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Tiburones, en su salsa

Fuentes: Rebelión

La Europa balnerario, de la que habló el finado Vázquez Montalbán, ha tenido en el reciente fin de año algunos ejemplos de esos peligrosos escualos que agitan las albercas del disminuido Estado del bienestar. Ya los conocen. Son tiburones, en su salsa. Citaré un par de ellos, para no alarmar más de lo necesario, extranjeros […]

La Europa balnerario, de la que habló el finado Vázquez Montalbán, ha tenido en el reciente fin de año algunos ejemplos de esos peligrosos escualos que agitan las albercas del disminuido Estado del bienestar. Ya los conocen. Son tiburones, en su salsa. Citaré un par de ellos, para no alarmar más de lo necesario, extranjeros los dos, por si acaso, que ya sabemos que, en España, la libertad de expresión está limitada por la larga mano de las querellas en los tribunales.

 

Uno. El secretario general de la CDU alemana, Laurenz Meyer, un economista con evidentes lazos de corrupción con empresas alemanas, (en concreto, con la eléctrica RWE), dimitía de su responsabilidad. No sólo es un hombre corrupto, también es un aplicado e insaciable sujeto que acumulaba sueldos: al parecer, cobraba 27.000 euros mensuales, una bagatela de cuatro millones y medio de las antiguas pesetas. Al mes. Además de otras tonterías que no conocemos, por el momento. Anoten: es un hombre decidido partidario de la reducción de los derechos obreros y del desmantelamiento del Estado del bienestar.

Dos. Según informaba el diario italiano Liberazione, haciéndose eco de una clasificación hecha pública por Milano Finanza, Luca Cordero di Montezemolo, uno de los principales empresarios del país, ingresa la tontería de 6’7 millones de euros al año. Traduzcan: más de 1.100 millones de las antiguas pesetas. Luca Cordero es el presidente de la FIAT, de Ferrari, de Maserati, de la patronal Confindustria, de la Feria Internacional de Bolonia, preside también una universidad privada, y está en direcciones futbolísticas y en el consejo del diario La Stampa, entre otras muchas ocupaciones. Nadie se interroga por su capacidad, pero es evidente que el trabajo lo realizan otros.

Esos dos sujetos hablan sin descanso de la necesidad de limitar los derechos sociales, y los gobiernos los escuchan. Así, en Alemania, se han aplicado en este enero de 2005 los mayores recortes sociales de su historia. No hace falta que les cuente las brillantes ideas que tiene Berlusconi al respecto, y muchos otros gobernantes, de la derecha insaciable o de la izquierda reconvertida, como Blair. Aunque, para consolarnos, hay que recordar que no ocurre sólo en la Unión Europea. Algo similar pretende Bush en los Estados Unidos, para liquidar ideas como la Seguridad Social del viejo Roosevelt; y en Rusia, con el ataque del gobierno Putin a los derechos sociales de los jubilados y pensionistas. Y en Perú, donde la patronal ha propuesto trabajar más horas al día, con el mismo salario: dice que es la única forma de desarrollar el país. Claro que, al parecer no ha reparado en que quienes tienen que trabajar son los demás.

Aquí, entre nosotros, ese falangista reconvertido que dirige la patronal CEOE, sigue también empeñado en conseguir una mayor prosperidad para los trabajadores por la vía de reducir salarios, limitar derechos y conseguir ventajas y subvenciones: la voracidad empresarial y burguesa, su parasitismo social, que los ciudadanos deben soportar obligatoriamente, convive con su tentación para deslocalizar empresas, para quebrar la resistencia obrera y popular al nuevo proyecto capitalista que no descarta eliminar buena parte de las conquistas sociales del último medio siglo. Desmontar el llamado Estado de bienestar, para conservarlo, dicen, con humor inglés. Mientras, los banqueros ríen con Juan Carlos de Borbón, compartiendo negocios, cacerías, francachelas, informaciones privilegiadas, fondos de reptiles y corrupciones varias, y el gobierno de Rodríguez Zapatero se tienta la ropa antes de iniciar cualquier moderada medida progresista. Y, encima, un monseñor nos dice que, en Madrid, se peca masivamente.

Así que si ustedes están preocupados por los salarios de los trabajadores, por la proliferación de los contratos basura, por los sueldos de misera que continúan enriqueciendo los bolsillos de los buitres que anidan en el país, si miran de reojo al banquero Botín en los tribunales, y a esos desprendidos directivos de su banco con jubilaciones millonarias (literalmente; recuerden: alguno se ha llevado a su casa, tan ricamente, centenares de millones de las antiguas pesetas), o si ven a otros banqueros molestos con la información que se ha filtrado de sus negocios sucios, ya saben, están en la Europa balneario, aunque, ahora, con tiburones. Tiburones. En su salsa.

 

 

 

Higinio Polo