A Dora María Téllez
Etiqueta: Las venas abiertas de Nicaragua
En una sobria ceremonia, el comandante Daniel Ortega inició este lunes su cuarto mandato presidencial. En presencia de delegaciones internacionales que representaban a 21 países, y de más de 300 representantes de partidos y movimientos de Europa, Estados Unidos y América Latina, entre pañuelos rojos y negros y guayaberas blancas, el Comandante lució por cuarta vez consecutiva la banda presidencial.
Dice la sabiduría popular que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla y muchos quisieran aplicar la sentencia a Nicaragua. Pero ello resulta imposible porque la patria de Sandino tiene muy presente la ignominia y el oprobio vivido. Lo recuerdan muy bien quienes están convocados a emitir su voto en las elecciones de noviembre.
A la memoria de Orlando “Tito” Castillo, amigo de muchos años, luchador en contra de las dictaduras somocista y orteguista, fallecido el día de ayer.
A mediados de los años ochenta viajé a China en misión secreta. Acompañado por Javier Chamorro Mora, viceministro de Relaciones Exteriores, la tarea consistía en tener un intercambio político con autoridades del Partido Comunista Chino y suscribir la apertura de relaciones partidarias y de Gobierno entre la República Popular China, el Frente Sandinista y el Gobierno de Nicaragua.
Sorprendiendo en gran medida a la comunidad internacional, Nicaragua ha decidido restablecer las relaciones diplomáticas con China al más alto nivel y, en consecuencia, romper las relaciones diplomáticas con Taiwán, que siempre han sido comerciales, nunca políticas.
Quienes firmamos este texto tenemos fuertes vínculos con Nicaragua, algunos construidos durante los ochenta y otros más recientes. Nuestra solidaridad de ayer va de la mano con la indignación que hoy sentimos contra un gobierno dictatorial que dispara contra el pueblo en nombre de una revolución que ha sido traicionada.
La crisis del orteguismo es, también, producto de la crisis económica y social que vive la mayoría de la gente y que determina, a su vez, la permanente crisis política.
Otro acto de descarada injerencia de la OEA en los asuntos internos de Nicaragua ha obligado a Managua a cesar su presencia en el organismo dirigido por Luis Almagro.