Bajo el pabellón oeste que construyó Claude-Nicolas Ledoux en 1787 sobre las canteras de piedra caliza de Tombe-Issoire, en la Plaine de Montrouge, que albergaban desde el año anterior a las catacumbas, el gran osario de París, se encuentran unas angostas escaleras que se adentran en las profundidades de la tierra hasta llegar a un laberinto de dependencias oscuras donde Henry Rol-Tanguy instaló el puesto de mando de la resistencia francesa en 1944: son apenas seis estancias con la central telefónica, las bicicletas para asegurar la electricidad, el bureau del Estado Mayor y unas angostas duchas y retretes. Desde allí, hoy Denfert-Rochereau, se dirigió la insurrección para liberar París de los nazis. El puesto de mando estuvo cerrado durante más de ochenta años, hasta que en 2019 se consiguió su apertura al público.
Henry Tanguy era un comunista francés, voluntario de las Brigadas Internacionales, que combatió al fascismo en España junto al ejército republicano, y que cuando miraba el Ebro en 1938 no podía imaginar que seis años después, con Francia bajo la ocupación nazi, dirigiría la liberación de París desde un búnker hermético a veinte metros de profundidad bajo esa plaza parisina de Denfert-Rochereau. Tanguy estuvo en España desde 1937, y cayó herido en el Ebro. Trabajó en la Renault de Boulogne-Billancourt, y conoció a quien sería su esposa, Cécile, en 1936; ambos eran comunistas, se encontraron en los locales de la CGT francesa, participaron en campañas de solidaridad con la España republicana y se incorporaron después a las Brigadas Internacionales. Tuvieron una larga vida: Rol-Tanguy murió en 2002, con 94 años; Cécile, en 2020, cuando ya había cumplido 101 años, pero su existencia no siempre fue tranquila: el padre de Cécile, un obrero comunista, fue detenido en abril de 1940 bajo el gobierno de Paul Reynaud, antes de la ocupación nazi de Francia, deportado a Auschwitz y asesinado en el campo de exterminio en 1942. Y la derrota y la ocupación de Francia trajeron días duros para ambos, viendo morir a su hija: Cécile recordaría después: «No me quedaba nada. Mi padre había sido detenido, no sabía donde estaba mi marido, y mi niña había muerto.» La pequeña Françoise tenía solo siete meses, y murió dos días antes de la entrada de los nazis en París. Cécile, alias Lucie, lleva en el cochecito de sus hijos (Hélène y Jean, nacidos durante la guerra en 1941 y 1943) documentos de la resistencia, mensajes, pistolas y granadas, cócteles molotov, mientras Rol-Tanguy vive oculto en diferentes domicilios, hilando la resistencia: adoptó entonces el nombre Rol en memoria de su camarada Théo, que había sido asesinado por las tropas franquistas en España. Henry Tanguy, convertido en el coronel Rol-Tanguy de la resistencia contra los nazis, nunca escribió sus memorias, pero aceptó verter sus recuerdos al historiador Roger Bourderon.
La primavera de 1940 fue atroz: el 3 de junio, los alemanes bombardean París y matan a 254 personas. No serían las únicas víctimas, porque entre 1942 y 1944 estadounidenses y británicos bombardearon también la ciudad: el 3 de marzo de 1942 atacan la Renault y matan a casi 500 parisinos, y el 4 de abril de 1942 los estadounidenses causan 300 muertos. Los bombardeos más violentos fueron en abril de 1944, cuando las bombas angloestadounidenses mataron a 1.500 civiles. Nadie lo hubiera imaginado antes, pero cuando las tropas alemanas se acercan a París el gobierno francés sigue reprimiendo: el 6 de junio de 1940, los periódicos revelan que más de cien militantes comunistas han sido detenidos, y celebran la mano dura contra la «subversión». Cuatro días después, un tribunal militar de París juzga a treinta y tres miembros del PCF.
El presidente del gobierno, Paul Reynaud; su predecesor, Daladier; su ministro del Interior, Mandel, y el ex primer ministro Édouard Herriot, repetían en esos días que si el gobierno abandonaba la capital ante la llegada de las tropas nazis, los comunistas empezarían a saquear, asesinar e incendiar la ciudad. Pese a esos temores, el gobierno abandona París el 11 de junio. Antes, ocho millones de personas se han lanzado a las carreteras para escapar del ejército alemán, en uno de los mayores éxodos de la historia de Europa. Desde el norte, los franceses que huyen quieren alcanzar el sur, un refugio, una casa amiga. Los tenderos cierran las puertas, las oficinas se vacían, las fábricas se detienen. Millones de personas cargan con unas pocas pertenencias para escapar de la guerra, de la ocupación alemana, en trenes abarrotados, en automóviles, coches de caballos, bicicletas, en carros tirados por bestias, carretillas de mano, atraviesan las pequeñas ciudades de provincias donde no pueden asistir a una masa que bloquea las calles y los caminos. Por el camino, sufren los bombardeos alemanes: más de cien mil franceses mueren en las carreteras y las cunetas, y decenas de miles de niños se extravían; son huérfanos, se han perdido o han sido abandonados, y vagan por la campiña. París y su periferia tenían, según el censo de 1936, casi 5.000.000 de habitantes; cuando la Gestapo hace otro recuento a finales de junio de 1940 para controlar el racionamiento, la ciudad y su extrarradio solo tiene 1.737.000 residentes. En las dos primeras semanas de junio, París se vacía, el caos y el pánico se apoderan de todos los rincones, y Francia colapsa. El caos, la desorganización y la estampida desesperada han sido tan impresionantes y demoledores que cuando las tropas nazis entran en La Charité-sur-Loire, una pequeña localidad a doscientos kilómetros al sur de París, encuentran vagones precintados que tienen en su interior los archivos del servicio secreto militar francés, el Deuxiéme Bureau del Estado Mayor. Tres días después de la salida del gobierno francés, la Wehrmacht entra en París y el mando del general Bogislav von Studnitz se instala en el hotel Crillon. En la sede del Ministerio del Interior, junto al Elíseo, los alemanes descubren los archivos de la policía de seguridad, con los expedientes del espionaje y contraespionaje. El 16 de junio, dimite Paul Reynaud, que contaba en su gobierno con De Gaulle. Ocho días después de la ocupación de París, Pétain firma el armisticio con Alemania; asegura que ha salvado el honor del país, pero nace la Francia de Vichy, la del colaboracionismo y la vergüenza. También, la resistencia.
La policía de Vichy sigue los pasos de Rol-Tanguy, que vive en la clandestinidad cambiando con frecuencia de domicilio. Carl Oberg es el jefe de la Gestapo en Francia, y colabora con René Bousquet, el responsable de la policía del gobierno de Vichy; su objetivo: desarticular la resistencia comunista. El Partido Comunista Francés, que había sido prohibido por el gobierno de Édouard Daladier (uno de los firmantes de los Acuerdos de Múnich) casi un año antes de la llegada de los nazis a Francia, y sus periódicos clausurados, organiza durante la guerra grupos armados de resistencia bajo el nombre de Francotiradores y Partisanos (FTP), dirigidos por Jacques Duclos, Charles Tillon y Benoît Frachon. Rol-Tanguy es desde 1942 el responsable de la región de París. Además de lanzar ataques y sabotajes en las ciudades, los FTP organizan también el maquis en zonas rurales y montañosas hostigando a las tropas alemanas. Para ser más eficaz y facilitar sus movimientos, Tillon opta por grupos armados con no más de veinte o veinticinco partisanos. Los maquis gaullistas optan por esperar al desembarco de tropas aliadas en Francia. Los alemanes recurren a la tortura, el asesinato y la deportación, al tiempo que siembran confusión entre los franceses: Goebbels crea una Radio Humanité, utilizando el nombre del diario del Partido Comunista y un lenguaje anticapitalista. En 1944, el PCF recibe un duro golpe: varios centenares de partisanos comunistas son detenidos por la policía de Klaus Barbie, varios son torturados hasta la muerte y otros deportados a los campos de exterminio nazis.
En mayo de 1943 se celebra la primera reunión del Consejo Nacional de la Resistencia (CNR), con Jean Moulin, delegado de De Gaulle. La unificación de las redes de la resistencia era imprescindible, pero llega la detención y asesinato de Moulin por las SS. Le sustituirá Georges Bidault y, tras la liberación de París, Louis Saillant. Los gaullistas de Île-de-France colaboran con los comunistas. El gobierno provisional del exilio estaba representado por Alexandre Parodi, que fue nombrado en marzo de 1944. Su adjunto era el general Chaban-Delmas, subordinado al general Koening, comandante de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI).
El programa de la resistencia aprobado en marzo de 1944 indicaba las decisiones que adoptaría el nuevo gobierno francés tras la derrota de los nazis: un plan de seguridad social para garantizar medios de vida a todos los ciudadanos, los derechos democráticos y un programa de nacionalizaciones que pretendía «el retorno a la nación de los principales medios monopolistas de producción, fruto del trabajo común, las fuentes de energía, la riqueza del subsuelo, las compañías de seguros y los bancos principales». El programa llevaba la impronta del Partido Comunista y el objetivo de asegurar la unidad de la resistencia.
El lunes 5 de junio de 1944, el coronel Rol-Tanguy es nombrado por la resistencia comandante de las FFI en la región de París. En julio se producen manifestaciones contra los ocupantes, y el 10 de agosto se inicia la huelga de los ferroviarios. El 13 de agosto de 1944, aparecen en la calle de Belleville los cadáveres de dos soldados alemanes, y el mismo día un sabotaje daña el depósito de las máquinas de la estación de Bercy. En la pared, dejan una leyenda: «Tous au repos, la Résistance«. El 15 de agosto, Chaban-Delmas llega desde Londres con una misión: el jefe de las FFI, general Pierre Koenig, ordena a Rol-Tanguy que detenga la insurrección. La orden se justifica alegando que los aliados iban a llegar a la ciudad en los primeros días de septiembre, pero los comunistas se lanzan a liberar París. Ese mismo día, los parisinos se sublevan, y en la mañana del 16 de agosto una treintena de miembros de la resistencia con ametralladoras y granadas subidos en tres camiones intentan entrar en el passage Doisy, cerca del Arco del Triunfo, para atacar a militares alemanes de la organización Todt. La acción es un desastre: advertidos, los hombres de las SS bloquean al comando de la resistencia y tras un violento y prolongado tiroteo matan a cuatro resistentes y capturan a otros veintisiete, y después a veinte más en la Porte Maillot. El 17, la emisora colaboracionista Radio París deja de emitir, y las tropas de ocupación circulan a toda velocidad en los grandes bulevares, mientras centenares de personas se agolpan ante la Porte Saint-Denis, con los alemanes cacheando al azar y disparando a quienes están concentrados en el bulevar Bonne-Nouvelle. El nerviosismo de los soldados alemanes es patente: tiran granadas en el interior del Café Le Trou de la Lune, en la esquina de Saint-Denis y en el bulevar Bonne-Nouvelle. Por la noche, continuan disparando ante cualquier sospecha. Eisenhower, que manda las tropas estadounidenses, no piensa liberar París, aunque De Gaulle, a la vista de la iniciativa de Rol-Tanguy y la resistencia comunista, le insiste para que envíe tropas a la capital. El general estadounidense acepta: como De Gaulle, no quiere tampoco que la liberación de París sea protagonizada exclusivamente por los partisanos comunistas.
Al día siguiente, 18 de agosto, tampoco aparecen los periódicos y estalla la huelga general. Charles Tillon, un metalúrgico que había sido diputado y que forma parte del trío que dirige el Partido Comunista durante la ocupación y es responsable de los francotiradores y partisanos comunistas, pone a todas sus fuerzas de París y de Île-de-France a las órdenes de Rol-Tanguy, mientras las tropas alemanas se atrincheran junto a los hoteles Meurice, Crillon y Majestic, y ante la Ópera, en los Inválidos y en los alrededores del Palais de Luxembourg.
Desde su puesto de mando en Denfert-Rochereau, Rol-Tanguy llama a la movilización general, y los partisanos se juegan la vida pegando la convocatoria en las calles de París. Cécile ha escrito el llamamiento a la insurrección: «Aux patriotes aptes à porter des armes. […] La France vous appelle! Aux armes, citoyens!» ¡A las armas, ciudadanos! Cécile, otras cuatro mujeres y la que está a cargo de la central telefónica, aseguran las comunicaciones y los operativos: son la columna vertebral del puesto de mando y reciben en el mayor secreto mensajes, llamadas, partisanos. Junto a Rol-Tanguy está el Estado mayor de la resistencia: Pierre Avia, Robert Villate, Eugène Van der Meersch, Antoine Kargall, Pierre Robert, Victor Scarpazza, Francis Pornot. Tienen que evitar la confusión sobre el terreno, los rumores y las informaciones falsas y las provocaciones, y asegurar los ataques a los alemanes.
El sábado 19 se producen más combates y los partisanos levantan barricadas, entre tiroteos en las calles. Veinte mil soldados nazis están acantonados en París, y guardan numerosos blindados y vehículos militares en el Grand Palais. La resistencia consigue ocupar la Prefectura de policía, al lado de Notre-Dame, y algunos edificios oficiales, ministerios, periódicos. Los alemanes atacan la Prefectura, aunque se pacta una pequeña tregua en el consulado sueco. El cónsul, Raoul Nordling, media en una nueva tregua el día 20, que se abandona enseguida. Ese día, el coronel Rol-Tanguy organiza el levantamiento desde el puesto de mando de la resistencia; envía instrucciones, coordina, dirige los ataques. Miembros de la resistencia pedalean en las bicicletas del búnker subterráneo para cargar las dinamos que aseguran la luz, y cuentan con una centralita telefónica conectada con la defensa pasiva. En las oficinas de la Inspection générale des carrières disponen de mapas de todos los refugios de París y los alemanes, que conocen la existencia del refugio, telefonean diariamente para interesarse por la situación: en el búnker, con gran sangre fría, contestan cada jornada afirmando que no hay nada extraño: la Gestapo ni siquiera sospecha que allí está el puesto de mando de la resistencia, donde la actividad y la tensión son máximas: llegan mensajes, se reciben llamadas, y milicianos recorren las calles en bicicletas para asegurar el envío de refuerzos; mientras otros recogen información sobre los movimientos alemanes para asegurar los ataques.
En el búnker, el sigilo y la seguridad son extraordinarios, sobrecogedores. Todos saben que se juegan la vida, pero eso no les detiene: ese día 20, un grupo de la resistencia dirigido por Léo Hamon (nacido Lew Goldenberg, hijo de judíos rusos) toma el ayuntamiento de París, y el puesto de mando de Rol-Tanguy envía varios centenares de partisanos para defenderlo, y se parapetan en el Hôtel de Ville, mientras otros miembros de la resistencia se apostan en las bocacalles de Rivoli, Temple, Renard, para detener a las tropas nazis. La resistencia mantiene la isla de la Cité en sus manos, y vigilan desde los tejados el movimiento de los alemanes. Ese mismo día, el mariscal Pétain abandona Vichy bajo protección alemana y se dirige hacia el Este del país. El 21, la resistencia ocupa las sedes de todos los ministerios en París.
Charles Luizet, nombrado prefecto de policía por el gobierno provisional, llega desde Córcega a la Provenza y sube a París donde asume sus funciones, mientras Alexandre Parodi pone la resistencia a las órdenes del coronel Rol-Tanguy. Pese a la tregua pactada en el consulado sueco, siguen los combates en las calles y el barrio Latino está cubierto de parapetos. El martes 22 de junio, la ciudad esta paralizada por las barricadas que ha ordenado levantar Rol-Tanguy, los alemanes son hostigados desde tejados y pisos altos y sufren emboscadas. Al día siguiente, 23, Hitler ordena a von Choltitz la destrucción de París, la voladura de todos los puentes sobre el Sena. La confusión, el caos y los rumores se extienden por la ciudad, con incendios en el Grand Palais y la amenaza del alto mando alemán de dirigir la artillería contra los edificios oficiales ocupados por la resistencia. Dos grandes banderas con la esvástica sobresalen de los porches del hotel Meurice en la calle Rivoli. Nidos de ametralladoras alemanas disparan ante cualquier sospecha, y decenas de miembros de la resistencia son abatidos. Casi seiscientas barricadas bloquean las calles y los suburbios. Los barrios obreros bullen de agitación. La resistencia va liberando calles, edificios, mientras la ciudad vive horas tensas, en medio de los disparos, de los murmullos en los portales, de carreras para escapar de las balas, del miedo, de la ansiedad de los colaboracionistas. Ni siquiera los vélo-taxi (una bicicleta que tiraba de un pequeño carro) circulan.
Cuando Hitler, en el cuartel general de la Rastemburg prusiana (hoy, la polaca Kętrzyn), la Guarida del lobo, pregunta a sus generales: ¿Arde París?, es ya demasiado tarde. El jueves 24 es un día grande: fuerzas aliadas llegan a la Croix-de-Berny, en Antony, a doce kilómetros de París, y al Pont de Sèvres, a diez kilómetros, mientras el capitán Raymond Dronne, que manda La Nueve(la 9.ª Compañía de la 2.ª División Blindada o División Leclerc), compuesta por republicanos españoles, lanza tres secciones hacia el centro: una la dirige él; otra, Amado Granell, y la tercera, Rafael Lafuente, y avanzan por la avenida de Orléans. A las nueve y veinte de la noche consiguen llegar hasta el ayuntamiento de París con tres blindados y once semiorugas: al frente está Granell. Han llegado en el blindado Guadalajara; tras él, otros republicanos españoles en los semiorugas Guernica, Madrid, Ebro, Brunete, Jarama, Teruel, Belchite. En ese instante conmovedor y ansioso, repican todas las campanas de París junto a la gran Emmanuel de la catedral de Notre-Dame, y algunos de aquellos hombres endurecidos por la guerra, curtidos en la resistencia, no pueden reprimir las lágrimas. El París de la revolución francesa y de la Comuna respira de nuevo.
En las horas siguientes, los republicanos españoles y la resistencia toman la plaza de la Concorde, liberan la Asamblea Nacional y el imponente Hotel Majestic de la avenida Kléber, sede la comandancia militar alemana. Muchos resistentes mueren, centenares de cadáveres se encuentran por las calles, y todavía en la mañana del día 25 siguen los combates: en las primeras horas de la tarde, el general Dietrich von Choltitz capitula. Virgilio Botella, un combatiente de La Nueve, cuenta en su libro La gran ilusión, que fueron tres comunistas españoles de su Compañía quienes detuvieron a Von Choltitz en el hotel Meurice. París era ya de la resistencia. Hoy, centenares de placas recuerdan a quienes murieron aquellos días.
«El día más grande tras la toma de la Bastilla», publica Life. Tras la guerra, Von Choltitz, que se benefició de haber, supuestamente, desobedecido a Hitler, salvando así a París, escribió sus memorias subrayando esa leyenda. En realidad, no disponía de los recursos para destruir la capital francesa, y el general trataba de salvar su vida evitando la acusación de haber cometido crímenes de guerra. Dos años antes, Von Choltitz no había tenido escrúpulos en ganarse el título de «carnicero de Sebastopol».
Junto con Leclerc, Rol-Tanguy recibe en la estación de Montparnasse la rendición del general Dietrich von Choltitz. Los hombres de la Nueve participaron después en la toma de la Kehlsteinhaus, el Nido del Águila del Führer en Berchtesgaden. De los ciento cincuenta republicanos españoles de la Nueve, solo dieciséis sobrevivieron a la guerra. Rol-Tanguy no se quedó en París: en agosto de 1944, la Alemania nazi aún no había sido vencida, y se incorporó a la campaña militar hasta la derrota final de Hitler.
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