I Un largo derrotero anduvo en su vida, diversas geografías impregnaron con su esencia sus escritos sin dejar nunca a un lado la raíz materna de la patria añorada, el carácter rural de su infancia contrapuesto y resignificado con la lógica cosmopolita de algunos de los países que visitará, acentuaron en su obra, el compromiso […]
Un largo derrotero anduvo en su vida, diversas geografías impregnaron con su esencia sus escritos sin dejar nunca a un lado la raíz materna de la patria añorada, el carácter rural de su infancia contrapuesto y resignificado con la lógica cosmopolita de algunos de los países que visitará, acentuaron en su obra, el compromiso con los oprimidos, con la unidad Latinoamérica y su concepción de la educación como actividad emancipadora de la mujer y de los pueblos marginados. Gabriela Mistral (1889-1957), nacida en Vicuña, ciudad del Valle Elqui en Chile, legó una vasta producción intelectual que reafirma con el tiempo su compromiso con Nuestra América.
Se formó como profesora y ejerció el magisterio en zonas rurales de Chile, se vinculó con las necesidades de los pueblos indígenas, haciendo suyo el reclamo por la reivindicación de sus derechos, hizo de la educación de los niños instrumento útil para el mejoramiento humano, participó en 1922, invitada por el gobierno de México, en el proyecto de educación encabezado por José Vasconcelos que desarrolló las Misiones Culturales, experiencia que le permitió reafirmar su responsabilidad con los indígenas y la educación rural, además de acentuar su interpretación de la realidad latinoamericana que ya realizaba en muchos sentidos, bajo la luz del pensamiento de José Martí, de quien fue lectora incansable y estudiosa de su obra.
Unos años antes, en 1906, publicó en La voz de Elqui, su en sayo «La instrucción de la Mujer», en donde manifiesta su desencuentro con el orden establecido de la época, criticando las ideas entorno a la mujer, y pugnando por una reforma educativa que otorgase principios de igualdad y equidad, en el texto dice: «Se ha dicho que la mujer no necesita sino una mediana instrucción, y es que aún hay quienes ven en ella al ser capaz sólo de gobernar el hogar. La instrucción suya, es una obra magna que lleva en sí la reforma completa de todo un sexo. Porque la mujer instruida deja de ser esa fanática ridícula que no atrae a ella sino la burla: porque deja de ser esa esposa monótona que para mantener el amor conyugal no cuenta más que con su belleza física y acaba por llenar de fastidio esa vida en que la contemplación acaba. Porque la mujer instruida deja de ser ese ser desvalido que, débil para luchar con la Miseria, acaba por venderse miserablemente si sus fuerzas físicas no le permiten ese trabajo. Instruir a la mujer es hacerla digna y levantarla. Abrirle un campo más vasto de porvenir, es arrancar a la degradación muchas de sus víctimas. Es preciso que la mujer deje de ser mendiga de protección; y pueda vivir sin que tenga que sacrificar su felicidad con uno de los repugnantes matrimonios modernos; o su virtud con la venta indigna de su honra».
Estas y otras opiniones fueron condenadas por la Iglesia y los sectores conservadores de Chile, sin importarle los ataques, Gabriela Mistral alzó la voz para defender a la mujer y luchar por una reforma social que hiciera más justas nuestras sociedades. Durante su experiencia en México, materializó una de las ideas que había planteado en dicho ensayo: » Que la ilustración le haga conocer la vileza de la mujer vendida, la mujer depravada. Y le fortalezca para las luchas de la vida». Tuvo la responsabilidad de elaborar una selección de lecturas para mujeres maestras y jóvenes que fueron editadas y distribuidas en las zonas marginadas como parte de la campaña alfabetizadora, esas lecturas, buscaban instruir a la mujer para romper el carácter opresor de la sociedad, pero también, la selección de escritos latinoamericanos que incluyó, muestran su deseo de que la historia y la cultura de Nuestra América fuera enseñada y estudiada, abriendo paso para el conocimiento del pensamiento y sentir nuestro.
II
En su obra la presencia de Nuestra América es permanente, así como la opresión de la mujer ocupa ensayos, poemas, cartas y reflexiones, la situación de los pueblos indígenas es otro de los temas preferentes en Gabriela Mistral, adhiere su voz al reclamo por la tierra, por las culturas y los pueblos, afirma con toda conciencia que: «Yo conservo el rencor de la conquista». Durante su vida reconoció y estudió la obra del prócer José Martí, vinculándose con círculos intelectuales de Cuba, donde dictó en La Habana, una serie de conferencias en las que expuso sus interpretaciones del pensamiento martiano. A Martí dedicó importantes escritos como los que se reúnen en el libro La lengua de Martí .
Continuadora de la obra martiana, escribió a favor de la conciencia latinoamericana y por la libertad e independencia de nuestros países, condenó las agresiones imperialistas de los Estados Unidos en Nicaragua, fue defensora de la causa sandinista: «El único medio de oponer un dique a la invasión yanqui es la formación de un bloque latino contra un bloque anglo-sajón». Gabriela Mistral entona un grito fuerte y radical a favor de la autonomía, de la belleza y el autoconocimiento de los pueblos latinoamericanos, considera que son justamente los pobladores de estos países, los que deben aprender a quererse y a querer su suelo de origen, su tierra y cultura, el cielo y la lengua que nos hacen un todo, su deseo de unificar las patrias nuestras para establecer equilibrio en la región, conciencia nacional y el bienestar, tiene en la educación su herramienta más prodigiosa y útil.
En 1922 publica en diferentes países, «El Grito», un bello ensayo en que el que plasma su amor y preocupación por Nuestra América, piensa como Martí, en la necesidad de que se enseñe la raíz de nuestros pueblos, que se estudie la belleza de nuestras tierras, y para ello, llama a los maestros, artistas, periodistas e industriales a que se unan por la «¡América, América!¡Todo por ella; porque nos vendrá de ella desdicha o bien!». En sus ideas recrea el sueño de Simón Bolívar, reniega de las fronteras que dividen y divorcian lo que nació unido, con una misma lengua y una identidad común.
En «El Grito» le escribe a los maestros diciéndoles: «enseña en tu clase el sueño de Bolívar, el vidente primero. Clávalo en el alma de tus discípulos con agudo garfio de convencimiento. Divulga la América, su Bello, su Sarmiento, su Lastarria, su Martí. No seas un ebrio de Europa, un embriagado de lo lejano, por lejano extraño, y además caduco, de hermosa caduquez fatal. Describe tu América. Haz amar la luminosa meseta mexicana, la verde estepa de Venezuela, la negra selva austral. Dilo todo de tu América; di cómo se canta en la pampa argentina, cómo se arranca la perla en el Caribe, cómo se puebla de blancos la Patagonia». Su preocupación le hace ver en la enseñanza del niño, la reivindicación de nuestros pueblos, la reconstrucción y recuperación de nuestra memoria para superar la condición excluidos de la propia realidad que día a día fraguamos.
En el mismo ensayo, líneas más adelante, al referirse a los industriales, para despertar en ellos la conciencia ante la amenaza imperialista dice: «la América rubia que quiere vendérnoslo todo, poblarnos los campos y las ciudades de sus maquinarias, sus telas, hasta de lo que tenemos y no sabemos explotar». Llama a la unidad, a la integración por la defensa de las naciones, cree fielmente en el ideario bolivariano que habrá de ayudar a que Nuestra América construya un futuro libre y hermoso para todos sus pobladores. » ¡América y sólo América! ¡Qué embriaguez semejante futuro, qué hermosura, qué reinado vasto para la libertad y las excelencias mayores!»
Figura central de la literatura latinoamericana, Gabriela Mistral obtuvo el Premio Nobel en 1945, su grito por Nuestra América sigue vigente, requiriendo de otra educación, de una praxis pedagógica que nutra las almas de los pobladores de cada rincón de las tierras nuestras forjadas a la luz de la conciencia y el reconocimiento de la grandeza que nos hace ser una parte fundamental de la humanidad.
Cristóbal León Campos es coordinador técnico de la Casa de la Historia de la Educación de Yucatán e integrante del Colectivo Disyuntivas.
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