Estamos en un momento histórico en que somos testigos directos de las acciones que llevan directa e inexorablemente a serias pérdidas ecológicas. Presenciamos el inicio de muertes anunciadas. Uno de los casos más graves en América Latina es la reciente decisión de construir una megarrepresa en la Amazonia de Bolivia. Allí hay varias semejanzas y […]
Estamos en un momento histórico en que somos testigos directos de las acciones que llevan directa e inexorablemente a serias pérdidas ecológicas. Presenciamos el inicio de muertes anunciadas.
Uno de los casos más graves en América Latina es la reciente decisión de construir una megarrepresa en la Amazonia de Bolivia. Allí hay varias semejanzas y muchas lecciones para Uruguay.
Días atrás, el presidente de Bolivia Evo Morales anunció el inicio de estudios para construir una enorme represa en el río Beni, en el cañón conocido como El Bala. El paquete presentado es de una represa generadora de electricidad, asociada a otros dos represamientos, con una potencia que iría de 1 600 a 4 mil megavatios. O sea, los equivalentes entre una y dos represas como la nuestra de Salto Grande.
Es necesario describir el sitio para entender las implicancias de esa medida. El emprendimiento se ubicaría en el corazón de la Amazonia boliviana; recordemos que la Amazonia se extiende mucho más allá de Brasil, y que precisamente es Bolivia el país que tiene la más alta proporción de su territorio dentro de esa cuenca. El río Beni es enorme, y confluye en el Río Madeira, adentrándose en Brasil, convertido en uno de los más grandes tributario del Río Amazonas.
En Bolivia, en la zona donde se planea esta represa, se encuentran una reserva biológica y área protegida indígena (conocida como Pilón Lajas), y uno de los parques naturales más importantes del mundo: Madidi. La razón de esa relevancia se debe a que esos ambientes tropicales son refugio de más de 12 mil especies de plantas, 800 especies de aves, 200 especies de mamíferos, centenares de anfibios y reptiles, y unas 300 especies de peces. En 2012, la sociedad internacional para la conservación de la vida silvestre determinó que ese parque es el sitio de mayor diversidad ecológica en todo el planeta.
Estuve navegando el río hace unos años y sin duda el paisaje en el estrecho de El Bala es sobrecogedor: un río amazónico, rodeado de densa vegetación, que está encajonado en altos murallones de piedra, también recubiertos de flora tropical. Es posiblemente uno de los lugares más hermosos de nuestro continente. Es como estar ante el conocido cañón del río Colorado, en Estados Unidos, pero en lugar de su paisaje seco y rojizo, ser testigos de la exuberancia verde en clave amazónica.
Los ingenieros planean aprovechar ese murallón y apuntan a un dique de 150 metros de altura, con lo cual se inundarían unas 200 mil hectáreas. Eso explica que será inevitable la pérdida de los territorios o la afectación directa a la vida silvestre y a comunidades humanas. Desaparecerán los hábitats de toda esa riqueza ecológica, incluyendo especies emblemáticas y muy amenazadas, como el tapir o el jaguar. Pero además, impactará directamente sobre comunidades indígenas tacanas, chimanes, tsmanes y mosetenes.
Algunos pensarán que esa discusión es muy distinta a nuestros debates uruguayos. Pero un examen atento muestra muchas similitudes, tales como la decisión gubernamental uruguaya de «correr» la ubicación de áreas protegidas para que no quedaran «dentro» del posible tendido del mineraloducto que planeaba construir Aratirí, o hacer oídos sordos a los reclamos por los impactos ambientales en la costa oceánica.
La lógica gubernamental boliviana se basa en postular la necesidad de la represa, que generará empleos y permitirá futuros buenos negocios. Ideas muy similares a las que se esgrimen en Uruguay, y que deben analizarse. Cuando eso se hace aparecen muchas dudas y alertas. Es que un emprendimiento de este tipo solo brinda empleo en la fase de construcción, pero como a la vez genera muchos impactos negativos (que también tienen costos económicos), nunca queda claro cuál es el saldo neto para el gobierno. Además, la generación de electricidad de esa obra no está enfocada en el consumo boliviano, sino en la idea de exportarla a Brasil. Muchos de estos razonamientos implican ideas análogas a las que se usan en Uruguay para defender la obra de la regasificadora, por ejemplo.
El caso de la megarrepresa de Belo Monte en Brasil, también en la Amazonia, es relevante, ya que se demostró que toda la obra era un sentido energético (el país no necesitaba ese aporte de energía), generó unos gravísimos impactos sociales y ambientales (que persistirán por décadas y décadas), y en realidad sirvió para nutrir los esquemas de corrupción entre políticos y empresas constructoras (según las investigaciones judiciales, la empresa constructora pagó sobornos por el equivalente a US$ 30 millones a políticos del Partido de los Trabajadores y del PMDB para obtener los permisos de construcción).
Más allá de eso, la suma de los impactos de las represas ha llevado a que incluso la Comisión Mundial de Represas admitiera que los efectos negativos a mediano y largo plazo son mucho mayores a los estimados o reconocidos.
El presidente Evo Morales ha defendido esta obra, y además advirtió que espera que los ambientalistas no se opongan. Aunque su estilo es diferente, el sentido es similar a las burlas del entonces presidente Mujica por aquellos interesados en proteger a nuestros venados. Por las dudas, en paralelo, el gobierno boliviano implantó una legislación que limita a aquellas asociaciones ciudadanas que, por ejemplo, cuestionen este y otros emprendimientos de desarrollo.
Es así que podemos estar presenciando el inicio de una cascada de eventos que terminará en una megaobra de dudosa utilidad pero certeros impactos sociales y ambientales. Y las lecciones para Uruguay están allí: ante cualquier megaproyecto no deberían minimizarse los impactos, esquivar una contabilidad seria que incluyera todos los costos o acallar los reclamos ciudadanos.
Eduardo Gudynas. Analista en temas de ambiente y desarrollo, y defensor de la Naturaleza. Integrante del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES); investigador asociado en el Dpto Antropología, Universidad California, Davis; Duggan fellow del Natural Resources Defense Council de EE UU. Docente invitado en universidades de Uruguay y otros países de América Latina, EE UU y Europa. Acompaña organizaciones ciudadanas, desde grupos ambientalistas a federaciones indígenas, en distintos países del continente.