Jesús Centeno

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«Stokes respiró hondo, apoyó con cuidado el cañón en sus incisivos y rodeó el gatillo con un dedo esquelético. Sus labios, resecos, se cerraron dolorosamente en torno al metal helado. Tenía que hacerlo, sin duda, si era hombre». Dar marcha atrás ahora sería el colmo del fracaso. Le tembló la mano. Tres. Dos. Uno. Ya. […]