Aunque oficialmente Puerto Rico es un «Estado Libre Asociado» a Estados Unidos, lo cierto es que la pequeña isla caribeña es una colonia estadounidense. Puerto Rico fue una colonia española durante 400 años. Y se convirtió en colonia estadounidense en 1898 tras la derrota del ejército de ocupación hispano por cuenta de la fuerzas armadas […]
Aunque oficialmente Puerto Rico es un «Estado Libre Asociado» a Estados Unidos, lo cierto es que la pequeña isla caribeña es una colonia estadounidense. Puerto Rico fue una colonia española durante 400 años. Y se convirtió en colonia estadounidense en 1898 tras la derrota del ejército de ocupación hispano por cuenta de la fuerzas armadas de EU. La ocupación militar española fue sustituida por la ocupación militar estadounidense. De modo que desde la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas en 1492 hasta la fecha Puerto Rico no ha dejado de ser colonia. Más de 400 años de ser colonia española y más de 100 de ser dominio de EU.
Para mantener este dominio colonial EU se ha valido de todos los recursos propios de los colonizadores: las leyes a modo, la más cruel represión, la cárcel, la incomunicación, la tortura y la ocupación militar permanente. Todo ello destinado a la liquidación del poderoso e inclaudicable movimiento independentista boricua.
«Como pueblo -ha dicho Óscar López, luchador independentista boricua recientemente liberado tras pasar 36 años en una prisión de EU- no hemos experimentado nunca la libertad. Sin embargo, siempre hemos luchado por descolonizarnos».
Que Puerto Rico es una colonia y no un «Estado Libre Asociado», como dice la propaganda yanqui, lo demuestra palmariamente el hecho de que la soberanía de la isla reside en el Congreso de EU, pues (como consigna la infaltable Wikipedia) «para el manejo de sus asuntos internos la isla está sujeta a los poderes plenos del Congreso estadounidense mediante la llamada Cláusula Territorial», la que bien podría llamarse cláusula de colonización, un engendro jurídico muy semejante al artículo 155 de la Constitución española que ahora mismo se está aplicando en Cataluña para frenar la lucha independentista catalana, y que demuestra que la soberanía de Cataluña no reside en el pueblo catalán, sino en las Cortes españolas, el equivalente hispano del Congreso de EU.
¡Cuánta similitud entre Puerto Rico y Cataluña!: persecución judicial, calumnias, marginación y cárcel para los líderes independentistas; soberanía popular secuestrada; ocupación militar permanente; y una campaña perenne de propaganda sucia, cada vez menos creíble, que busca presentar el estatus colonial como fruto de la voluntad popular de puertorriqueños y catalanes.
Según las leyes estadounidenses Puerto Rico es bilingüe, pero la inmensa mayoría de los puertorriqueños sólo hablan español, a pesar de los esfuerzos de los colonizadores por implantar en la población de Puerto Rico la lengua inglesa. Así pues y a pesar de los esfuerzos de los colonizadores yanquis, Puerto Rico conserva y usa su lengua vernácula, como Cataluña usa y conserva su lengua vernácula, el catalán, por encima de los esfuerzos de Madrid por marginar al catalán en los ámbitos de la política, la gobernación, el comercio, la economía y la cultura.
Muy lejos de la independencia y del ejercicio libre de su soberanía, Puerto Rico se resiste desde hace más de un siglo a la plena colonización yanqui. Como los catalanes que, cada vez más cerca de la independencia, se resisten al abandono del independentismo como causa popular y patriótica esencial.
En Puerto Rico y en Cataluña cobran renovada vigencia los dos mayores principios del derecho internacional: el que dicta que la soberanía radica en el pueblo, y el que establece como base de la convivencia pacífica entre las naciones la libre autodeterminación de los pueblos.
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