Las revelaciones caen en un mal momento para el presidente candidato. Su propio campo se levantó contra él. El corte ferozmente ultraderechista que le imprimió a su campaña desde el domingo pasado asustó a muchos de sus aliados.
A las muchas sombras y controversias que persiguen al presidente candidato Nicolas Sarkozy desde que, luego de perder la primera vuelta de las elecciones presidenciales el pasado 22 de abril, adoptó un giro rotundo hacia la extrema derecha, una más vino a sumarse este fin de semana: el portal de informaciones Mediapart publicó un documento en el cual el difunto coronel libio Muammar Khadafi da su acuerdo para financiar la campaña electoral de Sarkozy para las elecciones presidenciales de 2007. El texto traducido del árabe por Mediapart es una nota de los servicios secretos libios que data de 2006 y, según el portal, estaba en manos de «ex altos responsables libios que hoy están en la clandestinidad». La nota, firmada por quien era el jefe en esa época, Moussa Koussa, dice que el gobierno libio decidió «respaldar la campaña electoral» de Nicolas Sarkozy por un monto de 50 millones de euros». La nota de los servicios secretos no precisa si el dinero fue entregado o no. Sin embargo, el texto abunda en otros detalles. Moussa Koussa indica que los servicios secretos dieron su acuerdo luego de la reunión que tuvo lugar el 6/10/2006 y en la cual participaron «el director de los servicios de información de Libia, Abdallah Senoussi, el presidente del Fondo Libio de Inversiones Africanas, Bachir Saleh, y, por la parte francesa, uno de los allegados más cercanos a Sarkozy y ex ministro de Interior, Brice Hortefeux, y un intermediario franco libanés, Ziad Takieddine».
El ex responsable de la cartera de Interior desmintió firmemente haber mantenido una reunión con Moussa Koussa, hoy buscado por Interpol, y Bachir Saleh. En cambio, Ziad Takieddine dijo que el documento «era verosímil», y agregó: «Este documento prueba que estamos ante un asunto de Estado, y ello aunque los 50 millones hayan sido pagados o no». El rumor del financiamiento de la campaña de Sarkozy por parte de Khadafi ya circulaba hace mucho. El mismo Khadafi, cuando empezó la ofensiva de la OTAN en Libia (2011), amenazó con revelar documentos que probaban esa colaboración. Sarkozy siempre los consideró «grotescos» y su equipo de campaña asegura ahora que todo esto se trata de una «diversión grosera».
Lo cierto es que las revelaciones, falsas o no, caen en un mal momento para el presidente candidato.
Su propio campo se levantó contra él. El corte ferozmente ultraderechista que le imprimió a su campaña desde el domingo pasado asustó a sus aliados. Dos ex primeros ministros liberales y varios diputados pusieron en tela de juicio la estrategia sarkozista que consistió en ir a buscar los seis millones de votantes que eligieron en la primera vuelta del 22 de abril a la candidata del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen, con los mismos argumentos que ella. Las críticas son tanto más cortantes cuanto que, 7 días después de la ofensiva, los sondeos siguen dándole al candidato socialista François Hollande una ventaja de hasta 10 puntos con vistas a la segunda vuelta del próximo 6 de mayo. Nicolas Sarkozy abrió la jaula de las controversias con una frase contundente. El jefe del Estado consideró que la candidatura de Marine, hoy líder del partido de extrema derecha Frente Nacional, era «compatible con los valores de la República».
No hay, sin duda, nada más lejos de los valores históricos de la República francesa que los enunciados que se desprenden de la plataforma electoral del Frente Nacional. Una parlamentaria del partido presidencial UMP llamó a votar por Hollande y el ex primer ministro liberal Dominique de Villepin se declaró «espantado» por la campaña de Sarkozy. Un ex ministro de Cultura conservador, Renaud Donnedieu Vabres, anticipó que esa estrategia conducirá «al fracaso» porque es «un acto suicida». Las voces que se elevan de las tierras conservadoras para impugnar el perfil del presidente son cada vez más numerosas, tanto más cuanto que ese perfil no ha garantizado la victoria. Hasta los medios conservadores más sensibles a las sirenas presidenciales se preguntan ¿quién es el presidente saliente? En realidad, parece que los papeles se hubiesen invertido. Al mismo tiempo que Sarkozy participaba en un meeting con su estilo brutal y acalorado, su rival, François Hollande, ofrecía una conferencia de prensa, de pie en un pupitre, con una bandera francesa y una de la Unión Europea a su derecha. El presidente corre como un mero candidato y el candidato ya adopta posturas presidenciales. Al poner el tema de la inmigración y los extranjeros en el centro de sus intervenciones, Sarkozy excluyó las temáticas comunes al centro, los ángulos sociales y aquellos ligados a la crisis: el desempleo, la vivienda, las deslocalizaciones, etc, etc.
Jean Philippe Moinet, ex miembro del Observatorio sobre el Extremismo, utilizó el término de «ceguera» para referirse a Sarkozy. Según Moinet, «con sus incursiones en las tierras de la ultraderecha, el candidato terminó por no darse cuenta de que el zócalo de las convicciones políticas de su familia política está en juego». Si la derrota sanciona esta línea, la gran ganadora será Marine Le Pen. La candidata de la ultraderecha apuesta por la caída de Sarkozy y, con ella, por la explosión de la derecha que se aglutinó en torno del presidente. Le quedará entonces el camino libre para liderar una derecha sin jefe, desarticulada y desacreditada por su incapacidad a formular un proyecto de sociedad coherente, fiel a sus valores y al país.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-192930-2012-04-29.html