Los países de Nuestra América van despertando después del ciclo conservador que en los últimos años ha tenido lugar, nuevas expresiones de inconformidad dan sentido al pulso cada vez más consciente que moviliza la esperanza de mejores condiciones sociales, el turno ha tocado a Puerto Rico, país llamado de manera oficial «Estado Libre Asociado», pero […]
Los países de Nuestra América van despertando después del ciclo conservador que en los últimos años ha tenido lugar, nuevas expresiones de inconformidad dan sentido al pulso cada vez más consciente que moviliza la esperanza de mejores condiciones sociales, el turno ha tocado a Puerto Rico, país llamado de manera oficial «Estado Libre Asociado», pero que en la realidad es una neo-colonia estadounidense, tal como lo advirtieran en el siglo XIX Simón Bolívar y José Martí, al hablar sobre el peligro que representa el imperialismo para la región latinoamericana. En los últimos días miles de ciudadanos puertorriqueños salieron a las calles a exigir la renuncia del gobernador Ricardo Rosselló, quien finalmente, dimitió al poder el pasado miércoles 24 de julio, abriendo el camino al establecimiento de un nuevo gobierno y extendiendo la ilusión boricua de otra realidad.
El suceso es sin duda una muestra de la fuerza que la organización social y popular da a los pueblos que viven bajo condiciones de opresión, en este caso, la corrupción tan profunda, la discriminación a los marginados y la homofobia expuesta de la manera más grosera, terminaron de catapultar el deseo común de la sociedad de un fin para el gobierno desprestigiado e impopular. Los pueblos del mundo deben tomar como ejemplo las movilizaciones por su fuerza y unidad como formas de lucha para derrocar las diversas formas de dominación que viven, particularmente Latinoamérica, habrá de sacar sus lecciones para estos tiempos, en los que por un lado resurge o persiste el ala progresista, pero por el otro, también es evidente que formas neofascistas e intervencionistas asolan las libertades, véanse como ejemplo de una y otra afirmación países como México, Cuba, Bolivia, Venezuela, Brasil, Colombia, Honduras, Perú, Guatemala y Argentina.
La alegría que hoy genera ver el deseo de un pueblo consumado por liberarse de un gobierno corrupto y discriminador, no debe extrapolarse a horizontes que aún continúan bajo la mesa de la agenda pública, si bien, en Puerto Rico hay una larga tradición de lucha independentista, las fuerzas progresistas siguen sin alcanzar el nivel que les permita plantear ya sea en términos electorales o de fuerza popular, un cambio definitivo de su situación neocolonial o de «Estado libre asociado» como eufemísticamente se le llama. La destitución del gobernador Ricardo Rosselló, sirve para mostrar el poder de la organización y la consciencia compartida, pero en la realidad puertorriqueña por las leyes coloniales que le rigen el siguiente paso no es la celebración de elecciones libres o la celebración de una nueva constituyente, sino que la Constitución vigente desde 1952, establece que el propio gobernador destituido será quien nombre antes del 2 de agosto a su sucesor, lo cual como se puede inferir, sucederá a modo del interés compartido entre grupos políticos reaccionarios y la condición imperialista que limita la democracia.
Para que Puerto Rico transite a la independencia falta que el clamor nacional aglutinante en las hermosas protestas que han tenido lugar exija el replanteamiento de la normatividad que les rige, en otros momentos se han efectuado plebiscitos populares para una posible ruptura de la condición colonial, el último se efectuó en el 2017, quedando establecida la continuidad que hasta ahora perdura, pero con la participación minoritaria de un 23 por ciento del padrón y una serie de elementos que empañaron el proceso, lo cierto es que en el interior de las grandes movilizaciones, voces críticas pujan por lograr colocar nuevamente la demanda de independencia a la luz de todos, sin embargo, también es cierto que en el sentir de muchos puertorriqueños subsiste un deseo de al fin gozar en plenitud de los mismo derechos que todos los ciudadanos estadounidenses, lo complejo de la situación se agudiza al poner de manifiesto la disyuntivas que pudiera conducir al pueblo boricua a su emancipación plena o a su propia subordinación total. El nacionalismo observado juega un doble papel, puede ser el detonante de nuevas movilizaciones al establecerse el gobierno sustituto adoptando demandas mucho más radicales o servir para la desmovilización adscribiendo la sumisión como hecho.
La resistencia puertorriqueña a una asimilación plena por los Estados Unidos está presente en su historia y puede verse en su cultura, donde formas autóctonas y formas hibridas dan sentido al carácter particular de ese pueblo en todas sus formas, tal y como sucede a lo largo de Nuestra América, el deseo de la independencia plena para nuestros países hace expresar esperanza a favor del crecimiento de un movimiento independentista puertorriqueño que ponga fin a su situación neocolonial y haga frente a la injerencia imperialista para el bien de nuestras naciones hermanas.
Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas
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