En los editoriales de los últimos números de varias revistas de investigación alrededor del mundo se repiten las referencias a la aparición de una nueva epidemia, aunque esta no es causada por una enfermedad infecciosa y no ha recibido mucha atención de los medios internacionales. Siguiendo una percepción pública de aumento de una enfermedad entre […]
En los editoriales de los últimos números de varias revistas de investigación alrededor del mundo se repiten las referencias a la aparición de una nueva epidemia, aunque esta no es causada por una enfermedad infecciosa y no ha recibido mucha atención de los medios internacionales.
Siguiendo una percepción pública de aumento de una enfermedad entre las comunidades de las tierras bajas del río Lempa en El Salvador, un equipo de investigadores de América Central y el Caribe realizaron el estudio Nephrolempa 2009. Los resultados provocaron una ola de atención a una aparentemente nueva enfermedad renal crónica, que no tiene como causa aparente a los sospechosos usuales como la diabetes o la hipertensión. Esta «nefropatía mesoamericana» (NeM), al parecer, afecta principalmente a los hombres jóvenes y de edad media que trabajan en agricultura en regiones al nivel del mar en América Central. Descrita originalmente en El Salvador, poco a poco se están publicando estudios que presentan casos similares identificados en muchos países de la región.
La revista norteamericana de enfermedad renal «American Journal of Kidney Disease» publica en noviembre de 2013 el primer estudio de caracterización bioquímica de riñones en pacientes con NeM y ha identificado efectivamente a esta como una enfermedad renal nueva de origen desconocido. Esta evidencia puede ser complementada con los datos regionales y mundiales de la distribución de la enfermedad renal crónica de origen desconocido. América Central y el Caribe tienen la tasa más altas de muertes por enfermedad renal de origen desconocido por habitante en todo el mundo.
El siguiente cuadro realizado por el Instituto de Métrica y Evaluación Sanitaria en Seattle, EEUU muestra la distribución mundial de la carga de la enfermedad renal crónica de origen desconocido.)
La carga local de esta enfermedad es mucho más dramática en comunidades pequeñas. En un estudio publicado en el 2012, se identificó que el 18 % de los hombres de 20 a 60 años en varias comunidades costeras de El Salvador presentan disminución de la función renal asociada a la NeM.
La distribución de esta enfermedad en hombres de mediana edad que trabajan en agricultura, especialmente en plantaciones de caña de azúcar, ha dirigido a muchos investigadores a sospechar de una causa ambiental. La principal causa sospechada según la evidencia actual es la exposición a condiciones de trabajo extenuantes en ambientes calurosos, condición común en las plantaciones de caña de azúcar. Se señala en la evidencia la importancia de dar prioridad similar para la investigación sobre posibles causas a la exposición a productos químicos nefrotóxicos habituales en formulaciones agroquímicas, ademas del arsénico y el agua dura (agua con alta concentración de minerales).
La respuesta de un sistema de salud a la enfermedad renal crónica es particularmente difícil si la enfermedad se diagnostica en las etapas finales, y esto es lo que ocurre más comúnmente, cuando las opciones de tratamiento son diálisis de por vida o un trasplante de riñón. Los países de bajos ingresos en América Latina tienen que responder a ello mediante la ampliación de las instituciones de trasplante basadas en donantes voluntarios, pero más importantes son las estrategias de búsqueda activa (tamizaje) y prevención para el diagnóstico temprano de estos pacientes.
Es casi redundante inferir que la investigación en este caso es esencial, ya que aumentar el conocimiento de esta enfermedad es una necesidad urgente. La investigación mostrará más luz sobre las posibles causas de esta enfermedad terminal, pero el debate ha comenzado. Las exposiciones ambientales están a la delantera, y ya sean condiciones de trabajo insalubres o exposición a los pesticidas, es necesario que estas sean abordadas ahora. Para los gobiernos y las organizaciones que trabajan en la salud, la mejora de las condiciones de trabajo y una mayor conciencia del uso de plaguicidas se muestran nuevamente como una agenda necesaria para mejorar la salud de una gran proporción de las poblaciones pobres y agrícolas de la región. Múltiples ejemplos alrededor de nuestra región y el mundo nos enseñan una y otra vez que la salud no es campo exclusivo de los médicos, hospitales o ministerios de salud.
Juan Mateo Espinosa, Ecuatoriano, médico graduado en Ecuador, al momento cursando maestría de Salud Pública – Salud Global – en la Universidad de Washington, Seattle EEUU, como becario del programa de becas del gobierno ecuatoriano Senescyt.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.