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Ucrania

Sobre la ilegalización del Partido Comunista

Fuentes: Viento Sur

El pasado 16 de diciembre, el tribunal administrativo del distrito de Kiev aprobó la demanda del Ministerio de Justicia ucraniano de ilegalizar el Partido Comunista de Ucrania (PCU). La sociedad ucraniana ha contemplado este proceso judicial como un «juicio al comunismo» y las simpatías populares se han dividido en torno a esta línea. Sin embargo, […]

El pasado 16 de diciembre, el tribunal administrativo del distrito de Kiev aprobó la demanda del Ministerio de Justicia ucraniano de ilegalizar el Partido Comunista de Ucrania (PCU). La sociedad ucraniana ha contemplado este proceso judicial como un «juicio al comunismo» y las simpatías populares se han dividido en torno a esta línea. Sin embargo, la demanda del Ministerio, presentada en el verano de 2014, acusaba al PCU de ayudar a los movimientos separatistas del este de Ucrania; es decir, no planteaba ninguna condena formal con respecto a la ideología del partido.

La ilegalización ha provocado reacciones diversas por parte de la izquierda ucraniana. Hay quienes celebran la caída del PCU, considerado, para ellos, el principal obstáculo al surgimiento de un verdadero movimiento de izquierda en Ucrania; no en vano las actividades del partido han desacreditado la noción misma de política de izquierda. Otros lo ven con ojos más pesimistas. En los meses que vienen, el PCU recurrirá la ilegalización ante una instancia superior, lo que significa que la historia todavía no ha concluido. No obstante, para entender su significado en la Ucrania contemporánea, necesitamos comprender de dónde viene el PCU.

¿Qué clase de oposición?

Después de que el golpe fracasado de 1991 pusiera fin a la Unión Soviética, el Tribunal Supremo de Ucrania declaró la independencia del país e ilegalizó el PCU por intentar un golpe de Estado, con lo que quedó disuelta la rama ucraniana del Partido Comunista de la Unión Soviética. Dos meses después, sin embargo, se formó un nuevo Partido Socialista de Ucrania, que sirvió de refugio para muchos antiguos miembros del disuelto PCU. En 1993 se revocó la prohibición de las actividades comunistas y se celebró el primer congreso de un nuevo PCU, que tuvo lugar en Donetsk. El nuevo partido se declaró heredero del antiguo PCU y, dado que los antiguos dirigentes del partido gobernante de la UR SS estaban enfrascados en sus fulgurantes carreras dentro del nuevo régimen poscomunista, la dirección del nuevo PCU fue asumida mayoritariamente por cuadros intermedios, como Petro Symonenko, antiguo segundo secretario del comité regional de Donestk, quien lo dirige hasta el día de hoy.

En un contexto de caída libre del nivel de vida en la Ucrania en la década de 1990, la postura crítica del PCU frente a la política económica del gobierno y la manipulación de la nostalgia soviética convirtieron rápidamente el partido en una fuerza influyente en el Verjovna Rada, el parlamento ucraniano. En las elecciones de 1998, por ejemplo, el PCU hizo una buena campaña y obtuvo el 25 % de los votos. No obstante, una parte significativa del electorado ucraniano que se reclamaba expresamente del pasado soviético dio la espalda al PCU y en su lugar optó por el Partido Socialista de Ucrania (PSU), partido de centroizquierda dirigido por OleksandrMoroz.

Entonces llegó un momento crucial en la historia del PCU: la elección presidencial de 1999. Sus rivales del PSU tenían todas las posibilidades de ganar, de ahí que Leonid Kuchma, el segundo presidente de la Ucrania independiente, hiciera todo lo posible por catapultar a Symonenko, el líder del «inelegible» PCU, a la segunda vuelta, para no tener que enfrentarse a Moroz, que era más popular. Logrado esto, Kuchma lo tuvo fácil para atemorizar al electorado; bastaron algunos cuentos de miedo sobre una hipotética restauración soviética. Pese a llevar criticando a Kuchma desde hacía años, los votantes nacionalistas del oeste de Ucrania marcaron la casilla del presidente en funciones, dándole la victoria para un segundo mandato. La elección de 1999 transformó al PCU en un partido de oposición cómodo, que canalizaba las protestas sin apenas poner en peligro a las autoridades.

Cambio de panorama

En la década de 2000 cambió el panorama político ucraniano. Tras el retorno del crecimiento económico en 2000 y la Revolución Naranja de 2004, diversos movimientos populistas con programas y lemas políticos vagos empezaron a arrebatar votantes a los partidos de «izquierda» socialmente conservadores. En este contexto, la popularidad del PCU cayó en picado, si bien mantuvo su representación en el parlamento y evitó caer en el olvido político gracias a su transformación completa y definitiva en un partido conservador de derecha. Fueron dos los hilos conductores del discurso del PCU en esos años: el nacionalismo prorruso y la igualdad social. Pero mientras condenaba de palabra el nacionalismo, el PCU se convirtió, de hecho, en el principal valedor del nacionalismo prorruso, blandiendo la superioridad del pueblo eslavo sobre otros grupos étnicos y propagando la islamofobia en Crimea.

De este modo, los comunistas se asemejaron ideológicamente a otros partidos populistas de derechas europeos. Por ejemplo, sobre la base de sus programas es difícil diferenciar entre el PCU y el Front National francés: nacionalización de industrias estratégicas, refuerzo del papel del Estado en la economía y mejora del bienestar social. Ambos partidos pueden atribuir su éxito a sus políticas identitarias y a su utilización de las fobias conservadoras de sus electorados económicamente vulnerables. Pese a reclamarse heredero de los bolcheviques, el PCU suele ponerse de parte de los poderes establecidos. Dejando de lado el análisis de clase, dice defender los intereses de la «gente» frente a los «oligarcas», pero combina esta retórica con posiciones socialmente conservadoras (pena de muerte, políticas natalistas y persecución de las personas LGBTI). Al mismo tiempo, el partido también mantiene estrechas relaciones con la iglesia ortodoxa ucraniana (patriarcado de Moscú), y siempre ha insistido en la necesidad de «defender los derechos de la ortodoxia canónica«.

El PCU tampoco reniega de la geopolítica conspiratoria. En respuesta a la represión violenta de los trabajadores el petróleo en Zhanaozen (Kasajstán) en 2011, el periódico del partido condenó la rebelión obrera por causar inestabilidad política, posiblemente instigada por los servicios secretos de EE UU. En plena efervescencia de comienzos de 2014, el PCU volvió a mostrar de nuevo su verdadero rostro; votó a favor de las leyes del 16 de enero, con las que el gobierno de Viktor Yanukovych y Nikolai Azarovpretendían reintroducir la censura en internet, cercenar la libertad de expresión y de reunión y ampliar los poderes represivos de los órganos del Estado. Ironías de la historia, una de esas leyes criminalizaba los actos de «propagación de la hostilidad social«, una norma legal utilizada durante mucho tiempo para perseguir a los activistas obreros y de izquierdas en Rusia y Kasajstán.

Nicho político

Habiéndose construido un nicho como partido populista de derechas, el PCU se aseguró un puesto en el parlamento hasta 2014. En la primera década del siglo logró convertir fácilmente los votos de sus seguidores en capital administrativo y financiero, con puestos ministeriales y la capacidad de garantizar cierto número de votos en el parlamento. Como dijo un político: «Los comunistas no siempre eran baratos, pero si eran de fiar«. Durante muchos años, el oligarca financiero Konstantin Grigorishin patrocinó al PCU, pero, según admitió él mismo, dejó de financiarlo en 2012, después de que el PCU entrara a formar parte de la coalición gubernamental. Habían «aprendido a sostenerse por sí mismos«, no en vano un miembro dirigente del partido fue nombrado jefe del servicio de aduanas de Ucrania (un cargo reputado por sus corruptelas).

El derrocamiento de Viktor Yanukovych en febrero de 2014, sin embargo, pilló al PCU por sorpresa. Muchos cuadros del partido apoyaban de hecho a los movimientos separatistas, pero como tal el partido se abstuvo de tomar postura públicamente. Oficialmente condenó el «golpe contra el Estado», pero apoyó la integridad territorial de Ucrania. Al margen de la prohibición, el PCU está de todos modos en crisis. Muchos miembros influyentes abandonaron el partido poco después de los hechos de Maidán y otras figuras destacadas, que gozaban de cierta popularidad en la base, lo hicieron a finales de 2015, llevándose consigo a tres organizaciones regionales. La dirección del partido ha reaccionado malamente a la escisión, que ha puesto en tela de juicio su futura supervivencia.

Esto se ha reflejado en sus resultados electorales. En las elecciones parlamentarias de octubre de 2014, el PCU no logró, por primera vez, ningún escaño. Y el motivo no fue la represión (en la «República Popular de Donetsk», por ejemplo, tenía prohibido participar), sino que la anexión de Crimea y el conflicto armado en el este impidió a gran parte de su electorado tradicional del sudeste acceder a los colegios electorales, con lo que el PCU quedó excluido del Rada. Desde entonces, el PCU ha tenido que buscar nuevos aliados. En las elecciones regionales de octubre de 2015 se presentó junto con el recién creado movimiento Oposición de Izquierda y varios partidos considerados incluso más nacionalistas y religiosos (para evitar confusiones, téngase en cuenta que en Ucrania hay dos partidos denominados Oposición de Izquierd). El PCU ha lanzado asimismo un nuevo proyecto «no comunista», el partido del Nuevo Estado, que pretende nutrirse de la preocupación por el aumento de los aranceles y los planes de privatización del gobierno.

Pese a sus resultados decepcionantes en las últimas elecciones, el antiguo PCU todavía tiene posibilidades de sobrevivir en el escenario político. Después de todo, los oligarcas siguen estando interesados en que se alcen voces de protesta prorrusas en las campañas electorales, y el «nuevo y mejorado» PCU será simplemente menos independiente que antes.

Una causa popular

Como ya se ha señalado antes, algunas personas consideran que la eliminación del PCU es un paso necesario hacia la construcción de un movimiento de izquierdas en Ucrania. En efecto, cabe esperar que surjan proyectos de izquierda «proucranianos». Siempre ha habido una demanda por este tipo de partido tras la desaparición del Partido Socialista de Moroz, y, en estos momentos, vista la situación socioeconómica de Ucrania, lanzar un proyecto en este sentido sería útil para quienes quisieran canalizar los votos de protesta por esta vía. Otros dudan de la conveniencia de este plan. Pese a todas las críticas (merecidas) al PCU, la ilegalización del partido es un golpe para el conjunto de la izquierda. La esperanza de que surja un «verdadero» partido comunista parece ingenua; la resolución del tribunal de Kiev se ha producido en medio de una atmósfera marcadamente anticomunista, creada tanto por la oposición como por las fuerzas progubernamentales.

En efecto, las tragicómicas leyes de «descomunistización» promulgadas el año pasado han pretendido prohibir incluso la palabra «comunismo» en sentido no peyorativo. Sin embargo, esta campaña no nace del temor de la clase dominante a perder sus propiedades o su dinero, sino del deseo de promover una causa que es popular entre «la gente».El actual fervor anticomunista no es distinto de la histeria homofóbica de la época de Yanukovych. Es una fuente de capital político. Cuestión distinta es por qué el anticomunismo es una causa «popular». Claro que el conflicto armado entre Rusia y Ucrania es una de las razones, no en vano esta guerra ha reforzado la identificación del «comunismo» con la postura «prorrusa» dentro de la sociedad ucraniana.

Pero si antes de 2014 la ideología comunista se consideraba el coto de pensionistas nostálgicos, es decir, un fenómeno pasajero irrelevante para la política real, el conflicto ha hecho que la sociedad ucraniana se tome en serio tanto a los «ucranianos profesionales» como a los «comunistas». Los primeros se han convertido, inesperadamente, incluso para ellos, en una fuerza política respetable, mientras que los segundos se consideran un peligroso enemigo. El hecho de que las ideas de izquierda sean ahora víctimas de la geopolítica no es exclusivo de Ucrania. Y las divisiones entre nacionalistas radicales, patriotas moderados y fuerzas prorrusas marcarán el rumbo de la política ucraniana dentro del futuro previsible.

Denys Gorbach es militante de izquierda e investigador sobre el movimiento obrero ucraniano.

Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article10917

Traducción: VIENTO SUR