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Entrevista a Bwalya J. Sorensen, líder de Black Lives Matter de Dinamarca

«Todos los grandes cambios se consiguen en la calle»

Fuentes: Ctxt

«He estado manifestándome contra el racismo desde que era muy pequeña». Bwayla Sorensen (1967) nació en Zambia, cursó parte de sus estudios en un colegio británico, y de adolescente migró desde su país natal a Dinamarca. En todo momento, asegura, ha sentido el racismo estructural. Ese que, debido a la corrección política, no se configura […]

«He estado manifestándome contra el racismo desde que era muy pequeña». Bwayla Sorensen (1967) nació en Zambia, cursó parte de sus estudios en un colegio británico, y de adolescente migró desde su país natal a Dinamarca. En todo momento, asegura, ha sentido el racismo estructural. Ese que, debido a la corrección política, no se configura en expresiones violentas y feroces, pero te obliga, recién licenciada, a cambiar de nombre -literalmente- para conseguir más oportunidades. Desde 2016, Sorensen es la cara visible de Black Lives Matter (el movimiento antirracista estadounidense) en el país nórdico. Según relata, la brutalidad que presenció en una de sus visitas a las prisiones donde están internados los refugiados le hizo tomar la decisión de unirse al movimiento.

Como suele ocurrir en estas situaciones, Sorensen relativiza su papel de liderazgo y su perfil marcadamente activista. Su energía y fuerza descartan inmediatamente esta afirmación. «Yo trabajo con el corazón». El ardor de muchas de sus palabras se asienta en la expresividad del que siempre reniega de la autocensura; en la fluctuación desordenada del relato del que tiene tanto que contar y defender. Fue esto, precisamente, lo que llamó la atención de los responsables de Black Lives Matter: vídeos en Youtube, fotografías y muchas entradas en Facebook que chocaban tangencialmente con la pasividad y la corrección política de otras organizaciones del país nórdico. Bwayla rechazó varias veces la responsabilidad. Al conocerla, da la sensación de que eso no fue más que la dilación de lo inevitable. Pese a todo, Bwayla se define, simplemente, como alguien en lucha constante contra el racismo: «Siempre intenté hacer cosas al respecto, porque pensaba que hablando de ello podría conocer de dónde proviene y hacérselo recordar a mis compañeros de clase cuando era pequeña. Viví el racismo desde muy temprano». Una experiencia marcada por su paso por una institución de enseñanza británica donde ella su hermana eran dos jóvenes negras entre compañeros blancos.

Su lectura del crecimiento de la xenofobia y el racismo en Europa y su institucionalización en organizaciones y partidos ultras parte de factores coyunturales, como la crisis económica o la llegada de refugiados. Esto, sin embargo solo se explica, según esta activista, analizando dinámicas sistémicas: el paternalismo, la corrección política o la misma negación. «Cuando llegué a Dinamarca de adolescente, existía un racismo estructural, soslayado y basado en la negación. Al entrar en la universidad, cuando pedí el formulario para matricularme en Informática, la mujer que me atendió me dijo: ‘Esto son estudios de educación superior…’. Yo respondí: ‘Sí, lo sé, no hay problema’. Pero claro, yo debía estar confusa o perdida, y siguió insistiendo en que debía de haber algún tipo de error hasta que alguien de coordinación tuvo que llamarle la atención. Este son el tipo de experiencias que sufres con el racismo estructural».

Con la recesión de 2007, asegura, las cosas se complicaron: «Cuando llega la crisis financiera y la desesperación, también llega el racismo en su plenitud. Me cambié el nombre, recibí insultos. Fue una experiencia terrible, me vine abajo, toqué fondo. Y desde ahí, me levanté y comencé a participar en manifestaciones espontáneas y a participar del activismo».

Su presencia en el festival Transeuropa, celebrado a finales de octubre en Madrid, fue el marco de esta conversación que CTXT mantuvo con ella en el centro social La Ingobernable. Su principal ocupación durante el evento fue «aprender» y trazar líneas de actuación y coordinación con compañeros de otros países del continente.

¿Cómo fue su camino desde el activismo local hasta la participación en un movimiento como Black Lives Matter?

Cuando ocurrió lo que suelen llamar ‘crisis de refugiados’, me uní a la iniciativa humanitaria Kind Citizens, el equivalente al Refugees Welcome en Dinamarca. Este movimiento creció contra la explosión de propaganda anti-inmigración y anti-refugiados que surgía en mi país. La gente dijo: «No quiero discutir sobre política, no quiero argumentar, no quiero hacerme partidario de nada, solo quiero recibir a todas esas hermosas personas que han sufrido y que necesitan ayuda». Así comencé a luchar en mi ciudad, con mi hija. Unos meses después, la prisión más antigua de la ciudad -una prisión de alta seguridad, preparada para criminales- fue reabierta para encerrar a los refugiados y a los solicitantes de asilo cuya petición había sido denegada. Se convirtieron, básicamente, en prisiones para inmigrantes. Empezamos a visitarlos, pero nos costó tres meses conseguirlo. También entró la Cruz Roja, que firmó un acuerdo de confidencialidad, una cláusula de silencio o algo por el estilo. Nosotros nos negamos a firmar eso y seguimos peleando por entrar, con el simple propósito de llevarles algo de entretenimiento, una tazas de café…

El problema es que, por norma general, en Kind Citizens no nos manifestábamos, no hablábamos de política. Eso me resultaba muy chocante, pero gracias a ellos pude entrar en las prisiones. Cuando lo conseguí, lo que encontré allí fue terrible. Te explico: las prisiones en Dinamarca no son como las que se ven en las películas de EE.UU. La filosofía danesa es que una vez que los criminales cumplen su condena, deben reinsertarse en la sociedad. Por eso en las prisiones tienen televisión, instrumentos musicales, gimnasios, accesorios de cocina…. Bueno, pues cuando empezaron a recolocar migrantes y refugiados en estas prisiones lo quitaron todo. Esto es aún peor si piensas que toda la gente que encerraban allí era gente de color: negros, mulatos… No se veían por ejemplo bielorrusos, que también migran hacía el país.

¿Cómo es la situación en estas prisiones?

En esos lugares tienen por ejemplo una llamada al día. Si no respondes, no puedes devolverla y hablar con ellos. He conocido a gente que han encerrado durante meses, que se ha puesto objetos cortantes en la boca para autolesionarse y no ser deportados. También un chico palestino, que estaba viviendo normalmente en Suecia pese a que habían rechazado su solicitud de asilo. Se equivocó de tren, apareció en Dinamarca y al pedir ayuda a la policía le encerraron ahí. No tienen ningún tipo de cuidado psicológico para gente con traumas por la guerra o la persecución. Están aislados durante muchas horas al día…

En España existe la creencia de que los países nórdicos son ejemplos avanzados de política social, defensa de los derechos humanos e integración. ¿Es una imagen que se ajusta a lo que ha pasado estos últimos años allí?

Sí, ellos solían serlo. Pero con los años, la extrema derecha ha ido creciendo. Dinamarca ha seguido la estela de lo que ha pasado en lugares como Austria, y la extrema derecha ha empezado a acceder al poder. La que ocurre es que si surgían temas peliagudos, como el de las prisiones, lo normal es que se evadiesen o ignorasen por miedo a dar mala impresión. Todavía hoy en día sigue existiendo un alto grado de corrección política. Cuando mencionas temas relacionados con el racismo, incluso hablando con gente de la izquierda, inmediatamente se convierte en una cuestión olvidada, un tema tabú. Al menos la extrema derecha empezó a hablar claramente. De alguna forma, es de agradecer, porque se sabe claramente que son extremistas y que reciben sus votos por eso. Los escandinavos son efectivos, y todo lo que hacen lo hacen muy bien. Cuando son antirracista, lo hacen extremadamente bien. Pero cuando son racista, también ocurre lo mismo…

¿Puede empeorar esta situación? ¿O han alcanzado su techo todos estos partidos ultras?

Bueno, de hecho algunos de ellos han empezado a bajar en votos. Pero esto no es algo por lo que alegrarse: simplemente, los partidos liberales y socialdemócratas han empezado a comprar su agenda política. Poco a poco, de forma lenta, se han ido acercando a ese extremismo. Le ha pasado a los socialdemócratas, que perdieron muchos votos y para recuperarlos aplicaron la corrección política. Y por muy ridículas que fuesen las propuestas de los extremistas, las discutían e incluso las aceptaban. Así intentan recuperar a sus votantes. Esto supone una degradación en cuestiones de racismo. Porque estos partidos que intentan recuperar terreno, lo hacen intentado competir. Es una competición para ver quien puede proponer las peores medidas. Hace unas semanas hicimos una manifestación porque se estaba debatiendo prohibición del uso del niqab en la calle. Bien, 12 horas después de que se aprobase la ley, el partido racista, llamado Danish People Party, ya estaba pidiendo la prohibición del hiyab. Lo que le decimos a la izquierda es que si entran en este juego, con este tipo de cosas, no pueden ganar. Porque lo siguiente es pedir una isla para meter a los refugiados y aislarlos.

Aquí en España a veces se dice que tenemos suerte de no tener partidos de extrema derecha… Si se mira con cierta perspectiva, poco importa, sea verdad o no: se han levantado muros en nuestras fronteras, la gente muere ahogada en el mar…

Es un gran problema, sí. Cuando creamos Black Lives Matter en Dinamarca y queríamos montar debates, algunos miembros decían: «Sí, tenemos que invitar a la extrema derecha, así podremos debatir con ellos». Bueno, a mí la verdad es que no me gusta malgastar mi tiempo. Con quien necesito debatir es con la derecha y el centro que dicen que no son racistas y en realidad lo son. La gente que está votando ese tipo de leyes y siguen insistiendo en que no son racistas, o que se quedan quietos y callados cuando les decimos que están metiendo a los refugiados en prisiones durante meses.

Cuando yo tenía unos trece años y aprendí sobre los campos de concentración pensaba: «Han ido a detener a tu vecino… ¡¿Y no dices nada?!». Es quizá lo que más me afectaba. Esa cosa horrible ocurriendo y tú…. Pues, ahora y de repente, en mi ciudad, han abierto una prisión a pocos kilómetros de mi casa. Yo a quien me dirijo es a la gente de clase media que dice «yo no soy racista», incluso a la gente de color danesa, y les digo: hay que levantarse contra esto, en el futuro os puede tocar a vosotros. En este momento la retórica se dirige contra los musulmanes. Mi hija está casada con un musulmán, tengo un nieto musulmán… Y tengo miedo de que les pase lo que pasó en los campos de concentración. Esto es una competición: «¿Cómo y de qué podemos acusar a los musulmanes?». Necesitamos estar alerta, necesitamos levantarnos y luchar desde la izquierda contra esto. Ya hemos visto cómo ocurrió esto una vez, no podemos dejar que vuelva a pasar. El problema es que, de momento, [ellos, la extrema derecha] están ganando.

En Black Lives Matter estáis luchando contra eso. También hay muchas otras organizaciones y movimientos de la sociedad civil que se han levantado contra esta situación. El propio movimiento Refugees welcome ha tenido mucho impacto…

Sí, pero es curioso que la mayoría de ellos, sus liderazgos y miembros sean blancos. Quizá hay un complejo de salvador blanco y se está pasando por alto el potencial que tienen, por ejemplo, los votos de la población negra y mulata. Pero es complicado. La organización de acogida de refugiados en la que yo estaba… Ibas allí a hablar, como una persona de color, y si no lo hacías como una víctima se quedaban sorprendidos. Y son personas maravillosas con un gran corazón. Pero necesitamos sentarnos a hablar de igual a igual para acabar con esta brecha y para darnos cuenta de todo el trabajo conjunto que hay que hacer. Este es un potencial que aún no tenemos: si puedes movilizar a los migrantes, si puedes movilizar al pueblo romaní, si puedes empoderar a las minorías, entonces podremos ganar.

Ese paternalismo europeo… ¿Cómo se puede superar? ¿Cuáles son las vías de empoderamiento?

Bueno, cuando estaba en Kind Citizens, si un refugiado pedía ayuda para ir al dentista, todo el mundo se ofrecía a ver qué podía conseguir. Pero luego, si les pedías favores a ellos, te miraban como si te estuvieses aprovechando. Yo, por ejemplo, pedí hace poco ayuda para mover unas cosas de mi casa, una pequeña mudanza. Son pequeños detalles que ayudan al empoderamiento, a conseguir que estas personas se sientan parte de la sociedad. Dar y recibir. Estos son detalles a un nivel muy personal, pero necesitamos llevarlos a un plano más estructural.

Mira, yo cuando llegué a participar en Transeuropa, me encontré talleres estupendos sobre racismo estructural, interseccionalidad… En uno de ellos había un equipo audiovisual buenísimo, pero eran todos blancos. Yo no podía callarme. Estoy segura de que hay algún fotógrafo negro o mulato al que le encantaría participar. De verdad, ¿cuándo vamos a conseguir superar esto? Sé que es difícil encontrar gente que pueda estar en tu equipo, que es algo que requiere tiempo y esfuerzos. Pero, por ejemplo, si vas a fundar una revista decolonial, y tu equipo es todo blanco, pues tienes un problema…

Blancos y varones…

Exacto. ¡Busca periodistas negros y mulatos! Lo que hacemos en Dinamarca cuando se montan «debates» antirracistas y activistas con estas dinámicas es no acudir. Los dejamos vacíos. Y cuando alguien organiza su evento y busca gente para llenar los paneles y son todos blancos, le llamamos la atención para avergonzarlos. Lo estamos haciendo, y está funcionando.

Todos estos movimientos de la sociedad civil… ¿Son suficientes para luchar contra esos ultras que ahora están entrando en los parlamentos y los gobiernos?

Yo estoy alejada de la política [institucional]. En Black Lives Matter no somos políticos, aunque por supuesto hacemos política, pero desde la sociedad civil. Porque la manera para que la izquierda reciba votos es dar y recibir. Nosotros no nos comprometemos, no firmamos nada, a menos que se ofrezcan avances significativos. Pero no nos moveremos más allá de nuestra posición anti-racista y pro-refugiados.

¿Y nunca habéis pensado en construir un partido?

Es que esa es nuestra fuerza. Black Lives Matter es uno de los movimientos activistas más grandes en América, pero no se está construyendo ningún partido con él, de igual forma que tampoco lo estamos haciendo en Dinamarca. Estamos en constante movimiento, y tenemos aliados como las mujeres liberales que defienden sus derechos. Ellas saben que esta organización [Black Lives Matter en Dinamarca] está liderada por una mujer negra. Y nos contactan para ver cómo podemos ayudar, por ejemplo, para encontrar lugares de reunión. También hablamos con el movimiento antifascista. Trabajamos con ellos para parar las deportaciones. Y ellos son gente blanca también.

En Europa hay muchos partidos liberales en los gobiernos -Alemania, Reino Unido, Francia- que, como señalabas, han aceptado las agendas de debate de los partidos ultras. ¿Realmente no es necesaria la institucionalización para combatir esto?

Si alguien quiere dedicarse a la política, que lo haga por favor. Creo que es muy importante para la agenda política, y espero que intente luchar desde dentro. Yo trabajo en una organización negra en la que no censuramos la participación en partidos, pero al mismo tiempo estamos en una posición que deja muy claro que quien entra en el parlamento o en el gobierno puede ser criticado. Políticamente, todos los grandes cambios se consiguen en la calle. Actos que se pueden convertir en políticas y leyes. Ha habido cosas en las prisiones que han cambiado. El primer ministro va a tener que responder preguntas sobre estas prisiones porque nosotros nos manifestamos. Cuando hablamos con la gente, cuando hacemos proclamas, cuando los políticos se empiezan a sentir incómodos, significa que estamos haciendo oposición. En este sentido somos extremadamente políticos. De alguna forma, somos un lobby, y ésta es la forma en la que entendemos la política, poniendo bajo presión a los políticos. Esto es lo bonito, y la posibilidad de que ocurra está ahí. Se trata de ir construyendo la red, de trabajar con distintas personas, de ayudarnos mutuamente. Está funcionando y llegando a la prensa.

Y hablando de la prensa. Existen varias estructuras: la gente y la sociedad civil; el sistema político; y también la prensa… La prensa tiene poder. Ellos saben que si van a escribir algo sobre racismo, sobre una mujer que lleva algún tipo de vestimenta… eso se va a compartir y va a tener muchos clics. Ellos son también una parte del populismo. Están tomando posiciones cada vez más extremistas, escribiendo cosas que nunca se había visto en los diarios. Pero eso da clics y publicidad.

También subvenciones del Estado y de la política…

Sí, por supuesto. Es bueno mencionarlo. Cuando yo llegué a Dinamarca, los periódicos eran independientes y no solían tener prácticas racistas. En 2009, como pasó con los bancos, dos grandes periódicos dijeron la misma semana que estaban en quiebra. Ellos [los partidos y el gobierno] sabían que necesitaban a esos dos grandes periódicos, y que además era posible que otros entraran en la misma situación. Así que, igual que salvaron a los bancos, salvaron a los periódicos. Con una consecuencia: ya no eran independientes.

Fuente original: http://ctxt.es/es/20171213/Politica/16712/Dinamarca-racismo-Black-Lives-Matter-activismo.htm