Pareciera que Pedro Pablo Kuczynski se ha tomado en serio lo que algunos le dicen en las redes: «Usted, se cree el Presidente de Venezuela». Y es así. El líder de «Peruanos por el Kambio» actúa como si los acontecimientos ocurridos en la Patria de Bolívar, lo tocaran directamente. Si una opción Internacionalista guiara tal […]
Pareciera que Pedro Pablo Kuczynski se ha tomado en serio lo que algunos le dicen en las redes: «Usted, se cree el Presidente de Venezuela».
Y es así. El líder de «Peruanos por el Kambio» actúa como si los acontecimientos ocurridos en la Patria de Bolívar, lo tocaran directamente.
Si una opción Internacionalista guiara tal propósito, el asunto podría ser encomiable. Pero es al revés: no es la solidaridad con el pueblo venezolano el que entusiasma a nuestro Mandatario, sino más bien es el accionar terrorista de una oligarquía ya vencida que pelea como gato panza arriba para preservar lo que pueda de sus privilegios; lo que encandila a PPK.
Es, adicionalmente, el afán de liderar la causa del Imperio para caerle el gracia al nuevo inquilino de la Casa Blanca, de quien denostara hasta hace algunos meses.
Por eso toma todas las iniciativas: instruye a Migraciones para que les facilite visas a los «refugiados» de ese país; les otorga prebendas inusuales: empleo, remuneraciones, atenciones de salud, beneficios laborales. Y opina sobre todo lo que ocurre en Venezuela. Mete su cuchara sin que nadie le pregunte.
Recientemente, saludó a la «contra» venezolana por la pantomima del pasado 16 de julio, augurándole «una pronta victoria», sin tener idea del fracaso de la ridícula acción desplegada por la MUD, y en la que una sola persona pudo sufragar 17 veces para multiplicar sus intenciones.
La campaña contra la Venezuela Bolivariana, en nuestro país, ha llegado al paroxismo. Nadie en su sano juicio podría entender cómo se mantiene un gobierno que registra un tan alto nivel de «impopularidad».
O bien se trata de un gobierno super poderoso; O esa cacareada «impopularidad», no existe. Es simplemente un invento de medios de comunicación que machacan cotidianamente sobre un mismo tema, repitiendo hasta el aburrimiento, que ese gobierno es «detestado» por la ciudadanía.
Y como nadie está en capacidad de mantenerse contra la voluntad de un pueblo alzado, entonces debemos admitir que, en torno al tema, asoman otras explicaciones.
La «contra» venezolana está aplicando todos los recursos que tiene a la mano para enfrentar un proceso social de corte progresista y liberador.
Desató, primero, una suerte de «desobediencia civil» a la gestión pública. Después, inició bataholas sociales de distinto signo, que desembocaron en agresivas acciones focalizadas en una zona de Caracas.
Hoy despliega una ofensiva violenta que dura ya casi cien días, y a la que enfrenta el gobierno apenas con gases lacrimógenos porque luce maniatado por disposiciones legales que impiden a la policía hace uso de armas de fuego para defenderse; como ocurre aquí, por ejemplo.
Pero no se queda en pequeño. Incapaz de enfrentar una consulta ciudadana que podría facilitar una salida democrática a la crisis que agobia al país, la «contra» alentó, el domingo pasado una descomunal farsa que encontró mucho más acogida aquí, que en Caracas. La TV y los medios de comunicación radiales e impresos, en nuestro país, le concedieron una cobertura publicitaria más amplia que aquella que le permiten a la huelga de los médicos, al paro de los maestros en el Cusco y otras ciudades del sur del país, o al conflicto minero que desembocó en una huelga laboral en el sector.
Y claro, eso explica que PPK haya preferido hablar sobre «el plebiscito caraqueño» en lugar de ocuparse de los conflictos sociales, instruyendo a sus ministros para que los resuelvan con un elemental sentido de justicia.
La «contra» Venezolana, va por más. No sólo busca frustrar la votación del 30 de julio destinada a elegir una Asamblea Constituyente; sino que desatada una «huelga general de la burguesía» en todos sus extremos. Una manera práctica de mostrar cómo es que lloran los ricos cuando tocan sus oscuros privilegios.
Un Paro Nacional -como el del 19 de julio de 1977, en el Perú, por ejemplo- puede ser decretado en un país, por una organización sindical con autoridad, y prestigio de masas. Y puede ser respaldada y llevada a la práctica de instituciones y organizaciones sociales vigorosas consustanciales a una sociedad en marcha.
Pero ese no es el caso de esta medida «de lucha» impulsada en la Patria de Bolívar. Ninguna Central Sindical y ninguna organización de trabajadores, ha «convocado» esta «Huelga Nacional» que los medios peruanos saludan con tan envidiable entusiasmo.
Este «Paro» no afectará en absoluto la economía del país, más allá de lo que la afecta la «corrida de capitales» que provoca la ofensiva sediciosa de la derecha fascista. Y no generará cambio alguno en el escenario político venezolano, porque el gobierno de Nicolás Maduro -aunque le pese a PPK y los suyos- cuenta con el apoyo mayoritario de la población, sobre todo con el respaldo de los trabajadores, que no se muestran dispuestos a sumarse al siniestro juego de la reacción.
Debiéramos ser conscientes, sin embargo, que esta ofensiva no se habrá de quedar en pequeño. La denominada «Mesa de Unidad Democrática» ahora habla de un supuesto «programa de gobierno», y mañana querrá proclamar el surgimiento de un «gobierno democrático en la clandestinidad» ¿Con qué propósito? Uno muy simple: que gobiernos como el de PPK -y podría sumarse a Macri, Temer o Peña Nieto- lo «reconozcan»; y así lo sitúen en la posibilidad de demandar a la Comunidad Internacional «apoyo militar» para derribar al gobierno de Maduro. Los pasos para procesar una intervención armada contra Venezuela, marchan de modo acelerado. La OTAN, luce atenta.
Por eso los peruanos debemos seguir con atención el hilo de esta madeja. Ella no está destinada sólo a golpear al pueblo venezolano. Forma parte de una nueva arremetida contra el Proceso Emancipador Latinoamericano. Debemos, entonces, exigirle a PPK dos cosas: que saque sus manos de Venezuela, y que atienda y resuelva las legítimas demandas sociales que hoy enarbolan los trabajadores. Si no lo hace, habrá de enfrentar -más pronto de lo que cree- una verdadera Huelga General destinada a enfrentar el «Modelo» neo Liberal que agobia a nuestro pueblo. (fin)
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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