Nunca el rol de los actores sociales en el ejercicio del poder ha sido considerado de manera precisa por los candidatos de la segunda vuelta, Sarkozy y Royal, pero tampoco lo ha sido por el ex candidato Bayrou, tercero en la primera vuelta. ¿Cómo transformar un Estado eminentemente autocrático – con un Primer Ministro sin […]
Nunca el rol de los actores sociales en el ejercicio del poder ha sido considerado de manera precisa por los candidatos de la segunda vuelta, Sarkozy y Royal, pero tampoco lo ha sido por el ex candidato Bayrou, tercero en la primera vuelta.
¿Cómo transformar un Estado eminentemente autocrático – con un Primer Ministro sin real responsabilidad política – y esencialmente presidencialista donde la base social no tiene real representación?
Y en el caso que los actores sociales estuvieran representados de ¿qué recursos dispondrían para realizar sus propuestas?
Resolver el problema a través de las ONG, o de las colectividades locales, cuando no opera ningún pacto social, es disfrazar la crisis a través de clientelas electorales astutamente manipuladas. Los poderes económicos de las transnacionales desbordan las fronteras y fijan las reglas del juego. Transnacionales que han erosionado la soberanía de los Estados lanzándolos en brazos de las instituciones financieras internacionales y organizaciones técnicas a cargo del comercio y las finanzas, a saber el USA Federal Reserve Bank, FMI, Banco Mundial, la OMC, el G7, la OCDE…Contexto en el cual el Estado es apenas un árbitro de situaciones donde prima la duplicidad y el engaño: «hacer creer que yo creo lo que el otro entiende negociar». ¿No es acaso Maquiavelo al servicio de los negocios? ¿O la ciencia misma de la cohabitación? – ejercicio que Mitterrand vivió con Chirac y Chirac con Jospin, en fin experiencias hoy relegadas al museo de curiosidades de la Quinta República.
Royal y Sarkozy se encuentran atados a viejas fórmulas, con clientelas y cuentas a rendir. Royal, representa a la vieja y tradicional izquierda incapaz de movilizar la ciudadanía para grandes tareas sociales y nacionales. Con amargura, Mitterrand se quejaba que «la participación y la responsabilidad en Francia terminaba cuando los franceses depositaban el voto en la urna» – le faltó agregar que ya nadie creía en las ventajas de la participación, pues en el fondo el sistema la hacía imposible. Sarkozy representa a la clase gerencial de grandes negocios, propietarios de privilegios, trabajosa y exitosamente construidos y a una masa dispuesta a recibir las migajas de la mesa. Es el gatopardismo en acción donde todo se mueve para que nada cambie.
Quienes se hacen ilusiones proponen que las grandes firmas mundializadas, desarrollen pequeñas y medianas empresas, creadoras de empleo, etc., etc. [deduzco esta propuesta del artículo del sociólogo Edgar Morin: «Si yo hubiese sido candidato» diario Le Monde, 25/04/07] esto es, confunden un planteamiento ético, donde repugna a la conciencia la explotación dura y pura, con las realidades del mercado.
Los poderes económicos siempre situaron a los pequeños y medianos empresarios como parte de un mercado que nació hace ya casi 5 siglos atrás. En los comienzos del capitalismo europeo [siglos XVI y XVII], mediante el sistema que la historiografía alemana llamó el Verlagsystem y la inglesa el putting out system, esto es, el trabajo a domicilio en el sector rural, donde el intermediario, capitalista naciente, con poder financiero, contrataba anticipadamente la producción. Sistema que con la explotación de la mano de obra llevó a la acumulación [primitiva] que permitió la contratación – y control – de los ex trabajadores a domicilio, en trabajadores de sus fábricas [siglos XIX y XX]. El último cuarto del siglo XX y en lo que va corrido del siglo XXI es el control de empresas medianas y pequeñas, muchas de ellas subcontratadas las que operan bajo la égida de la gran transnacional.
Un Estado abierto a las influencias del poder económico impide el diálogo entre fuerzas y actores sociales marcadamente disímiles. El ya citado Morin propone los sujetos pasivos o beneficiarios de su propuesta, a saber pequeñas y medianas empresa, cooperativas y mutuales de producción o de consumo, las profesiones de la solidaridad.
Agrega a ello algunos mecanismos de la economía a saber, el comercio con equidad, la ética económica, el micro crédito, el ahorro solidario que financia proyectos próximos a la base social, creadores de empleo, pero calla respecto a los actores del cambio.
Y en cuanto al cambio, y siempre que existan sujetos activos que lo promuevan ¿cómo integrar a esos actores y elementos a la nueva ética de relaciones sociales, sin un cambio en las relaciones sociales de producción? Más todavía ¿cómo producir esas nuevas relaciones sociales y la práctica de esa nueva ética?
Sin esas precisiones, la propuesta de Edgar Morin aparece doblemente indeterminada. Pues por una parte, no nos informa sobre las nuevas condiciones sociales que permitirán una legítima representación política de los actores de las transformaciones y por otra, no precisa de qué manera se reconciliará la condición de ciudadano de la República, con la garantía de los derechos del hombre.
Alain Joxe expresa que el proyecto neo-liberal amenaza la sociedad y la democracia en Francia y en toda Europa pues destruye el proyecto de la República social, precisamente separando para siempre los «derechos del hombre» y de los «ciudadanos» [Véase «El Imperio, las Repúblicas y la Esperanza» Folleto resumen, difundido para un debate organizado en el campamento de la Compañía de Rateau, ciudad de Rennes, 20 de marzo de 1998] [1] .
Finalmente, en el mejor de los casos, podría decirse que el proyecto que nos presenta Morin es sólo un punto de llegada donde todo queda por imaginarse, desde el punto de partida en la cual nos encontramos hoy en la sociedad francesa hasta la sociedad ideal que se nos presenta.
Es precisamente eso lo que los militantes de la izquierda francesa reclaman de los viejos barones de la clase política, a quienes presentan, debido a las presiones sociales, como incapaces de administrar la situación actual y menos aún de presentar una política para el futuro. Existe pues la conciencia, entre los jóvenes que protestaron contra el Programa del Primer Empleo, o los desempleados estructurales, o las Pymes, o los agricultores, que ni en el largo, ni en el corto plazo la clase política oficial está en capacidad de abordar las exigencias que surgen de todos lados.
Es en la transición donde se miden las políticas y las intenciones del presente y es allí precisamente donde la política oficial, de izquierda o de derecha, fracasa rotundamente. Morin no pasa la prueba de la política, o de la realización dirán otros, pues sus ideas representan sólo eso: ideas.
En lo inmediato el pueblo no existe, pues ha sido despojado de su soberanía. Pero no se trata sólo del pueblo francés, sino también del pueblo europeo, tanto como el americano, el africano, o el asiático. Si las bases de la República social en Francia han sido atacadas, es porque la política misma ha sido suprimida. ¿No es esa acaso la explicación de la multiplicidad de voces sin expresión a que la elección francesa en la primera vuelta dio ocasión para que se presentaran 12 candidatos? – segmentos de la izquierda revolucionaria, de profesiones, de intereses corporativos, de ciudadanos «contestarios» contra los MacDonalds, de estudiantes, de inmigrantes, etc. En fin, elementos con una desafección fundamental a la política de los partidos oficiales de Monsieur Sarkozy y de Madame Royal.
Sin embargo, lo que no logran ocultar esos partidos oficiales es el contrapoder social que se manifestó ayer contra el proyecto oficial de la Constitución Europea, o que hoy, con sus manifestaciones – 3 millones de estudiantes en la calle; manifestantes por un empleo digno; huelgas en los servicios públicos; manifestantes por un comercio justo; inmigrantes, indocumentados; manifestantes por una República social francesa y por una Europa social – muestra la crisis de los aparatos de Estado y de las burocracias al servicio de las políticas neoliberales.
Héctor Vega es Director de Fortín Mapocho
[1] Alain Joxe. L’empire, les Républiques et l’espérance. Résumé-tract (diffusé pour un débat organizé au campement de