«Hay que devolver a los inmigrantes, pero no podemos dispararles, al menos por ahora», lo dijo ayer el ministro de Justicia italiano, Roberto Castelli, de la Liga Norte. Anteayer, en la reunión durante la reunión de ministros de Interior de los Veintisiete en que se discutía los permisos temporales de residencia que Italia ha concedido […]
«Hay que devolver a los inmigrantes, pero no podemos dispararles, al menos por ahora», lo dijo ayer el ministro de Justicia italiano, Roberto Castelli, de la Liga Norte. Anteayer, en la reunión durante la reunión de ministros de Interior de los Veintisiete en que se discutía los permisos temporales de residencia que Italia ha concedido a los migrantes que han llegado hasta el 5 de abril y que les permite circular libremente por el espacio Schengen, dijo Roberto Maroni, ministro de Interior italiano, también de la Liga Norte: «Ante esta crisis social y geopolítica la respuesta de los gobiernos europeos es: ‘Querida Italia, es asunto tuyo: apáñate sola’. Me pregunto si tiene sentido continuar en esta posición, formar parte de la Unión Europea, una institución que se activa enseguida para salvar bancos, declarar guerras pero cuando se ha de expresar solidaridad concretamente a un país en dificultad como hoy es Italia, se esconde». Una perla más de otro ministro de la Liga Norte: Roberto Calderoli, el que en 2006 se puso la camiseta con las caricaturas de Mahoma y desencadenó graves incidentes en Libia, propuso retirar las tropas del Líbano para desplegarlas en un bloqueo naval «obligatorio y urgente» en defensa de las fronteras de Europa. Este es el tono que emplea la Liga Norte: señal de que se acercan las elecciones administrativas de mayo en Italia. La amenaza de ruptura con Europa ya se había oído de labios del Presidente del Consejo de Ministros italiano, Silvio Berlusconi, cuyo consenso atraviesa también horas bajas: «Si la UE no logra un pacto sobre inmigración, mejor separarse». No faltó en el carrusel de avisos el del Secretario de Estado Vaticano, cardenal Bertone: «No pueden dejar a Italia sola».
Esta continua descarga de responsabilidades puede conducir a que exaltados decidan «poner orden» ellos solos: ayer se produjo un atentado incendiario contra un instituto de Génova donde se iba a acoger a noventa inmigrantes trasladados de Lampedusa. Lanzaron contra el edificio una bombona de gas con un gran petardo como detonante. Una señal de aviso. La Comisaria Europea de Interior, Cecilia Malström, y con ella el resto de ministros de Interior de los 27, calificó como «prematura» la activación de la directiva 55/2001 para hacer frente a la emergencia migratoria en Italia. El ministro de Interior alemán, Hans-Peter Friedrich, afirmó: «Italia está infringiendo el espíritu del acuerdo de Schengen». Según Friedrich, no hay un problema de inmigración masiva en Italia en este momento. Por su parte, Claude Guéant, el ministro de Interior francés anunció que devolverían a Italia a los inmigrantes tunecinos que no respetan las reglas de la convención del espacio Schengen, es decir, acreditar soporte financiero . De hecho, ya ha «devuelto» a Italia a 1.700 inmigrantes tunecinos de los 2.800 detectados por las fuerzas de seguridad, mientras que a otros 200 los ha «reenviado» a Túnez. Guéant enunció cinco condiciones para que un inmigrante que haya llegado a las costas italianas pueda pasar la frontera francesa y quedarse en el país, según informaba el jueves Le Figaro. Estas cinco condiciones son, en primer lugar «estar en posesión de un documento de viaje válido reconocido por Francia» y «de un documento de residencia en validez», «justificar recursos suficientes» –62 euros por día y persona y 31 euros si tienen alojamiento–, «no constituir (…) una amenaza para el orden público», «no haber entrado en Francia desde hace más de tres meses». A su vez, el vicepresidente primero y ministro español del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, se mostró en contra de que se active la directiva de 2001. «No hay razones para activar la directiva», señaló Rubalcaba, quien explicó que no se cumplen los objetivos porque «la inmensa mayoría de personas llegadas a Italia y Malta son estrictamente inmigrantes ilegales».
Todo ha de decirse: el Presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, aclaró, preocupado por las tensiones con Europa a raíz de las declaraciones de miembros del Gobierno italiano: «Mi pensamiento es que Italia se comprometa a fondo en Europa para que nuestro país siga persiguiendo con tenacidad una visión común y elementos de política común en el asunto de la inmigración. Todo ello sin tomar en consideración posturas como las represalias y los despechos, por no hablar de las hipótesis de separación».
Una importante crisis migratoria, provocada en gran parte por la intervención en la guerra en Libia, está siendo afrontada con peligrosos «desahogos» xenófobos desde el gobierno italiano y con hipocresía por el resto de países de la UE. Schengen peligra porque, como dice Sandro Mezzadra, «ni Italia ni Europa quieren regímenes democráticos en la ribera sur del Mediterráneo: los temen como los japoneses temen un tsunami» (Il Manifesto, 12/4/2011, p. 1). Hasta ahora había guardianes que vigilaban el acceso a Schengen; ahora uno de los países miembros tiene que asumirse ese papel. Malta e Italia vuelven a discutir sobre las competencias de la zona de salvamento y socorro (SAR). Las autoridades maltesas acusaron a Italia de negar el auxilio a una embarcación procedente de Libia con 116 personas a bordo.
El Acuerdo de Schengen constituye uno de los pasos más importantes en la historia de la construcción de la Unión Europea (UE). Lo firmaron el 14 de junio de 1985 cinco Estados de la Comunidad Económica Europea (Alemania, Francia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo). Coincidiendo con los primeros años de migraciones en el Mediterráneo y con la caída del muro de Berlín, se extendió el espacio Schengen a los países de la ribera norte del Mediterráneo: Italia (1990), España y Portugal (1991), Grecia (1992). En 2004 se fortaleció ulteriormente la puerta Sur (Chipre, Malta), y se levantó la puerta Este (Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovenia, Eslovaquia y la República Checa). La inclusión de Rumanía y Bulgaria aún no se ha producido aunque estos países entraron en la UE en 2007. La idea del espacio Schengen ha cambiado con el tiempo. Lo que empezó siendo en 1985 una zona que trataba de impulsar la libre circulación de mercancías se convirtió, por efecto paradójico de la globalización y los flujos migratorios, en la Fortaleza Europa, o en palabras de Mike Davis, «la Gran Muralla del capital«. Si esa Muralla, hasta antes de las revoluciones en Túnez y Egipto y la guerra en Libia, la constituía físicamente el mar Mediterráneo; hoy, a la luz de estas tensiones entre Italia y el resto de países de la UE, se diría que se puede desplazar hasta los Alpes. Quién sabe si lo que está ocurriendo es un regreso paulatino al primer espacio Schengen, que recordemos estaba constituido por sólo cinco países ( Alemania, Francia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo). Se oye hablar de euro a dos velocidades y surge la pregunta de si no estaremos también ante un espacio Schengen de doble naturaleza, con una fortaleza propiamente dicha y un foso externo de países europeos mediterráneos y postsoviéticos guardando el ingreso en la vieja casa europea.
Y mientras en Luxemburgo se discutía, y el Observatorio Fortaleza Europa publicaba la cifra actualizada –16113– de las personas que han perdido la vida desde 1988 hasta hoy en las fronteras de Europa, y la portavoz de ACNUR, Laura Boldrini denunciaba la muerte de 800 víctimas en el Mediterráneo desde el 26 de marzo, en Lampedusa inmigrantes encerrados y registrados con un número en el «Centro de acogida» de Lampedusa provocaron un incendio al saber que iban a ser repatriados. Cientos de tunecinos intentaron fugarse pero los detuvieron; otros treparon las vallas y colgaron una pancarta: «Queremos libertad». Anteayer repatriaron a 60 personas en dos vuelos, aunque protestaban: «no vuelvo a Túnez», «no somos animales» . Por la noche trasladaron a 800 personas en ferry. El pasado 9 de abril Berlusconi anunció que habían vaciado la isla de Lampedusa, pero el flujo incesante desmiente el eslogan.
Estos migrantes, que llegan movidos por el viento de libertad que ha soplado en el Norte de África, han impuesto un nuevo debate político. No hay modo de justificar jurídicamente el que a los migrantes que llegaron antes del 5 de abril se les conceda el permiso temporal y a los que han llegado después se les niegue. Levantando muros y excluyendo se pone en tela de juicio el Estado de Derecho y se afirma, como dice Fulvio Vassallo Paleólogo, un Estado policial. No le falta razón: en efecto, el 7 de abril Silvio Berlusconi proclamó por decreto el estado de emergencia humanitaria.
Hoy al alba ha encallado un barco pesquero con 250 prófugos procedentes de Libia en una cala de la isla de Pantelería; en Lampedusa la Guardia di Finanza ha socorrido una embarcación con 105 tunecinos a bordo que estaba yendo a pique; anoche llegaron a Lampedusa otros 57 migrantes. La dignidad no tiene fronteras. Todo el mundo tiene derecho al asilo y a la libertad de circulación. Los activistas de Welcome han organizado para el día 17 de abril el primer Tren de la Libertad, que partirá de Génova para alcanzar la frontera con Francia en Ventimiglia y después proseguir el viaje hasta Marsella. Italianos, franceses y migrantes desafiarán juntos los bloqueos de los gobiernos, protestarán para que se vuelvan a abrir las fronteras y se garantice el derecho de asilo. Volverán a corroborar que ningún hombre es ilegal.
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