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Prólogo del libro "Las encrucijadas de América Latina: Derecha, progresismo e izquierda en el siglo XXI", de Claudio Katz de próxima aparición

Un libro en torno a América Latina frente al siglo XXI

Fuentes: Rebelión

La obra que me toca presentar lleva implícito un desafío: proveer un enfoque sintético y profundo de los problemas centrales de América Latina, aunando el rigor conceptual con una clara toma de partido a favor de una perspectiva radicalmente distinta para el continente. Para lograr ese objetivo, pone en juego tanto la información precisa como la creatividad indispensable para proporcionar una visión panorámica y accesible sobre procesos intrincados, con implicaciones políticas, económicas y culturales.

Es digna de señalarse la prioridad que da el autor al tratamiento de las luchas populares, que ocupan el primer capítulo. Parte de allí para superar críticamente las limitaciones de aquellos enfoques «por arriba», que suelen ceñirse al papel jugado por las elites dirigentes y sus disputas. Y asignan a los aparatos estatales y sus acciones, el lugar prevaleciente en el desenfoque que alguna vez Antonio Gramsci denominó «estadolatría».

Las rebeliones populares son, desde siempre, una seña de identidad de nuestro continente, que ha tenido múltiples expresiones en estos últimos años. En Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Haití y otros países de la región, han dejado una marca de resistencia activa, de disputa en las calles contra desposesiones e injusticias. De cuestionamiento a gritos de unas democracias cada vez más precarias y lejanas a cualquier idea verosímil de «gobierno del pueblo».

Katz enfatiza la necesidad de «priorizar el análisis de las luchas populares. Las modalidades que utilizan los poderosos para ampliar, preservar o legitimar su dominación enriquecen, pero no sustituyen esa evaluación».

Esa decisión expositiva se vuelve aún más valorable, porque precede a un análisis multidimensional, que pone en juego la evaluación de los procesos políticos y sociales de diferentes países del subcontinente. Y, asimismo, se ocupa de las coordenadas de la política internacional en su incidencia sobre estas tierras, en una perspectiva de recuperación de soberanía e integración regional.

Desde el mismo subtítulo del libro, se expande la preocupación por caracterizar a las grandes corrientes políticas y a los gobiernos de distinto carácter que surcan nuestros países. La opción de Katz es la de un abordaje diferenciado de cada una de ellas, sin ceder a generalizaciones simplistas o equiparaciones abusivas.

Hoy en día, un análisis del entramado político de la región y de cada país en particular, necesita un estudio actualizado e incisivo de la configuración y actuación de las derechas. Las expresiones conservadoras y reaccionarias del presente son diferentes a las de hace apenas un par de décadas.

Los parágrafos correspondientes a la derecha continental son muy ilustrativos acerca de sus diversas expresiones, tanto tomadas país por país, como a través de diferentes corrientes que abarcan todo el ámbito. Allí, se analiza el juego entre una derecha tradicional en dificultades y una extrema derecha que adquiere una fuerza impensable hasta hace algunos años.

Y se detectan fuertes rasgos de una convergencia que se alcanza por la radicalización de una parte de las expresiones tradicionales, que encuentran, a veces, el modo de exhibir pulsiones destructivas que antes mantenían semiocultas. Y terminan aliándose o apoyando a las expresiones «ultras» cuando estas parecen allanar el camino para desplazar a los odiados «populismos».

Como comenta el autor en la introducción: «La derecha no se apaciguó ni modernizó en ningún rincón de la región. Disfraza su conservadurismo con mensajes de rebeldía y culpa a las minorías desprotegidas por las desgracias que genera el capitalismo».

Resulta remarcable la posición de Katz en cuanto a valorizar el peligro que significan tanto la ultraderecha como las derechas más tradicionales en proceso de radicalización, sin por ello suponer que las sociedades de América Latina sufren un proceso de «derechización» inexorable. Si esto último fuera cierto, no hallarían explicación las rebeliones populares que han salido a enfrentar a gobiernos reaccionarios, y ni siquiera las derrotas electorales de las fuerzas conservadoras frente a opciones más o menos progresistas.

Bolivia, Brasil y Venezuela han sido escenarios recientes del fracaso de vastas ofensivas reaccionarias. Con el auspicio estadounidense, se desplegó un amplio repertorio de acciones para destituir gobiernos progresistas e instaurar regímenes de fuerza. La movilización popular y algunas acciones de los gobiernos puestos en riesgo, dieron al traste con esas tentativas.

Tan importante como no cerrar los ojos ante los éxitos de las derechas, nos dice Katz, es justipreciar el alcance de sus derrotas.

Al tratar a los progresismos, el autor hace énfasis en la distinción operante entre estos y la derecha, incluso en las expresiones más tenues de los primeros. No son equiparables a los voceros directos de las grandes empresas y los organismos financieros, y no pueden ser enfrentados con políticas idénticas. Lo que implicaría no valorar sus esfuerzos antiimperialistas, su confrontación parcial con las clases dominantes del país ni la preocupación por las necesidades populares. Se los rebajaría así al mismo nivel que a los gobiernos reaccionarios, perdiendo toda precisión en la mira utilizada.

El autor desarrolla una valoración precisa, que incluye especificar sus límites: «En la década pasada, los presidentes progresistas tan solo acotaron los padecimientos del neoliberalismo, sin gestar otro modelo y esa carencia alimentó la restauración conservadora. La misma disyuntiva reaparece en la actualidad».

Para Katz, la confrontación con el llamado «neoliberalismo» es un combate llevado adelante con sesgos clasistas, deficiencias conceptuales y fuerza insuficiente, pero no una mera simulación de escasas o nulas consecuencias.

En la actualidad, el continente vive un «segundo ciclo progresista», que se expresa en el advenimiento de gobiernos de ese signo en buena parte de los países de la región. Si bien la amplitud geográfica de esta «ola» es mayor que la de la anterior, a comienzos del siglo, su intensidad social y política es menor. Las reformas que proponen son más circunscriptas y menos radicales. Y la apelación a la movilización popular más reducida, o incluso nula.

Muchos oscilan entre los titubeos y vacilaciones frente a los dueños del poder, y la directa entrega a sus propósitos y directivas. Mantener a raya a la derecha en busca de un retorno pleno, exige criticar sus falencias y claudicaciones.

Los esfuerzos en pos de la integración latinoamericana, sus avances y sus limitaciones ocupan un lugar importante en la obra. En la actualidad, con marcado predominio progresista entre los gobiernos de la región, con conducciones que aspiran a algún grado de autonomía frente a Estados Unidos, la coyuntura aparece propicia a la hora de afianzar las relaciones entre los países de nuestra región y de tomar distancia frente al gigante del norte.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.