La referencia a Uruguay en el concierto afro-indo-latinoamericano constituye una expresión progresista, democrática, institucionalista, antidictatorial. Así es visto en general en el ámbito internacional y sobre todo, así es visto por sus propios habitantes, al menos por quienes se expresan mediáticamente: Uruguay es un país orgulloso de su institucionalidad, de su relevante papel institucional en […]
La referencia a Uruguay en el concierto afro-indo-latinoamericano constituye una expresión progresista, democrática, institucionalista, antidictatorial.
Así es visto en general en el ámbito internacional y sobre todo, así es visto por sus propios habitantes, al menos por quienes se expresan mediáticamente: Uruguay es un país orgulloso de su institucionalidad, de su relevante papel institucional en el ámbito internacional.
Ha sabido situarse al lado del México de AMLO ante los embates cavernícolas e intervencionistas en Venezuela, por ejemplo. Para poner, apenas, el último episodio.
Ese trascendente papel que sus dirigentes políticos, tanto los batllistas de otros tiempos como los frenteamplistas del más reciente pasado y presente, es motivo de lo que podría llamarse «orgullo nacional».
Ese presunto estado de conciencia tendría que corresponderse con nuestra vida interior. Para que aquello no sea mera cáscara, gárgaras democráticas.
Veamos, «adentro de casa» cuál es la realidad político-ideológica-cultural. Un repaso por las radios AM, las que van dirigidas al público menos lector, nos va a dar un perfil político-cultural. A media tarde, vamos a tener un resultado que es muy distinto al que resultaría si lo hacemos al fin del día, donde nos parece que el fútbol y las iglesias, vociferantes o no, adquieren predominancia.
Hagamos azarosamente un mero repaso a la hora de la siesta una tarde cualquiera: debate Martínez-Lacalle / propaganda FA / canción romántica / reclame / donaciones a escuelas / exhortación a la fe para no perder oportunidades / entrevista a músico / Programa «Pasión de multitudes».
Con la pasión que uno escucha en los periodistas deportivos de fútbol y programadores de tales espacios, profesionales, uno no puede dejar de pensar que hay que mejorar la frase de Marx; el fútbol es (también) el opio de los pueblos. Claro que es la gloria, el goce, el disfrute, pero también el opio.
Fútbol y prédica pastoral se repiten en varias emisoras. En diversos programas. El papel de los pastores (porque casi toda la prédica radial pasa por iglesias protestantes en el Uruguay contemporáneo) es altísimo. Incontables programas, diurnos y sobre todo, nocturnos.
Mirados a lo largo del tiempo se verifica que están en aumento. Tan bizarras como para que una de tales ententes se autocalifique de «Show de la fe», donde la mezcla de cultura estadounidense y creencia sin razonamiento es más patente.
Entre las más exitosas, tenemos la IURD, muy adinerada, adquiriendo los más majestuosos locales en las ciudades uruguayas, llevando a cabo un verdadero y ominoso desembarco en «el paisito» (madeinBrazil) y prometiendo a sus acólitos «viajes de elevación espiritual» a Israel (llamativo destino de estos cristianos sionistas).
Los programas radiales de cultura tienen, por suerte, otra presencia. Pero demasiado a menudo se vinculan con la cultura en general y con la literatura, por ejemplo, con un lenguaje de mediados del siglo XX, sin comprometerse, sin anclaje con lo real y cotidiano, con nuestros patéticos presentes o nuestros desafíos actuales. Una radio incursiona en política a través de una cuidada literatura, para referirse al horror de los 28 años del muro berlinés de separación entre «el mundo» occidental y «el comunista». 1961-1989. Es una efeméride, claro. Pero hace ahora más tiempo que ha desaparecido que sus años de existencia histórica… Qué «magnífica» oportunidad perdida para hablar acerca de algún muro actual, actualísimo, como el construido por EE.UU. luego de la usurpación de millones de km2 al imperio competidor, español, para afirmar que Texas o California son más telúricamente yanquis que el Mayflower, o el muro israelí, que está desmantelando literalmente una sociedad hoy, la palestina, de una manera mucho más brutal y radical que aquel berlinés; un muro 20 veces más largo, casi 800 km en lugar de 45 km, y el doble de altura, hasta 6 u 8 metros, condenado expresamente por la ONU, resolución ésta que, como las restantes defendiendo los derechos de los palestinos a vivir en su propia tierra, han sido y son sistemáticamente violadas o ignoradas por el Estado de Israel en medio de la total indiferencia de las casi doscientas banderas que flamean en la ONU.
Claro que criticar al comunismo es hoy facilongo y, en cambio, meterse con EE.UU. o Israel presenta, como diría el inolvidable Bartolomé Hidalgo, su dificultad.
En la medianoche del 10 al 11 de noviembre, busco, recorriendo el dial, alguna noticia sobre Bolivia, la arremetida furibunda y violenta del BBB Luis Camacho… oigo canciones, alegatos por Jesús o tal vez por Cristo, distintos charloteos hasta que encuentro una radio abordando el drama boliviano. Menos mal, me digo, creía que todo era pan y circo (aunque un circo muy espiritual, eso sí, «a la uruguaya»). Quedo atento y cuando termina la noticia me entero que es Radio Mitre, de Buenos Aires; Uruguay entraba al lunes en su mayor orfandad política.
Este divorcio entre la imagen exterior que goza el Uruguay y los uruguayos y su realidad cotidiana (en este escarceo, apenas expresada por una recorrida por emisoras radiales) presenta, volvamos a Hidalgo, «su dificultad».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.