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Perú

Un minuto de silencio

Fuentes: Rebelión

Suele decirse que el Minuto de Silencio constituye la expresión del respeto que una colectividad guarda, en reconocimiento y homenaje a una destacada personalidad que ha dejado de existir. El introductor de la idea –Edward Honey, un modesto soldado australiano, en 1919- pensó reflejar así el dolor por la muerte de los soldados caídos en […]

Suele decirse que el Minuto de Silencio constituye la expresión del respeto que una colectividad guarda, en reconocimiento y homenaje a una destacada personalidad que ha dejado de existir.

El introductor de la idea –Edward Honey, un modesto soldado australiano, en 1919- pensó reflejar así el dolor por la muerte de los soldados caídos en la Primera Gran Guerra. No imaginó, quizá, que se universalizara el gesto; y llegaría a nuestro tiempo como una costumbre.

La pintora nacional Fanny Palacios Izquierdo, suele invitar más bien a «un minuto de aplauso» en una circunstancia similar, cuando se exalta a quien nos ha dejado; pensando en los que, por la riqueza de sus valores e ideales, merecen no sólo el respeto, sino también la adhesión de muchos.

Hoy, enjugado el llanto, y a los ocho días del sensible deceso de Flor de María González Uriola -una mujer aun insuficientemente valorada- debemos rendir un minuto de silencio, o de aplauso -caben válidamente las dos expresiones- en recuerdo de su imagen, y de su aporte social.

En la circunstancia, podríamos aludir al verso de Gonzalo Rose, y decir sensiblemente a cada uno de nuestros lectores: «Os invito a pensar en esta muerte».

Maestra de Escuela, infatigable luchadora por los derechos de la mujer y de los trabajadores, sindicalista neta, espiritualmente católica y políticamente comunista; Flor de María se abrió paso, en condiciones muy adversas, para imponer un lenguaje de clase, una voluntad de lucha y, sobre todo, un ejemplo de lealtad a valores y a principios.

Unió, en un solo haz dos mensajes: el cristiano, y el socialista que convirtió para su lucha, en una sola causa: la voluntad solidaria que la marcó desde un inicio. Y tuvo personalidad, y carácter, para ello.

Después de una larga trayectoria librada «desde abajo«, asumió en mayo del 2017, una alta función política, a sabiendas -y lo dijo- que adquiría un compromiso ineludible que podría costarle la vida. Hizo -en esa misma línea- su penúltimo viaje a la ciudad de Huancayo al mediodía del jueves 4 de octubre de este año, en cumplimiento de tareas partidistas.

Contra su voluntad, no llegó a su destino. Intervenida de emergencia en La Oroya, fue devuelta a Lima para su internamiento en el Hospital Almenara, de donde salió sólo el 25 de noviembre pasado, para emprender su último viaje, hacia lo que algunos llaman «el sueño eterno».

Pensando en ella, y evocándola, se podría aludir a La Magnolia, de Chocano: «No se sabe si es perla, ni se sabe si es llanto / Hay entre ella y la luna cierta historia de encanto / en la que una paloma pierde acaso la vida / porque es pura y es blanca y es graciosa y es leve/ como un rayo de luna que se cuaja en la nieve / o como una paloma que se queda dormida». 

Sólo que, en este caso, la paloma lleva una flor que se quedó dormida para siempre, envuelta en su plumaje primoroso.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.