Aunque sea reiterativa toda frase dirigida a exaltar su ejemplo, es preciso decir que en República Dominicana, el 17 de marzo de 1975, el periodista Orlando Martínez fue asesinado por su apego a la verdad y por su militancia izquierdista. Si periodistas cargados de millones y comprometidos con los sectores de poder pronuncian frases de […]
Aunque sea reiterativa toda frase dirigida a exaltar su ejemplo, es preciso decir que en República Dominicana, el 17 de marzo de 1975, el periodista Orlando Martínez fue asesinado por su apego a la verdad y por su militancia izquierdista.
Si periodistas cargados de millones y comprometidos con los sectores de poder pronuncian frases de elogio y al mismo tiempo lo presentan como figura del pasado que hoy representa solo un doloroso recuerdo, es deber de conciencia enfrentar esa sucia manipulación, y proclamar que la voz de Orlando debe ser convertida en muchas voces y su ejemplo en fuente de imperecedera inspiración.
El joven periodista realizó indagaciones cuyos resultados dejó plasmados en la columna Microscopio, que bajo su firma era publicada en la desaparecida revista Ahora y en el vespertino El Nacional. Ese material, por su contenido y por la profundidad de análisis con que fue elaborado, es imprescindible para el estudio de la desigualdad social en República Dominicana y para interpretar la situación política.
Página en blanco y páginas escritas
La fuerza de las ideas y la contundencia de las denuncias, impulsaron a los sectores que sustentan el atraso político a planificar y ejecutar el asesinato. Además de periodista, Orlando Martínez era miembro del Partido Comunista Dominicano.
La conocida «Página en blanco» en las memorias de Joaquín Balaguer, jefe indiscutible de la camarilla que durante décadas masacró a la juventud dominicana (Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo, publicadas 13 años después), es testimonio de que ese hombre, carente de principios y lleno de ambición, sabía que el hedor del lodo arrojado sobre su figura con ese hecho, castigaría incluso a sus aduladores.
El nombramiento en la Policía de un enemigo de Enrique Pérez y Pérez (Neit Rafael Nivar Seijas), y de una comisión que investigaría el asesinato, provocó la renuncia de cuatro generales. El 8 de mayo de 1975 mediante carta enviada a Balaguer, abandonaron sus cargos: el secretario de las Fuerzas Armadas, contralmirante Ramón Emilio Jiménez Reyes, y los jefes de Estado Mayor del Ejército Nacional, general Enrique Pérez y Pérez; de la Fuerza Aérea Dominicana, general Salvador Augusto Lluberes Montás, y de la Marina de Guerra, comodoro Manuel A. Logroño Contín.
Balaguer, con su estilo caudillista, aceptó las renuncias, realizó nuevos nombramientos y amenazó con despojar de privilegios a esos colaboradores.
Adriana Howley, la madre de Orlando Martínez, mostró ante el caso valor y coraje y se mantuvo activa en el reclamo de justicia. Los compañeros de militancia y los ciudadanos conscientes que reconocieron el valor de Orlando, sostuvieron la demanda y lograron el castigo a los ejecutores, a pesar de que la influencia de Balaguer logró separar del expediente acusatorio a Salvador Lluberes Montás y mantener fuera de los tribunales a Milo Jiménez y a Pérez y Pérez.
En el año 2000, se logró la condena de los autores materiales del hecho (siendo el de más alto rango el general Joaquín Pou Castro, quien en marzo de 1975 era mayor de la Fuerza Aérea).
El poder que siempre tuvo Joaquín Balaguer y las ataduras de sus igualmente perversos sucesores lograron impunidad para los autores intelectuales y para los jefes de camarillas militares de cuyas oficinas emanaban órdenes como aquella, ejecutada por sicarios de uniforme.
Joaquín Pou Castro murió en el año 2011, a los 76 años de edad. Represor consumado, fue miembro de la sangrienta Banda Colorá, un cuerpo parapolicial que operaba en la década de 1970. Fue seleccionado para este oficio por Enrique Pérez y Pérez, hoy anciano y enfermo, mas no por ello menos detestable.
Protegido por sectores oscuros y muy poderosos, duró hasta la muerte su amistad con el jurista Ramón Pina Acevedo (quien murió el pasado 7 de febrero).
Pina Acevedo, desde el año 1975 hasta el año 2000, sostuvo que Pou Castro no mató a Orlando Martínez, porque no estaba en el lugar de los hechos, dado que en ese momento compartía con él en una fiesta familiar.
Anecdótico, pero cierto, ambos «amigos» compartieron después del crimen.
El caudillo dejó una página en blanco, pero muchos de sus seguidores no pudieron evitar que la tinta cayera en las suyas…
Desde República Dominicana
En febrero de 1974, en un artículo sobre la acción de la derecha en el país, Orlando Martínez, en su estilo característico, escribió:
«Azúcar, sudor y sangre: Gulf and Western.
Bauxita, lucro y sangre: Alcoa.
Ferroníquel, abuso y sangre: Falconbridge.
Oro, explotación y sangre: Rosario Mining».
¿Cuáles términos habría que anteponer a la palabra sangre si la multinacional GoldQuest lograra su meta de convertir a San Juan en centro de explotación minera?
Muchas voces hay que unir para exigir que el presidente Danilo Medina, comprometido como está con oscuros intereses, que no acate la sugerencia del Ministerio de Energía y Minas de autorizar la explotación minera en el proyecto Romero, en la provincia San Juan de la Maguana.
Muchas voces deberán exigir que cese la amenaza de Falcondo Xstrata Nickel y de la propia Barrick Gold contra importantes sistemas ecológicos nacionales.
El ejemplo de Orlando Martínez está presente en la lucha contra la corrupción y contra el abuso.
En marzo de 1975, con apenas 30 años, manchó con su sangre una calle de Santo Domingo, pero en su ejemplo hay que buscar el decoro del cual carecen quienes ofrecen al mejor postor su pluma y su conciencia.
Desde esta América
Junto al ejemplo de Orlando Martínez, hay que destacar el tesón y el valor de su madre, quien no cedió a presiones para bajar la voz en demanda de justicia, diciendo con ello a la delincuencia política que el asesinato de un periodista puede resultar costoso.
Y es preciso, justo ahora, protestar contra el asesinato de periodistas en el continente.
El reputado periodista chileno Ernesto Carmona, consigna en uno de sus reportajes que en los primeros 35 días del presente año siete periodistas fueron asesinados en América Latina.
En México, Agustín Silva Vásquez, Carlos Domínguez Rodríguez y José Gerardo Martínez Arriaga; en Brasil José Gerardo Martínez Arriaga, Ueliton Bayer Brizon y Jefferson Pureza, y en Guatemala, Laurent Ángel Castillo Cifuentes y Luis Alfredo de León Miranda.
El ejercicio del periodismo sigue siendo peligroso en este continente, pero la respuesta no puede ser renunciar al compromiso o aliarse al enemigo, sino asumir con más fuerza y decisión la responsabilidad social y profesional.
La desvergüenza de quienes venden sus voces al gran capital y colaboran en la tarea de perpetuar la injusticia social y el atraso político, no puede seguir siendo la marca.
Desde República Dominicana, país donde nació Orlando Martínez, y desde cualquier rincón de esta América, hay que rendir homenaje a este ejemplar periodista demandando justicia, equidad y sobre todo respeto por la dignidad de nuestros pueblos…
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.