Qué mejor escenario que La Habana para un debate serio sobre las perspectivas de la Izquierda latinoamericana. Hace casi medio siglo triunfó en Cuba la primera revolución socialista del continente. Desde entonces, la realidad ha cambiado mucho en casi todos los ámbitos. Esto es particularmente sensible para el programa, los métodos de organización y las […]
Qué mejor escenario que La Habana para un debate serio sobre las perspectivas de la Izquierda latinoamericana.
Hace casi medio siglo triunfó en Cuba la primera revolución socialista del continente.
Desde entonces, la realidad ha cambiado mucho en casi todos los ámbitos. Esto es particularmente sensible para el programa, los métodos de organización y las formas de lucha de la Izquierda.
La nueva época exige reacondicionar estrategias y formas orgánicas para librar batallas exitosas. Los objetivos son los mismos del pasado pero exigen nuevas formas. La Izquierda tiene que desembarazarse de lastres que limitan su crecimiento orgánico y su influencia ideológica. El dogmatismo y el reformismo paralizantes, el verticalismo en la toma de decisiones, el enclaustramiento orgánico y el burocratismo que limitan su accionar a los espacios que permite la institucionalidad, son ruedas de molino en el cuello de las izquierdas. Muchas, además, sólo son siglas carentes de contenido social y político y deberían rendirse a la verdad.
La esencia del ser revolucionario -vigente en la contradictoria realidad de hoy que acentúa la explotación e injusticia, la discriminación y el abuso, y a la vez la colonización cultural e ideológica del neoliberalismo -, exige inteligencia y creatividad. Ellas surgen de los movimientos sociales y de las experiencias de poder popular que constituyen la base real de todo proyecto de Izquierda. Así lo demuestran recientes experiencias electorales como las de México y Colombia. Morena y el Movimiento Progresistas son fenómenos importantes a ser analizados y asimilados por la Izquierda latinoamericana. Lo mismo debe decirse de la revolución bolivariana y de las experiencias de Bolivia y Brasil. ¿Y por qué no de loscambios en curso en Cuba?
La economía ha sido el talón de Aquiles de varias experiencias revolucionarias. Entre otras razones porque han confundido socialismo con estatismo. Socialismo, como su nombre lo indica, significa socializar el poder, gobernar desde y por la base social. Estatismo solo es un mecanismo cuya aplicación se hace necesaria en determinadas áreas y sectores de la economía, siempre bajo control popular, para atender mejor las necesidades del pueblo.
En suma, el proyecto revolucionario latinoamericano de nuestros días tiene que labrar objetivos fundamentales para consolidar una mayoría social y política capaz de gobernar países y de estructurar la integración continental. Conciencia, organización, alimentos, medicinas y armas son requisitos de gobiernos estables capaces de derrotar la inevitable conspiración burguesa y las agresiones del Buitre del Norte.
(Declaraciones a la agencia cubana de noticias Prensa Latina, julio de 2018).
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