Hace unos días conocíamos los resultados de una encuesta realizada tras la jura de la Constitución por parte de Leonor de Borbón, en la que la mayoría de los españoles consideraba que debería convocarse un referéndum para que los ciudadanos se pronuncien sobre si prefieren que España siga siendo o no una monarquía parlamentaria.
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Y una resolución sobre el juramento de Leonor de Borbón ante las Cortes Generales
Más de setenta vecinos piden que se difunda toda la información sobre las encuestas realizadas por el gobierno Suárez, durante el periodo preconstitucional, sobre la opción monarquía/república.
Decía «siento por esos Borbones una mezcla de piedad y desprecio. Esta gente no merece seguir reinando. Es de justicia expulsarlos del trono. Son débiles e inmobles», cuenta Max Gallo en Napoleón, la novela.
La Segunda República fue una experiencia de cinco años tronchada por un golpe cívico-militar y eclesiástico, comandado, entre otros, por generales y obispos dispuestos al genocidio de su propio pueblo.
El hecho de que haya grupos de personas que, en el ejercicio de su libertad para manifestarse, aclamen a Felipe VI y su familia cada vez que salen a la calle, no significa que la monarquía sea la forma de Estado preferida por la mayoría.
El 12 de abril de 1931, se celebraron en España elecciones municipales, que, pese a los resultados globales, provocaron la caída de la monarquía y la proclamación de la Segunda República.
La lucha de las naciones sin Estado, en defensa de su soberanía popular, es la lucha general de los pueblos contra los residuos feudales.
Grandes esperanzas había despertado la proclamación de la República aquel 14 de abril de 1931, tras abandonar precipitadamente España el rey Alfonso de Borbón, suspendiendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real, tras conocer los resultados de las elecciones municipales, celebradas dos días antes.
“La OTAN amarra a la Unión Europea y la subordina a las ambiciones imperiales de Washington. La Unión Europea carece de visión estratégica, no se atreve a diseñar una opción independiente para su defensa, y se resigna al papel de socio menor: aunque en posición subordinada, forma parte del mismo bloque imperialista y depredador que dirige Estados Unidos, y pese a sus proclamas pacifistas y solidarias (la mentira de los «valores europeos») ha prescindido de cualquier criterio de solidaridad con los países pobres del resto del mundo, acompañando siempre las rapiñas del imperialismo norteamericano”