Manuel Acuña Asenjo

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¿No sería acaso importante dejar, aunque sea, un simple esbozo de esa sociedad que anhelamos y mandar al desván de lo inútil todo intento de resolver electoralmente los problemas más urgentes de la sociedad?

¿Se puede decir, entonces, que en la convocatoria de 26 y 27 de octubre se realizaron ‘elecciones’ democráticas? No parece haber sido así. Es más: creemos que en esas fechas no se realizó acto alguno eleccionario. Tal vez tuvo alguien la intención de bromear al respecto… Tal vez jugar con la comunidad nacional… Pero elecciones, no…

No importa que haya casi 18.000 candidatos; tampoco si a ellos poco o nada les interesa ‘la cosa pública’. Del mismo modo, poco importa que sean solamente ‘clientela electoral’ deseosa de apoderarse de un cargo estatal que les permita jubilarse de mejor manera.

Es cierto que por motivos de fuerza mayor hay quienes no asistirán al llamado a sufragar: se abstendrán. Y al hacerlo eludirán la obligación que al resto de la población se nos impone. Sin embargo, nos queda, en consecuencia, un último acto de rebeldía: anular, acto político que permite deslegitimar el proceso eleccionario. Si el desprestigio de la ‘escena política’ es tal, tanto el voto nulo como el de la abstención deberían ser los únicos ganadores en esa contienda a la que se nos obliga a participar.

La idea de un nuevo paradigma de carácter biológico conduce a la cooperación, antithesis de la ley de la competencia que elevara Charles Darwin al rango de ‘universal’. La competencia ha de ceder su lugar a la cooperación para situarse en el carácter de supletoria de ésta. Y permitir que la cooperación adopte un conjunto de principios—como la fraternidad, la participación, la solidaridad, la empatía, la generosidad, entre otros— que existen en la actualidad, pero no son dominantes sino se encuentran desplazados por la adicción competitiva. Es posible para la generación de las ‘autoridades’ que, bajo esa nueva visión del mundo, puedan adoptarse sistemas tales como el de la prelación y el sorteo. Y a la vez, el ejercicio sin trabas tanto de los referéndums como de los plebiscitos. Una democracia que no es a secas sino se identifica con tan sólo una sola palabra: ‘directa’.

La suerte del diario ‘El Clarín’ se decidió antes de la perpetración misma del golpe: no era un diario neutral, tenía amplia aceptación ciudadana, era el diario de más alta circulación en el país, tuvo directa participación en la elección de Allende. Nada de eso perdonaría la dictadura pinochetista.

Cuando en poco tiempo más se entere un lustro del llamado ‘estallido social’, no está de más recordar que ese ‘partido que brota espontáneamente del suelo de la sociedad moderna’ nace de esa manera: una explosión humana, un súbito despertar, un encuentro colectivo para resolver las cuitas presentes. Y luego, el deseo irrefrenable de encontrar a otros para planear un futuro común.

«Un 69% de los encuestados señala que ‘mucha gente o casi todas las personas’ en el sistema público estarían involucradas en situaciones de corrupción”.

Así las cosas… ¿podría extrañarnos que la confianza de la ciudadanía, en las instituciones encargadas de generar las reglas que han de regir la conducta ciudadana, no alcance a empinarse más allá del 1%?

La cumbre estuvo, desde un principio, destinada al fracaso. Nadie lo ignoraba. La circunstancia que al encuentro no asistiría Rusia fue, desde ya, una inequívoca señal; del mismo modo, la ausencia de China. Y, por supuesto, el hecho que el propio presidente Joe Biden no asistiría sino lo haría la vicepresidenta Kamala Harris, daba a entender el poco interés que USA asignaba al evento.

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