida, advirtió la socióloga. El relevamiento de Equipos muestra también que los jóvenes (con los mayores de 50) constituyen el grupo que menos capacitación ha recibido por cuenta de las empresas donde trabajan.
El burócrata cansado
José Mujica volvió a hacerlo. Esta vez sin cámaras de televisión, sin puesta en escena. «Hoy tenemos lugares en que un 20 por ciento de los funcionarios no van a trabajar porque les duele una muela, la nuca, esto o lo otro. En Salud Pública, sacando las cuentas, ¡deben de ser 4 mil tipos por día que faltan! ¡Es una fortuna! ¿A quién le vamos a echar la culpa? ¿Acaso a (Barack) Obama? ¡No!», largó el ex presidente en la Comisión de Hacienda del Senado, según publicó El País en su edición del sábado 9.
La misma cuerda había tañido cuatro días antes Ignacio Zuasnabar, director de Equipos, en una entrevista concedida al programa de radio Rompkbzas a propósito de la pesquisa que venimos comentando: «Lo que más me sorprendió es la cantidad de uruguayos que están de acuerdo con la idea de que se sienten emocionalmente agotados en el trabajo. Un 24 por ciento lo dice, y cuando uno mira las condiciones objetivas del trabajo de esas personas, dice, bueno, no deberían quejarse tanto», manifestó el sociólogo (aunque inmediatamente agregó: «pero esa discusión no es relevante; no se puede discutir la sensación térmica con la temperatura»).
Sin embargo, la alusión a las «condiciones objetivas» apuntaba claramente al sector que más emocionalmente agotado se expresaba, a aquel donde la frase «cuando me levanto por la mañana y me enfrento a otra jornada de trabajo me siento fatigado» era suscripta por el 40 por ciento de los consultados: los empleados públicos. Sorprendentemente este guarismo significaba casi el doble del acuerdo que obtenía la frase entre asalariados privados (22 por ciento), cuentapropistas y patrones trabajadores (21). A su vez, si la sentencia sobre el agotamiento emocional era compartida por el 21 por ciento de los asalariados privados, entre los públicos la acompañaba el 34.
«Es de las cosas más lógicas que he oído al respecto», aseguró Conrado Ramos, consultado por Brecha sobre estos números. El dirigente del Partido Independiente es, como se recordará, politólogo experto en administración pública y durante la primera administración de Vázquez, cuando todavía se hablaba mucho de la «reforma del Estado», ocupó la subsecretaría de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (Opp).
«Uruguay está a mitad de la tabla en las mediciones internacionales sobre servicio civil y, en algunos subsistemas, bastante peor. ¿Cuál es el incentivo en su carrera que tiene un funcionario público? Que lo acomode un político. ¿Cuánto hace que no hay concursos de ascenso en los ministerios? ¿Cuándo un trabajador participa en la toma de decisiones de su dependencia? No los dejan. Viene el político con sus asesores y le dicen, correte para un costado, dedicate a tu rutina que acá las decisiones las tomo yo. Hay un pacto perverso. Los políticos no confían en los burócratas y los burócratas se vengan: te trancan en cuanto pueden. En un clima de hostilidad, un clima laboral pésimo. Por el sistema de remuneraciones el salario depende del lugar en que trabajás y no de lo que hacés. Sucede dentro de un mismo ministerio. Por hacer la misma cosa una persona tiene una remuneración muy distinta si trabaja en Casinos o si lo hace en Catastro. Cada unidad ejecutora tiene beneficios distintos y dependés de que un político te redistribuya en una donde se gane más. Los incentivos de hacer una carrera, de realizarse, son, en el sector público, muy bajos. Y además está el desprestigio público, que nuestra propia clase política alimenta. Cuando estábamos en la Opp, hicimos una encuesta con Bottinelli: la imagen general es pésima (aunque si preguntás por organismos particulares, mejora). Entonces trabajás en un lugar mal visto, la relación con el sistema político es de desconfianza mutua, no te dejan acceder a la parte más linda de cualquier empleo que es participar en la toma de decisiones y los sistemas de desarrollo profesional no promueven la capacitación de las personas, ¿qué otros resultados podían obtenerse con esa encuesta?», declaró Ramos.
«Y además está la anomia», agregó el sociólogo Eduardo de León, que a principios de 2000 se desempeñaba como docente en la Oficina de Servicio Civil: «la anomia, la falta de responsabilidades claras, la contradicción permanente entre las normas que se proclaman y las que efectivamente funcionan generan una sensación de falta de sentido que puede ser más fuerte incluso que la que padecen algunos trabajadores del sector privado».
Pero ¿la estabilidad laboral no les alcanza? Contra la impresión generalizada, de acuerdo a la pesquisa de Equipos, el 39 por ciento de los asalariados públicos tiene un contrato a término. «Como está limitada la contratación de funcionarios públicos se dan este tipo de contratos, con todo lo que eso significa en materia de derechos sociales, la licencia por maternidad de las mujeres y beneficios parecidos. Sólo la Opp y algún otro organismo han implementado soluciones para estos problemas», añadió Acosta.}
Clase de clase
Para la socióloga, el hallazgo más importante de la investigación es la heterogeneidad radical dentro de la clase trabajadora. Según sus datos uno de cada cinco uruguayos aceptaría trabajar por 15 mil pesos mensuales en la mano, y uno de cada 20, por menos de 50 mil, no se molesta. Pero con ser tan relevante a la hora de parar la olla, tal vez esta sea la menos interesante de las heterogeneidades. «Se rompió esa cosa de categoría, esa cosa de la clase; no hay más clase obrera, no hay más clase trabajadora, hay múltiples clases, múltiples trabajadores, infinitas segmentaciones», provocó Acosta, entrevistada el lunes en un despacho de la sede de Equipos, mientras que desde las caricaturas que cuelgan de sus paredes la miraban Max Weber, Carlos Marx y Robert Merton.
«Siempre hay una referencia, en el fondo siempre hay una idea de las clases», comentó en cambio Supervielle, el miércoles de tardecita ya apurado rumbo a la parada para no perder el último ómnibus que salía antes del paro. No hace mucho, con Mariela Quiñones, había propuesto asumir la definición de clases planteada por su colega francés Luc Boltanski: distinguir aquellos «que disponen de un amplio margen de capacidad de acción no solamente sobre sus vidas sino también sobre la de un número más o menos elevado de personas», de quienes «disponen de un relativo dominio de las acciones que conciernen a su propia vida, pero que tienen pocos medios de constreñir el campo de acción de otras personas» y, finalmente, de los «que no tienen dominio de sus propias vidas ni de la de otros».(4)
Notas
1) De acuerdo al citado documento del Cuesta Duarte, el salario real promedio del sector privado se ha incrementado un 0,72 por ciento en los últimos 12 meses, mientras que en el sector público el incremento ha sido del 0,70 por ciento. El Ine refiere un crecimiento apenas mayor: 0,77 y 0,78, respectivamente.
2) Cabe precisar que el universo de la muestra incluye asalariados (que son el 74 por ciento), cuentapropistas (que representan el 17) y patrones que trabajan (que son el 7). Los resultados presentados por Equipos permiten apreciar que la menor adhesión a las organizaciones gremiales se constata entre patrones y cuentapropistas (9 por ciento), que es mayor entre los asalariados privados (16 por ciento) y mucho más importante aún entre los públicos (41 por ciento).
3) Juan José Calvo (coordinador), Atlas sociodemográfico y de la desigualdad social en Uruguay, fascículo 4, «Jóvenes en Uruguay: demografía, educación, mercado laboral y emancipación», Montevideo, 2014, disponible en el sitio web del Ine.
4) Mariela Quiñones y Marcos Supervielle, «La construcción de la cultura del diálogo social en Uruguay», en Revista de Ciencias Sociales número 29, Montevideo, 2011.