En uno de sus artículos imprescindibles, «Venezuela, anatomía de una ofensiva golpista» [1], el gran y fino analista Íñigo Errejón señalaba que «la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales del 14 de abril en Venezuela por poco más de 273.000 votos y 1,83 puntos de diferencia fue mucho más estrecha de lo esperado […]
En uno de sus artículos imprescindibles, «Venezuela, anatomía de una ofensiva golpista» [1], el gran y fino analista Íñigo Errejón señalaba que «la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales del 14 de abril en Venezuela por poco más de 273.000 votos y 1,83 puntos de diferencia fue mucho más estrecha de lo esperado por propios y extraños, incluyendo a los electores que con independencia de sus preferencias declaraban en los sondeos sentirse seguros de su triunfo». Recuerda IE oportunamente que el ex candidato Henrique Capriles «tildó la misma noche del domingo a Maduro de «presidente ilegítimo», desconoció los resultados, al Consejo Nacional Electoral y al sistema electoral venezolano pese a saber que está auditado permanentemente por todos los actores políticos y por misiones internacionales», y pese a saber, añade IE (el punto es más que importante) que fue la misma diferencia «con el que él ganó recientemente por dos puntos la gobernación del Estado Miranda, el que rigió las primarias opositoras de Febrero de 2011 y con el que la oposición derrotó al chavismo en el referéndum constitucional de 2007». Apenas unas decenas de miles de votos con reconocimiento inmediato del entonces presidente Hugo Chávez. La diferencia es esencial.
Las siguientes escenas dirigidas y protagonizadas por la «oposición» «venezolana» son también conocidas: llamamiento a la movilización contra el fraude, «un viejo fantasma de la derecha venezolana, nunca demostrado pero que se convoca y obtiene eco internacional con facilidad, especialmente cuando gana por poco margen una opción permanentemente sospechosa que necesita victorias de dos dígitos para que le sean respetadas». El lunes 15 de abril, al día siguiente de las elecciones, prosigue IE, «el país vivió una ola de violencia contra partidarios de la fuerza política ganadora de las elecciones, contra instituciones públicas y misiones sociales y contra los miembros del Poder Electoral». ¿Con qué resultado hasta el momento? Con el siguiente resultado: «10 personas asesinadas, todas ellas simpatizantes o militantes chavistas con nombres y apellidos hechos públicos por la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía General, 25 Centros de Diagnóstico Integral (ambulatorios que prestan atención médica universal y gratuita, a menudo con la colaboración de médicos cubanos) asaltados o quemados, tres sedes del Partido Socialista Unido de Venezuela incendiadas, numerosos ataques a edificios públicos, de misiones sociales o viviendas de dirigentes bolivarianos». La barbarie de esta «oposición» tan pacífica y democrática no ha merecido por supuesto ninguna primera página ni alguna consideración de fondo en el muy democrático global-imperial. Los amigos son los amigos y los excesos se disculpan si es necesario. ¡Los negocios y el poder über alles!
Todo este escenario de enfrentamientos, manipulación y guerra de posiciones de fondo sucedió, está sucediendo en Venezuela. No muy lejos de allí, en un país hermano, en Paraguay, ha habido también elecciones recientemente. Cuenta en este caso Pablo Stefanoni – «Paraguay. Colorados al gobierno, ¿las mafias al poder?» [2]- que esas elecciones del pasado domingo 21 de abril «dieron el triunfo al Partido Colorado, que gobernó 60 años Paraguay bajo la mano dura de Alfredo Stroessner (35 años) y continuó «en democracia» tras el derrocamiento del dictador en 1989″. Las elecciones de esta semana surgieron de un golpe de estado -institucional pero golpe- del 22 de junio de 2012 y los resultados han sido muy escuálidos para las fuerzas progresistas: «el presentador televisivo Mario Ferreiro cosechó el 5,88%, el médico Aníbal Carrillo, apoyado por Lugo, 3,32% y Lilian Soto 0,16%».
El ganador del régimen ha sido Horacio Cartes, «el hombre que la primera vez que acude a votar lo hace por él mismo y llega a la presidencia paraguaya». ¿Y quién es este tal HC, se pregunta Pablo Stefanoni? El retrato que nos facilita: «Acusado de ser uno de los operadores del golpe de junio, Cartes ha logrado comprar voluntades y construir un rápido armado político a partir de su fortuna, investigada por Estados Unidos según se revela en informes filtrados por Wikileaks. Allí se destapa que sus empresas fueron infiltradas por la DEA por supuesto lavado de dinero. Una de las acusaciones que pesan contra Cartes se vincula al narcotráfico. El diario O Globo de Brasil citó informes de la agencia antidroga de EEUU y reseñó que «Horacio Cartes comanda una gran lavandería para mafias de varios países, principalmente el Brasil». Cartes es propietario de varias empresas, como Tabacalera del Este S.A. y Tabacos del Paraguay S.A., además de dirigente deportivo y empresario ganadero y bancario…». La narración sigue en términos similares.
Pero hay más. Los observadores de la Unión Europea que acudieron a las elecciones paraguayas observaron varias irregularidades. Entre ellas, la compra de votos, como en los viejos tiempos. Sin embargo, prosigue PS; «la compra de votos es parte de los «usos y costumbres» de la democracia corrompida por la clase política mafiosa, articulada con todo tipo de tráficos, dineros turbios y robos al Estado. Incluso los gobiernos progresistas ya felicitaron al ganador que prometió la vuelta al MERCOSUR» [3].
¿Y cómo es entonces que el primer resultado, el venezolano, es cuestionado prácticamente, y sin fundamento y contra toda evidencia, por todos los medios de comunicación-intoxicación dominantes del mundo y, en cambio, no tienen nada que decir sobre lo sucedido en Paraguay? ¿Por qué en este caso el resto es silencio, incluso fiesta, y en el primero es manipulación, enfrentamientos sociales y acciones criminales?
Corolario: no son medios de información, son instrumentos de poder, negocios e inculcación ideológica. Lo ya sabido, una vez más confirmado.
Notas:
[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=167215
[2] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=167223
[3] Pablo Stefanoni recuerda la siguiente infamia: «sin temor al ridículo un candidato a senador colorado dijo que si Cartes estuvo preso en la dictadura (por un delito económico) eso lo emparenta con…Nelson Mandela.»
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
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