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Regímenes de excepción no toleran líderes populares

Fuentes: La Jornada

Los regímenes  de excepción son el tipo de sistema político que corresponde a los gobiernos de restauración liberal. En Argentina, en Brasil y en Ecuador se revelan como el modelo político compatible con administraciones que reaccionan en contra de los gobiernos populares, antineoliberales. Son sistemas políticos basados en la judicialización de la política, como forma […]

Los regímenes  de excepción son el tipo de sistema político que corresponde a los gobiernos de restauración liberal. En Argentina, en Brasil y en Ecuador se revelan como el modelo político compatible con administraciones que reaccionan en contra de los gobiernos populares, antineoliberales.

Son sistemas políticos basados en la judicialización de la política, como forma de criminalizar a los líderes populares, así como a los movimientos sociales y a las formas alternativas de medios de comunicación. Una alianza entre los medios monopolistas de comunicación, los partidos de derecha, sectores del Judicial y de la policía, son el bloque político que implementa los regímenes de excepción.

Un rasgo típico de esos regímenes de excepción es la persecución a los líderes populares, pero que representan como defensa de los programas antineoliberales, de extensión de los derechos sociales y políticos a todos, de soberanía nacional, de crecimiento económico y de expansión del mercado interno de consumo de masas.

Típicos de la coyuntura política actual son los intentos de excluir de la posibilidad de que los líderes más populares que esos países han tenido en este siglo, puedan volver a postularese para ser presidentes de nuevo. Lo que ha pasado recientemente en Ecuador es una expresión más de que regímenes que adhieren a proyectos antipopulares y antidemocráticos tienen como obsesión excluir la posibilidad de enfrentarse a candidaturas que representan exactamente lo que ellos tratan de contradecir.

Lo que confirma que el gobierno de Lenín Moreno traiciona el mandato que ha recibido es que nada de lo que hace -incluso el referendo- estaba en su esquema de candidatura y deja de defender lo que estaba en ese programa. Pone la responsabilidad de la situación económica en los supuestos gastos excesivos del gobierno de Rafael Correa, precisamente como dice la derecha ecuatoriana. Y como hacen las derechas de Argentina y de Brasil.

Para defender ese tipo de posición, no puede enfrentarse a Correa, que representa exactamente lo opuesto. Entonces tiene como objetivo central, su exclusión como posible candidato que proponga la retomada del programa más exitoso de la historia de Ecuador.

Así como la derecha boliviana se empecina en intentar que Evo Morales pueda ser de nuevo candidato. Saben que no pueden enfrentarlo en campaña democrática, por ello les gustaría excluirlo de la contienda. A la vez que desarrolla la campaña mediática -en la prensa tradicional y en Internet- más sucia que Bolivia ha conocido, similar a la que hizo en la campaña del referendo con la absurda invención de una supuesta amante e hijo clandestino de Evo.

Trata de rebelar a sectores de clase media que se sienten incomodados por la afirmación de los derechos de la masa indígena del pueblo boliviano, por ello desarrollan campañas racistas, de discriminación, con mentiras y acusaciones falsas. Saben que es la única manera de conquistar apoyos para disputar con Evo Morales, responsable por el gobierno que ha transformado de la manera más extraordinaria a Bolivia.

Al igual que en Argentina se busca criminalizar a Cristina Kirchner, para intentar excluirla, vía judicial, de la política, de la posibilidad de que dispute la presidencia del país y vuelva a ejercer plenamente su liderazgo popular, sin las absurdas acusaciones con que intentan ensuciar su prestigio y su apoyo popular. Conforme el gobierno de Macri va perdiendo apoyo, resultado sobre todo de su política económica antipopular, favorable a los bancos, necesita intensificar los ataques a Cristina, para buscar que no se imponga la comparación central en el país, entre el gobierno antineoliberal de ella y el gobierno neoliberal de Macri.

Lula es objeto de la más monstruosa campaña de persecución política, paralela al apoyo popular expreso en todas las encuestas, haciendo que sea el único líder brasileño en condiciones de pacificar el país, retomando un proyecto que ha hecho la economía crecer con distribución de renta, como Brasil nunca había conocido. Se suceden los procesos, al mismo tiempo que explotan los escándalos en contra de los mismos jueces que lo acusan, de utilizar auxilios habitación, aún teniendo fastuosas casas propias, como forma de superar el techo de salarios que podrían recibir. Sérgio Moro lo justifica como forma de aumentar los sueldos milionarios que ya tienen.

Se suman así las persecuciones a Lula, a Evo Morales, a Rafael Correa, a Cristina, como formas de intentar excluir, vía judicial e intentos de destrucción de la imagen pública de esos líderes, de la disputa política. Esto es otro rasgo de los regímenes de excepción que se han instalado en Argentina, en Brasil y que ahora surgen en Ecuador y que es el proyecto de la derecha en Bolivia.

La izquierda, el movimento popular, todos los que defienden la democracia en nuestros países, tienen que empeñarse a fondo en la resistencia en contra de los regímenes de excepción, en la denuncia de su carácter antidemocrático, en su objetivo de restauración neoliberal. De ese enfrentamiento depende el futuro del continente por mucho tiempo

 
Fuente original: http://www.jornada.unam.mx/2018/02/08/opinion/016a1pol