Según el Diccionario de la Lengua Española el vocablo «almagrar» equivale a «infamar» y en tiempos remotos aludía «entre rufianes y valentones» a «herir o lastimar de suerte que corra sangre.» Es obvio que el actual Secretario General de la OEA, cabecilla de una institución de tan ingrata memoria en la historia continental, parece convencido […]
Según el Diccionario de la Lengua Española el vocablo «almagrar» equivale a «infamar» y en tiempos remotos aludía «entre rufianes y valentones» a «herir o lastimar de suerte que corra sangre.»
Es obvio que el actual Secretario General de la OEA, cabecilla de una institución de tan ingrata memoria en la historia continental, parece convencido de que es posible regresar al pasado y revivir los fueros perdidos. Guarda extraño apego al ya desusado sentido de su nombre. En su delirante empeño lo acompaña una banda de caínes dispuestos a hacer lo que ordene el Imperio que inventó la OEA y la ha empleado siempre como herramienta favorita. Un Imperio que, para colmo, está ahora en manos de la más descocada arrogancia.
Se valen de la colosal maquinaria para engañar y denigrar que se hace llamar «medios de comunicación» aunque no son otra cosa que instrumentos para mantener la dominación sobre nuestros pueblos.
Es así como silencian los desmanes que contra el pueblo cometen día y noche sus pandillas tarifadas al tiempo que calumnian y promueven el odio contra el gobierno del Presidente Nicolás Maduro, el obrero que fue elegido democráticamente por los venezolanos.
Hace más de medio siglo intentaron hacer lo mismo contra Cuba y fracasaron estrepitosamente.
Ahora serán derrotados otra vez. No podrán contra el noble pueblo de Bolívar y Chávez que resiste y lucha para salvar la obra revolucionaria que dio a millones, por primera vez, educación, salud, vivienda y empleo y rescató para siempre la dignidad nacional.
Pero ese pueblo sufre una agresión criminal que lo hiere y hace sangrar. Cruzarnos de brazos sería indecente. No vivimos en el Medioevo. América Latina y el Caribe tienen que rebelarse contra la infamia. Es la hora de «desalmagrar.«
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