La Cicig ha abierto, por fin, los ojos a muchos ciudadanos que aún creían que la corrupción en los estamentos oficiales era nada más un robo a nivel de comisiones y prebendas, un raterismo cuyas consecuencias eran limitadas al aprovechamiento de los recursos disponibles. Sin embargo, los descubrimientos de redes bien enganchadas en diferentes ámbitos […]
La Cicig ha abierto, por fin, los ojos a muchos ciudadanos que aún creían que la corrupción en los estamentos oficiales era nada más un robo a nivel de comisiones y prebendas, un raterismo cuyas consecuencias eran limitadas al aprovechamiento de los recursos disponibles. Sin embargo, los descubrimientos de redes bien enganchadas en diferentes ámbitos de la administración pública muestran una realidad muy distinta. Bandas profesionales en la creación de mecanismos de enriquecimiento ilícito han vulnerado gravemente las posibilidades de desarrollo del país.
Es lógico, entonces, que quienes se sienten afectados por el trabajo de la Comisión y, muy especialmente, del comisionado Iván Velásquez, se retuerzan de la ira y la impotencia al verse copados por un sistema de justicia que empieza a dar sorpresas. Los casos emblemáticos de corrupción ya son del dominio público y han abierto una brecha al llamar la atención de la ciudadanía, la cual no ha tenido otra opción que involucrarse en la demanda de más investigaciones, con resultados visibles y, por supuesto, exigiendo la continuación de este difícil camino hacia la transparencia.
Lo que experimenta el país es un sacudón de fiebre, como cuando el organismo es atacado por algún microbio que se resiste a morir. La batalla será larga y compleja, pero de no mantenerse la ciudadanía, las organizaciones sociales y los protagonistas de esta saga firmes en los objetivos comunes, el país jamás saldrá de la crisis actual. Por esa razón, en esa línea de acción no será suficiente la labor de la Cicig, a menos que exista un acompañamiento solidario de la población y de aquellas instituciones que empiezan a dar muestras de voluntad y eficacia.
Lo que se gesta actualmente es el inicio de una nueva era, un despertar de la conciencia ciudadana como hacía tiempo no se veía. La participación de sectores jóvenes -las generaciones post conflicto armado- y las plataformas digitales de comunicación han sido esenciales en esta campaña por la refundación de un Estado casi destruido por los excesos de las castas políticas, las cuales se han apoderado de sus recursos manipulando todos los posibles mecanismos de control.
Es reconfortante observar cómo esta recién estrenada vigilancia ciudadana empieza a cambiar la polaridad del poder. En apenas unas semanas Guatemala ha visto desfilar a personajes intocables, poderosos y soberbios hacia las carceletas de la Torre de Tribunales. Algo impensable hace apenas unos meses está sucediendo y no se detiene. Es evidente, entonces, la reacción de quienes se sienten amenazados y, sobre todo, quienes llevan en la conciencia más de un acto comprobable de corrupción, porque hasta ahora no saben si están en la lista, si hay escuchas que los involucren, si alguien ha compartido información incriminatoria.
Tal como afirmaba el comisionado Iván Velásquez en su entrevista con Fernando Del Rincón, transmitida por CNN en Español, se espera que el despertar ciudadano trascienda la elección de candidatos. Que se convierta en un hábito saludable, se traduzca en una vigilancia constante sobre sus autoridades, en un ejercicio de ciudadanía como debe ser.
Fuente: Prensa Libre