Traducido por Antoni Jesús Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez
¿Por qué un ciudadano de izquierda, preocupado por el rumbo que está tomando el país [1], temeroso de que la distancia entre los ciudadanos y el sistema político democrático se agrave, descontento con la falta de unidad entre las fuerzas de izquierda sociológicamente mayoritarias, tiene difícil contener la rabia ante las insondables uniones divisionistas y divisiones unitaristas del Partido Socialista (PS)? Por tres razones. En primer lugar, el sentimiento de impotencia: sabe que si diera un golpe sobre la mesa el único efecto posible sería magullarse, dada la incapacidad del partido para distinguir la lucha política de la lucha por cargos políticos. En segundo lugar, la sensación de peligro: el país necesita una alternativa política y el PS, siendo decisivo en su construcción, parece más dispuesto a desistir antes de si quiera intentarlo. En tercer lugar, inconformismo ante el desperdicio de la oportunidad: el PS tiene algún potencial para reinventarse como partido de izquierda, un potencial muy limitado y problemático, pero existente, a pesar de todo.
Me centro en la última razón porque es la única que permite transformar la rabia en esperanza, a pesar de que esta apenas se distinga de la desesperación. Dos hechos bloquean este potencial y otros dos pueden activarlo. El primer bloqueo deriva de la calidad de los líderes. La talla de Mário Soares creó una sombra difícil de disipar. Los líderes posteriores se distinguieron más por la integridad ética que por el coraje político (Vítor Constâncio, António Guterres y Jorge Sampaio). El más lúcido y valiente de todos, Ferro Rodrigues, fue asesinado políticamente de manera sumaria y vergonzosa (mediante la fabricación de su implicación en el proceso Casa Pía).
El segundo bloqueo está relacionado con la pérdida de cultura socialista (y de cultura general) entre los dirigentes, que amortigua las divisiones políticas y agudiza las personales. Quien no es militante del PS (la inmensa mayoría de los portugués) no entiende la hostilidad entre José Sócrates y António José Seguro, cuando ambos son producto de la misma tercería vía (entre capitalismo y capitalismo) que doblegó a los partidos socialistas europeos a las exigencias del neoliberalismo y les hizo vender el alma del Estado de bienestar social. Seguro está condenado a seguir a Sócrates en peores condiciones sin ni siquiera (querer) tener margen de maniobra para las medidas de reforma del Estado con la ciudadanía que los gobiernos de Sócrates llevaron a cabo con cierto éxito. Produce escalofríos pensar que ni tan sólo podrá frustrar las expectativas porque son nulas.
El primer hecho activador del potencial de transformación del PS es el contexto europeo y mundial. El sur de Europa, Oriente Medio y el norte de África son las caras más visibles del vértigo depredador de un capitalismo salvaje que solo se reconoce en la extracción violenta de los recursos humanos y naturales. Ahora es más evidente que nunca que el socialismo democrático fue construido a contracorriente, con mucha lucha y coraje. La Guerra Fría le permitió economizar en la lucha y en el coraje, hasta el punto de no poder resistir hasta el final. Entonces quedó claro que el coraje y la voluntad de lucha de los socialistas se habían transformado en un instrumento de la Guerra Fría, capaz de aplicarse contra comunistas e izquierdistas, pero nunca contra capitalistas. Es muy posible que no sean los socialistas quienes reinventen el socialismo democrático. Pero una cosa es cierta: la idea de otro mundo posible nunca fue tan urgente y necesaria y en ella reside la última reserva democrática del mundo.
El segundo hecho potenciador es que los socialistas portugueses ya mostraron ser conscientes de que cualquier victoria que su actual líder les proporcione a corto plazo será pagada en el futuro con pesadas derrotas. Los militantes socialistas jóvenes y pobres -que (¿todavía?) no se enriquecieron en el gobierno ni en las empresas- leyeron con atención el libro de Antonio Costa, Camino abierto, publicado en 2012, y ciertamente quedaron tan impresionados como nosotros con la experiencia de gobierno, la lucidez política, la capacidad de negociación con los adversarios, revelada por el autor en un libro que retrata como pocos el Portugal político de los últimos veinte años y abre pistas luminosas sobre los desafíos que la sociedad portuguesa enfrenta. Deben sentir, como nosotros, dificultad para contener la rabia. ¿Podrán golpear con el puño en la mesa y provocar algún efecto además de magullarse? La tragedia del socialismo democrático actual es ser un fuego apagado que solo enciende las brasas cuando cambia el coraje político por la ética, como si el coraje político no fuese eminentemente ético.
Notas
[1] Se refiere a Portugal. (N. T.)
Artículo original del 8 de febrero de 2013.
http://visao.sapo.pt/ps-politica-surrealista=f711257
Boaventura de Sousa Santos es sociólogo y profesor catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra (Portugal).