Ciertamente del dicho al hecho hay un gran trecho pero en el escenario político podemos decir que ciertos pronunciamientos de algunas figuras políticas adquieren carácter de hechos inmateriales formadores del quehacer político. El discurso del Presidente frente a la asamblea nacional, después de su juramentación, puede considerarse como un hecho de esta naturaleza y de […]
Ciertamente del dicho al hecho hay un gran trecho pero en el escenario político podemos decir que ciertos pronunciamientos de algunas figuras políticas adquieren carácter de hechos inmateriales formadores del quehacer político.
El discurso del Presidente frente a la asamblea nacional, después de su juramentación, puede considerarse como un hecho de esta naturaleza y de primera magnitud. Por tanto, es importante considerarlo desde todos los ángulos posibles.
Una forma de abordar el tema del discurso presidencial es prestando atención a su impacto en el imaginario social.
La solemnidad y formalidad de la ceremonia enmarcados por símbolos patrios apelan al espíritu patriótico de la amplia mayoría de los ciudadanos. La presencia de figuras internacionales del calibre de Evo Morales o Rafael Correa (asintiendo con la cabeza durante el acto) confirma la categoría y el carácter histórico del evento. En suma, todos estos factores allanan el terreno para conectar el discurso con el vibrante deseo de superación del pueblo dominicano.
Es difícil negar que los discursos de este tipo aumentan la popularidad del mandatario en algunos estratos sociales, independientemente de la veracidad de los logros citados durante su alocución.
Una vez nos sumergimos en ese ilusorio mundo discursivo, erigido sobre el terreno abonado con el mito político, vemos como se proyecta ese héroe nacional que aceptó el desafío de dirigir los destinos de la nación. Lamentablemente, muchos ven con desdén la construcción de esa sublime realidad discursiva por parte del partido en el poder pero esa cala hondamente en la sique colectiva.
Con el tiempo, el oficialismo ha logrado una especie de hegemonía discursiva, construida alrededor de políticas sociales como su principal eje conceptual. Mientras la oposición, en su conjunto, ha estado buscando y resaltando, con cierta vehemencia, algunos puntos flacos, deficiencias y desaciertos no ha podido, en mi opinión, elaborar un discurso que compita en contenido con el presentado por partido en el poder.
Esa sequía discursiva de la oposición aunada con las posibilidades de la propaganda oficialista ha limitado la opinión publica en términos de contenido, ha enrarecido la densidad intelectual del debate político en muchos los niveles. Y finalmente, ha dado lugar a saturación de los medios con citaciones, opiniones, declaraciones y menciones que a grandes rasgos giran en torno a lo ya planteado por el poder en cuanto al desarrollo nacional.
Si asumimos que la importancia del dominio en ese mundo discursivo es sumamente importante para el desarrollo de alternativas viables por parte de la oposición real, debemos exigirle a ella un discurso nuevo, ideológicamente sólido y coherente, capaz de contrarrestar las mieles de la narrativa oficialista y Se necesita un discurso que produzca nuevos planteamientos en el quehacer político nacional. Sin duda es una ardua tarea pero es absolutamente necesaria.
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