Los regímenes totalitarios del Este tenían una política activa de asimilación. ¿Cómo se es gitano, censado administrativamente, en la democracia post muro de Berlín? ¿Conllevan los discursos de exclusión de los países llamados de acogida un deslizamiento «desacomplejado» de los discursos y de las prácticas en los países presentados como de origen de esas poblaciones? […]
Los regímenes totalitarios del Este tenían una política activa de asimilación. ¿Cómo se es gitano, censado administrativamente, en la democracia post muro de Berlín? ¿Conllevan los discursos de exclusión de los países llamados de acogida un deslizamiento «desacomplejado» de los discursos y de las prácticas en los países presentados como de origen de esas poblaciones? Estadísticamente gitano, económicamente vuestro…
La población de gitanos de Bulgaria se hizo sedentaria hace muchos siglos y, administrativamente, forma parte de la población búlgara oficial desde el fin de la ocupación otomana en 1879. Pero su estatus permanece diferenciado y sus derechos siguen siendo parciales en relación al resto de la población. Durante los regímenes de racionamiento (años 1930 y 1940), los datos conservados en los archivos distinguen tres niveles para las raciones de alimentos. Para el pan, por ejemplo, el racionamiento se realiza la siguiente manera: un pan para el búlgaro étnico, medio pan para el búlgaro judío y un cuarto de pan para el búlgaro gitano.
Con la llegada del régimen comunista en 1946, la monarquía parlamentaria fue reemplazada por la República Popular y la igualdad de todos fue inscrita en la ley. El Partido Comunista en el poder financió y desarrolló un amplio programa de asimilación de todas las etnias: escolarización, acceso a la salud, alojamiento y trabajo asalariado para todos y todas. En aquella época, los gitanos fueron, fundamentalmente, empleados en las granjas colectivas agrícolas, la metalurgia, la policía subalterna, la construcción y los servicios de limpieza de las calles y la recogida de basuras.
A partir de 1956 comienza una segunda fase de asimilación a través de un cambio forzado de nombres con el objetivo de borrar las diferencias administrativamente visibles.
Se prohíbe y multa la práctica de lenguas de origen étnico diferente del búlgaro en los lugares públicos y se prohíbe la enseñanza de las lenguas gitanas. Este programa de unificación lingüística de los años 1960 fue promovido por el Partido Comunista Búlgaro inspirado «en la ejemplar política francesa para la protección de la lengua de la Ilustración». El francés es entonces la lengua oficial para todos los documentos búlgaros internacionales y esto siguió siendo así hasta 1994.
En contrapartida, a una mejor cooperación en la asimilación, las minorías obtienen cuotas de admisión en las universidades y un refuerzo de las ayudas para el alojamiento y la salud. Los Hassan y Djouhri se convierten en Assen o Yuri.
A la caída del muro de Berlín, en 1989, las poblaciones económicamente débiles y socialmente frágiles, como los jubilados, los inválidos o los obreros pobres, a sueldo del Estado, fueron las primeras afectadas por la liberalización de los precios de la electricidad y de la calefacción. Las políticas de apoyo fueron congeladas. En edificios enteros, los habitantes calificados como «gitanos» vieron como se les cortaba la electricidad, lo que llevó a que manipularon los contadores para conectarse con los de los edificios vecinos para calentarse durante los primeros inviernos de la democracia. Este hecho provocó un primer amplio movimiento de rechazo «antigitano» por parte del resto de la población búlgara. Rápidamente, los barrios sufrieron la segregación mercantil del sector inmobiliario y los gitanos fueron expulsados a la periferia de las ciudades o al campo: los problemas de orden económico tomaron abiertamente una forma étnica.
En 2007, año de la adhesión de Bulgaria a la Unión Europea, el número estimado de la población búlgara de origen gitano era de 650.000 personas (Roma Guide, estudio de la fundación Open Society), es decir alrededor del 8% del conjunto de la población búlgara.
Ser gitano en las estadísticas de hoy
El censo de los gitanos implica aproximaciones. En los documentos administrativos no es fácil establecer una casilla «gitano». El modelo republicano búlgaro, igual que el de los demás miembros de la UE, está fundado en la soberanía del conjunto de la ciudadanía y no en la pertenencia a grupos étnicos.
Es muy dificil establecer datos fiables. Los estudios sociológicos tienen en cuenta informaciones como la práctica de la lengua, la filiación familiar, la pertenencia autodeclarada o, más recientemente, el censo de los habitantes de ciertos barrios bien diferenciados, llamados «tziganska mahala» (barrio gitano). Cualquier habitante de esos barrios de chabolas es automáticamente considerado «gitano».
La práctica de la lengua está fuertemente reducida por los decenios de prohibición y no muestra más que a una pequeña parte de la población gitana. La filiación familiar es también un criterio diluido por los numerosos matrimonios mixtos fomentados durante el régimen comunista. ¿Son gitanos o no los hijos de esos matrimonios? Actualmente, las fuentes estadísticas son una mezcla de una compilación de datos, que utiliza también listas oficiosas de las maternidades en el momento del registro del parto, de los establecimientos de la educación nacional en el momento de la escolarización de los niños o también de los patronos a la hora de la contratación.
¿Una racionalidad económica?
En las estadísticas nacionales, el paro de la comunidad gitana en Bulgaria es del orden del 46%. El 8% que representa la población gitana en la población búlgara ocupa cerca del 90% de los empleos de recogida de basuras, tratamiento de residuos y limpieza de las calles búlgaras y más del 70% de los empleos en la construcción.
Con la libre circulación de las personas en la Unión Europea, esta población es muy utilizada por las empresas de subcontratación de las obras públicas. Las empresas europeas que realizan trabajos públicos en Europa (sobre todo las alemanas y francesas) subcontratan cantidad de este trabajo a sociedades de construcción búlgaras.
Las condiciones salariales de esas subcontratas búlgaras en Alemania o Francia son conforme a la legislación europea y sometidas al respeto de la remuneración mínima fijada en el país comanditario de la obra. Los contratos de trabajo son firmados por el empleador búlgaro y son presentados como anexo del contrato de subcontratación firmado con la sociedad alemana o francesa que ha conseguido el concurso para una obra pública en su país. Es una parte visible y reglamentada de las condiciones de trabajo que es objeto de múltiples controles de la inspección de trabajo. Pero la cooperación multilateral se detiene a ese nivel de las inspecciones, sin investigar más lejos en las relaciones internas entre el empleador búlgaro y sus asalariados empleados en las obras europeas.
Sin embargo, empleados de esas sociedades búlgaras informan de la práctica habitual en esas empresas: en el momento de la firma del contrato oficial, que será presentado como anexo en el contrato principal de la subcontratación, al trabajador búlgaro contratado por la sociedad búlgara se le «ruega» que firme una procuración general para la gestión de su cuenta bancaria en la que son ingresadas las remuneraciones por la duración del contrato. Esta procuración se «otorga» a una persona exterior al contrato de subcontratación. A menudo, los mandatarios de esas procuraciones son personas físicas cercanas o miembros de la familia del patrón de la sociedad búlgara.
El día de la paga, los salarios son debidamente ingresados en las cuentas de los empleados búlgaros y así son visibles para cualquier auditoría de la inspección del trabajo. Simultáneamente a ese giro, es ordenado otro giro en sentido inverso por el titular de la procuración general utilizando el pleno derecho que le concede ésta sobre la cuenta del asalariado. El truco está en que esas transferencias que sangran el salario legalmente contratado aparecen como operaciones de privadas y no se vinculan directamente con el contrato de trabajo de subcontratación en las obras de Europa. De ese modo, los obreros búlgaros, gitanos y no gitanos, que trabajan en esas obras son objeto de una doble negociación de salario: una, por los inspectores franceses, alemanes; y otra, de forma interna a la empresa búlgara, a mitad de precio para los búlgaros y un cuarto de los precios para los gitanos.
Este doble tratamiento no es objeto de ningún control por parte de las administraciones fiscales, ni de las de los servicios de trabajo. Ninguna institución nacional o supranacional toma la iniciativa de una investigación que permita una persecución judicial contra esas prácticas invisibles de robo. A día de hoy, ninguno de los empleados ha roto la omertá. Si los gitanos lo cuentan en privado, su palabra pública es fuente de amenazas y de más represión aún. «Ir a decir eso… Esa gente es poderosa y no corre ningún riesgo. Pero a nosotros primero nos dan una paliza y luego, como hemos firmado, ya no tendremos trabajo y se acabó…».
Estrategia de supervivencia
Una brigada de obreros estacionarios de origen gitano fue reclutada para hacer agujeros para la plantación de cipreses de gran tamaño. El trabajo era en el campo, en Bulgaria, en la residencia secundaria de un antiguo ministro. El trabajo debía ser hecho con urgencia pues la supervivencia del ciprés desenraizado y transportado a larga distancia necesita que se le plante rápidamente en el suelo.
La brigada de obreros gitanos es numerosa. Los obreros están acompañados por sus familias y las furgonetas que les sirven de alojamiento durante los trabajos están instaladas en las cercanías. Durante la jornada de trabajo, las mujeres y los niños están presentes en la obra. Los más fuertes de los niños transportan cestas con tierra a la cercanía de los cipreses. Los más pequeños corren alrededor. Los árboles son apilados, las raíces cuidadosamente envueltas en sacos de plástico a la espera de que se planten. Se produce una riña entre algunos niños y uno de los más pequeños pierde el equilibrio y se cae entre los cipreses. Algunas raíces quedan aplastadas y el chaval tiene dificultades para salir del montón. El antiguo ministro propietario de la tierra es testigo del incidente y sale furioso de su datcha gritando: «Quitadme de ahí esa basura de gitano. Mi ciprés cuesta bastante más que esa basura gitana». El jefe de la brigada de obreros gitanos detinene el trabajo. Pide que se le repita lo que acaba de decir y el propietario lo repite. Entonces, el jefe de la brigada hace una señal a los demás obreros y todos dejan en el suelo sus instrumentos. Hace otra señal y todos abandonan el trabajo. «Puesto que nuestra gitanería cuesta más barato que tu ciprés, entonces haz los agujeros tú mismo». La evacuación del campamento se realiza al cabo de una hora, bajo los gritos de protesta del propietario y del jefe paisajista de la obra. «Los cipreses deben plantarse esta noche. En caso contrario se echarán a perder. ¡Volved inmediatamente!».
Los obreros gitanos no cambian de opinión y se van hacia sus pueblos respectivos, en un perímetro de 60-70 km de la residencia secundaria del antiguo ministro.
Por la noche, guardaespaldas en moto recorren los pueblos en los que residen los obreros que se han ido de la obra. Les sacan de sus casas, los apalean y les transportan por la fuerza a la obra en plena noche. Los obreros acaban por hacer los agujeros y se les permite volver a sus casas sin ser pagados.
No se ha hecho ninguna denuncia. «¿Para qué hacerla? ¿Para que nos den otra paliza? Incluso pueden encarcelarnos. Van a decir que éramos ladrones, que no teníamos nada que hacer en una propiedad privada en plena noche. Mira, es así, estamos acostumbrados desde hace mucho…».
Daños e intereses
Estas poblaciones de las que algunos dicen que tienen «vocación de volver a sus países de origen» y «un modo de vida incompatible con el nuestro» (referencia a declaraciones del ministro francés socialista de interior ndt) ¿no sirven, por otra parte, como palanca de valorización política entre poblaciones votantes en otros países de Europa?
Cuando en Francia se plantea la cuestión de los flujos migratorios llamados «de origen gitano», la actitude de ciertos responsables políticos se parece bastante más a la actitudes de gestores y directores de empresa que a la actitud de políticos garantes de un orden público republicano. La «gestión» de los flujos migratorios parece realizarse con vistas a un «beneficio en la inversión electoral».
Esto subraya quizá una nueva tendencia más general en la vida política. El filósofo Michel Feher habla de una titulización de la política gubernamental. En sus trabajos, constata el deslizamiento de la acción política hacia una gestión política regida por criterios empresariales de rentabilidad. Impotentes para encontrar soluciones a los problemas económicos y sociales dominados por los flujos financieros desregulados que escapan a su acción política, los políticos ejercen el poder que les es conferido por el voto ciudadano sobre problemas menores pero mediáticamente atrayentes. Tanto más en la medida que la mayor parte de los medios son propiedad de los mismos medios financieros que expulsan el control político. Si se prolonga el penetrante análisis del neoliberalismo de Michel Feher, se podría comprender mejor la actuación sobre los 20.000 gitanos emigrantes en Francia y describirlas como una forma de «burbuja especulativa».
¿Quién fija los objetivos a los «managers» políticos? El «mercado electoral», vía las intenciones de voto. Además, «en presencia de las nuevas tecnologías de la información continua, los políticos se encuentran en campaña electoral casi permanente». Dicho de otra forma, las cotizaciones en el mercado electoral son continuas. Los políticos, como managers que desean ser reelegidos en sus funciones, tienen interés en tener objetivos alcanzables. En esta óptica, sus esfuerzos se centran naturalmente en orientar lo mejor posible los objetivos que les son impuestos por los «accionistas», la población votante. Para ser reelegido, es bueno tener objetivos rápidamente realizables, con resultados inmediatamente perceptibles por el mayor número de votantes. Así, para un político manager, orientar el «mercado electoral» sobre objetivos de una gestión eficaz de los flujos migratorios, más que en objetivos de una gestión de los flujos financieros, es desde este punto de vista bastante más «rentable».
La elección del objetivo de la población gitana como «capital riesgo» es claramente una opción positiva para «sacar beneficios de la inversión electoral» y Manuel Valls actúa como perfecto empresario de una LBO (una sociedad que se crea con un capital mínimo y pidiendo prestado a terceros ndt) a la búsqueda de un efecto palanca óptimo.
Por una parte, el número de gitanos indeseables es pequeño en relación al de la población votante que presenta sus «exigencias», por lo que el «capital arriesgado» es pequeño; el capital de gitanos es «tomado prestado» muy barato y los «accionistas» de este «capital gitano» no tienen derecho de voto en el «mercado electoral» que concierne a los políticos franceses como Manuel Valls y su partido.
De otra parte, las 20.000 personas repartidas en centenares de campamentos son periódicamente desplazadas de barrio en barrio, de región en región, afectando así a un número bastante mayor de «vecinos que sufren». Esto multiplica el impacto de la burbuja especulativa. La política realizada para la protección de los vecinos obtiene un efecto de palanca que muchos empresarios de altos vuelos podrían envidiar a Manuel Valls. Esto equivaldría para un jefe de empresa a conseguir con un pequeño capital de partida fondos de varios establecimientos bancarios al mismo tiempo. Apostando al comienzo por una muy pequeña población -algunos miles de gitanos- Valls obtiene la adhesión y una llegada potencial de sufragios electorales multiplicados por un coeficiente de varias centenares de veces «el capital arriesgado» al comienzo.
La dinámica de desmantelamiento de los campamentos gitanos y sus desplazamientos hacia otros vecindarios produce una bola de nieve de «molestias ocasionadas» y asegura así el aumento de una rentabilidad política, sin necesidad de una nueva inversión de «población a arriesgar», puesto que seguirán como objetivo los mismos gitanos «tomados prestados» con pocos gastos en los países socios en el seno de la propia Europa. En el momento de la partida forzosa de los campamentos, numerosos vecinos-votantes se ven aliviados y por tanto convencidos de la eficacia y del poder político del ministerio del interior, que asegura la función propia del poder, es decir, la protección de la población. Con pocos gastos, la política con criterios empresariales de los flujos migratorios permite una fuerte rentabilidad electoral.
Cualquiera que sea la indignación de orden ideológico o moral que pueda acompañar la opinión según la cual «los gitanos son indeseables», este consenso sobre el «problema gitano» podría localmente, en la «burbuja especulativa de vecindario», ser de una rentabilidad electoral elevada. Pero por el momento no se ha pedido ningún estudio comparativo entre los montantes de los daños de los robos ocasionados por los 20.000 gitanos y los montantes de los fondos desviados de los circuitos fiscales o los beneficios realizados gracias al desclasamiento de esta franja de la población europea. No hay pues estimación de los «daños e intereses» de la operación.
Mientras tanto, los tajos de la construcción en las obras públicas europeas continúan utilizando la mano de obra de las minorías de las que se dice que tienen un «modo de vida incompatible» y a las que se mantiene su «vocación» de hacer agujeros de los jardines en residencias secundarias, de lavar las calles y de construir autopistas en Europa con pocos gastos.
Sarkozy, con su «derecha sin complejos», había apaciguado ya las conciencias. Desde 2010, había «desnacionalizado» a estos emigrantes que acampaban en Francia y que mediáticamente no eran ya búlgaros o rumanos, sino gitanos. En los cafés de Sofía, se comentaba con alivio: «Ya veis, nadie quiere a esos gitanos, incluso Francia con sus grandes humanistas les echa a la calle, entonces nosotros… no son búlgaros, Sarkozy lo ha comprendido muy bien». Y, si en Alemania aún hay peligro en escribir en una pintada «Gitanos al jabón», en Bulgaria esas pintadas aparecen en las paredes de los mercados y de las plazas públicas. Hoy en Francia, se ha logrado cribar una población que habita en campamentos de miseria y definirla según los criterios de pertenencia étnica gitana. Valls, con su izquierda, nos ofrece una nueva expresión tras la burbuja de jabón hecha con la palabra «raza» que luego ha estallado en beneficio de la expresión bastante más suave de «modo de vida incompatible con el nuestro».
Esperando las elecciones de 2014, las cotizaciones en el «mercado electoral» continúan y preparan las de las presidenciales de 2017, pero desconfiemos de los nuevos Madoff de la política.
Fuente: http://blogs.mediapart.fr/edition/roms-et-qui-dautre/article/141013/etre-rom-en-bulgarie-1
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR