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Las elecciones en Costa Rica

Un gobierno del partido Acción Ciudadana

Fuentes: Rebelión

«Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie» (frase de Tancredi Falconeri en la novela El gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa). En Costa Rica, el Partido Acción Ciudadana (PAC) emerge como fuerza política en la coyuntura electoral de 2001. El contexto: se intensifica la implantación neoliberal y se busca actualizar […]

«Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie» (frase de Tancredi Falconeri en la novela El gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa).

En Costa Rica, el Partido Acción Ciudadana (PAC) emerge como fuerza política en la coyuntura electoral de 2001. El contexto: se intensifica la implantación neoliberal y se busca actualizar su rezago; se desmantelan los planteles del Estado de bienestar construidos en los años 50-70 de elevado crecimiento; y domina entre la población el desencanto y la pérdida de credibilidad en las instituciones políticas, los políticos, y la política en general. La hegemonía de la clase dirigente entra en una profunda crisis.

Surge con una propuesta sustancialmente ética que pretende modificar la visión y práctica de la política, mediante una rigurosa reivindicación de la moral pública. Su crítica apunta especialmente contra los partidos tradicionales, el Partido Liberación Nacional (PLN) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), paralelas históricas que desde la mitad de los años 80 han canalizado los intereses del pacto estructural oligarquía – imperialismo, permeados hasta la médula por la corrupción y convertidos en máquinas electorales que impulsan la agenda neoliberal.

Ideológicamente, no se define como un partido de izquierda y no tiene hasta ahora una propuesta societal. El énfasis reduccionista de su oferta programática, centrada en una reforma ética del sistema político sin realizar una conexión explícita entre la degradación de la moral pública y el modelo, neoliberal, de política económica imperante (sus estructuras, su lógica y sus valores), ha puesto en evidencia las inconsistencias que han acompañado al PAC a lo largo de más de una década de práctica política.

Tres límites del PAC:

1) Un cuerpo carente de cohesión ideológica, donde concurren y se enfrentan gentes de izquierda (antineoliberales y antipatriarcales), gentes de derecha (neoliberales y patriarcales) y camaleones políticos.

2) Sobre este cuerpo, la gravitación desmesurada del caudillismo filisteo de su fundador, Ottón Solís, proclive a maniobras de cúpula y refractario a los movimientos populares.

3) La repetición de la tesis oligárquica que absolutiza las particularidades históricas de Costa Rica, y alimenta un chovinismo de aldea antilatinoamericano y especialmente anticentroamericano (la consigna de la oligarquía tica ha sido: «nosotros somos la Suiza centroamericana y lo único que nos interesa es estar bien con los gringos»).

El PAC avala el chovinismo de aldea cuando Latinoamérica y el Caribe, todos sus gobiernos, adoptan posicionamientos en bloques estratégicos que están definiendo el destino de la región. Una gran parte de gobiernos se alinea en defensa de la autodeterminación política, frente al unilateralismo imperial; y resiste al avance del neoliberalismo promoviendo políticas económicas alternativas, que incluyen la formación de mercados regionales con una lógica integradora contrapuesta a la que impulsa el imperio.

El otro bloque de posicionamiento: una minoría de gobiernos que se somete servilmente al unilateralismo político imperial y apoya la expansión del orden neoliberal. Costa Rica con su retórica particularista está claramente ubicada en este último bando, junto con los narco Estados de Colombia y México, el Chile de Piñera, el Perú de Humala, y la Panamá de Martinelli.

El candidato

Luis Guillermo Solís es un hombre honesto que viene de la academia, y no pertenece a la casta de traficantes de la política que ha gobernado el país desde mediados de los 80. Ideológicamente, es un socialdemócrata progresista que no ha optado por el transformismo político. Con una virtud-carencia: orienta su conducta respetando cautelosamente la correlación de fuerzas políticas. No es alguien que se va a arriesgar desde arriba a impulsar una construcción de los de abajo que cambie a favor de éstos la correlación de fuerzas existente.

¿Qué se puede esperar de su gobierno?

1) Que pueda sacar por lo menos del ejecutivo, a la casta delincuencial y organice un equipo decente e inteligente. Lo que podría disminuir el cinismo pero no terminar con la corrupción, debido a la visión epidérmica que tiene su programa de este fenómeno.

2) En política económica, podrá haber un cambio de orientación importante entre la visión de un keynesiano ilustrado como Helio Fallas (quien desde la vicepresidencia dirigiría la política económica) y la que tiene la poderosa ministra de comercio, Anabel González, predicadora puritana de la ortodoxia más rastrera.

El problema está en que después de la orgía de TLC (especialmente después de la firma del CAFTA y del AdA con la Unión Europea), se consolidó el arraigo del implante neoliberal en la sociedad, y éste sin cambios estructurales deja muy poco margen para políticas alternativas. Luis Guillermo Solís podrá frenar lo poco que queda en el cumplimiento de la agenda ortodoxa (podrá, por ejemplo, discontinuar la orgía de TLC, evitar que se privatice el aire y el agua, o eludir un crecimiento en la privatización de la energía). Pero Luis Guillermo Solís no se atreverá a modificar las estructuras del implante. Por ejemplo: no va a revisar los TLC para impedir el déficit comercial crónico, cubierto con endeudamiento, y eje causal del déficit fiscal; no va a revisar las normativas para contratación pública que aparecen en dichos tratados y asignan privilegios especiales a las corporaciones extranjeras; de igual manera, difícilmente se atreverá a impulsar una reforma fiscal fuertemente progresiva que tase efectivamente las rentas más elevadas y la exportación de capital, y establezca un impuesto duro al consumo de bienes suntuarios. En suma, en política económica lo previsible es que tengamos un neoliberalismo gestionado con un esfuerzo más asistencial (si los márgenes de endeudamiento lo permiten) y un poco menos espacio para la inversión depredadora.

¿Qué pasará con la CELAC, cuya presidencia le corresponde a Costa Rica este año? Si el Chile de Piñera hizo lo posible por sabotearla desde dentro, y la Cuba de Raúl por impulsarla al máximo, la Costa Rica del PAC se ubicará en el justo término medio. Ni lo uno ni lo otro.

¿Qué posicionamiento habrá respecto a la Alianza del Pacífico, el organismo impulsado por USA para profundizar la integración neoliberal en nuestro hemisferio? Actualmente Costa Rica está como observador, haciendo gestiones intensas para convertirse en miembro pleno. Con un gobierno PAC seguramente Costa Rica se quedará como observador.

En relación con los posicionamientos que hoy se dan en Latinoamérica y el Caribe, es probable que un gobierno PAC sea un poco menos sumiso a los gringos que los gobiernos Chinchilla o Arias, pero guardará una prudente distancia con los gobiernos progresistas.

¿Y las relaciones con Nicaragua? Cuando la campaña electoral pasó a una segunda ronda, Daniel Ortega envió un mensaje a cada uno de los dos candidatos contendientes, Luis Guillermo Solís y Johnny Araya del gobernante Partido Liberación Nacional (PLN), solicitándole a quien asumiera la presidencia, un diálogo para resolver las diferencias entre Costa Rica y Nicaragua. Después de esta misiva, Luis Guillermo Solís se reunió con el troglodita canciller Enrique Castillo (un troglodita de origen nica) y salió repitiendo las palabras de éste: que no podía haber diálogo con Nicaragua hasta que la Corte de La Haya resolviera las demandas planteadas por Costa Rica (es decir, dentro de unos 5 u 8 años). La actitud de Araya fue mucho más sensata. «No me puedo negar al diálogo». «Ojalá podamos resolver nuestras diferencias».

Como se sabe, Johnny Araya se retiró oficialmente de la campaña electoral. Salvo algún evento imprevisible (en una contienda signada por la volatilidad y las sorpresas), es casi seguro que Luis Guillermo Solís será el próximo presidente de Costa Rica. Lo será sobre todo porque la oligarquía tica, en su conjunto, está consciente de que un gobierno del PAC no afectaría sus intereses; y su sector más lúcido prefiere a Luis Guillermo Solís que a Araya. Porque un gobierno del PAC vendría a crear en el imaginario popular la ilusión de que la sociedad está cambiando, aunque lo sustantivo permanezca inmutable. Y el recurso del «gatopardismo» siempre ha resultado muy eficaz para apuntalar la hegemonía en crisis de las clases dirigentes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.