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¿Quién velará por los derechos civiles y por los derechos humanos de los puertorriqueños?

Fuentes: Claridad

«Los actos que llamamos heroicos constituyen la superación del miedo» Monseñor Antulio Parrilla Bonilla A todas las abogadas y abogados, que, en el ejercicio de Dignidad de su vocación, comprometieron su seguridad física, defendiendo el derecho a la libre expresión de los estudiantes universitarios, en el puente de la autopista Expreso Las Américas, durante el […]

«Los actos que llamamos heroicos constituyen la superación del miedo»

Monseñor Antulio Parrilla Bonilla

A todas las abogadas y abogados, que, en el ejercicio de Dignidad de su vocación, comprometieron su seguridad física, defendiendo el derecho a la libre expresión de los estudiantes universitarios, en el puente de la autopista Expreso Las Américas, durante el Paro Nacional del 15 de octubre de 2009.

Los caballos eran más altos que yo. Alineados en impresionante formación, ocupaban el puente, a lo ancho, desde un extremo hasta el otro. Parecía una locura pasarnos del lado de la valla donde nos encontrábamos, a un espacio que, en cualquier momento, podría convertirse en terreno de confrontación. Martín pasó al otro lado de la valla. Lo seguí. Estábamos en el mismo medio, entre la policía y los estudiantes…

Al finalizar las actividades del Paro Nacional, no seríamos los mismos. Una gigantesca bandera de Puerto Rico donde se leía «Todo Puerto Rico por Puerto Rico», servía de fondo a la tarima que sirvió de plataforma para mensajes y canciones. Palpamos la emoción que provocó Danny Rivera en todos los presentes, desde sus primeras palabras cuando entonó: «tu pueblo es mi pueblo que sufre y trabaja». El pueblo se unió para cantar con él: «yo quiero un pueblo que ría y que cante, yo quiero un pueblo que baile en las calles, yo quiero un pueblo que ame». Vibrábamos con Danny en una sola intención, la de ser un pueblo que, en lugar de tener que protestar en las calles, fuéramos un pueblo que pudiera bailar en las calles, un pueblo feliz. Fue conmovedor. Con cuánta emoción se sintió ese estruendoso canto que hilvanaba las ilusiones compartidas por todos.

Las palabras del Obispo Juan Vera, en su contundente mensaje, penetraban nuestros corazones. «¡Hoy la dignidad, la generosa sensibilidad moral y la solidaridad de nuestro pueblo han triunfado!» Pareciendo estar inspirado por las legendarias palabras atribuidas a nuestro ancestral cacique indio, Urayoán -«venceréis al dios del miedo, sólo entonces seréis libres»-, nos decía el Obispo Vera: «ante un continuo intento de algunos para crear el desaliento, para provocar que triunfe sobre nosotros el dios del miedo, hoy, esta enorme, militante y entusiasta masa humana puertorriqueña les responde, ¡con la fuerza y el testimonio del valor!».

Desde esa asamblea de pueblo que constituimos el 15 de octubre de 2009, donde se fundó nuestra voluntad soberana como pueblo, regresábamos a nuestros hogares, con nuestro espíritu fortalecido y nuestras esperanzas de un color verde, mucho más intenso. Mientras nos alejábamos, íbamos sintiendo los embates del día. Lentamente, descendíamos al plano terrestre, y el cansancio, la sed y el hambre demandaban atención.

Hicimos una escala para atender esos reclamos, ansiando sentarnos a compartir nuestras experiencias del Paro Nacional. Tomaba una limonada, y nos disponíamos a almorzar, cuando comenzaron a llegar las llamadas, alertando sobre una posible confrontación entre la policía y los estudiantes universitarios, en el puente de la autopista Expreso Las Américas. Contaban que había una gran cantidad de policías de la Fuerza de Choque, en actitud amenazante, y que acababan de llegar 15 policías a caballo. Nos preocupó la situación, en especial el refuerzo con la Unidad Montada, percibiendo un claro, y más decidido intento de agresión. No presagiaba bien.

Martín expresó nuestra inquietud: «voy para allá». «Voy contigo», le dije. Salimos apresuradamente. Caminábamos, casi corríamos, cuando sentimos pasos a nuestras espaldas. Eran Ramón y Javier, quienes también habían abandonado la mesa, y nos acompañaban. Ramón y Javier subieron al puente por un extremo, mientras Martín y yo lo hacíamos por el extremo opuesto.

Era cierto, no presagiaba bien. Pero, no eran solo 15 policías a caballo; alcancé a contar, al menos 22. Al frente de la policía montada, en el mismísimo centro, había un grupo de policías conformando una masa compacta, evidenciando la clara intención de permitir a la policía montada unos espacios de acción amplios, en dirección a la concentración estudiantil. Tras ese grupo de policías, se constituía la formación de la policía montada, alineados a lo ancho del puente, de un extremo al otro, y, por supuesto, pertrechados. Detrás, se constituían tres filas de policías de la Fuerza de Choque, con los consabidos cascos, chalecos antibalas, macanas, y armas, en formación compacta, quienes también llenaban, de extremo a extremo el ancho del puente. «Armados hasta los dientes», me comentó el padre de Martín, quien se encontraba allí. Los estudiantes se enfrentaban a no poca fuerza.

Martín y Ramón son dos de los compañeros más nobles que conozco. Martín es abogado, como su padre. En la mañana, Ramón lo había acompañado al Colegio de Abogados, donde Martín recibió su carné de Observador. Al igual que Martín, muchas abogadas y abogados participaron en el Paro Nacional, en calidad de observadores, comisionados por el Colegio de Abogados. Varios de ellos, participaron activamente en las negociaciones entre los estudiantes y la policía, junto con el Obispo Juan Vera, quien llegó al lugar tan pronto le informaron sobre la situación.

Mientras el Obispo Vera y los(as) abogados(as) llevaban a cabo las negociaciones, otros(as) abogados(as) presentes y otros ciudadanos, que nos presentamos allí movidos por el interés de colaborar en el aseguramiento de que no se violaran los derechos civiles y los derechos humanos de los estudiantes, constituimos, como medida de precaución, una cadena humana, también a lo ancho del puente, de extremo a extremo, entre la policía y los estudiantes. La situación se había tornado muy difícil.

Las conversaciones produjeron un avance. Se logró que la policía accediera a retirar la Unidad Montada. Todavía el cuadro de asimetría de fuerzas se mantenía, aunque se había reducido por un factor de peso brutal: la desaparición de la Unidad Montada. No era fácil estar en el puente, percibiendo que la estatura de los caballos está por encima de la estatura de uno mismo. En cualquier instante, esa manada podría precipitarse contra todos los que allí se encontraban y tal factor de desproporción, incrementado por el equipamiento de pertrechos, sugería como saldo inevitable una desgracia. Los estudiantes demostraron determinación y disposición, en todo momento. Así también los(as) abogados(as), quienes se mantuvieron, con aplomo, respetando el proceso de toma de decisión de los estudiantes, en un claro compromiso de velar por sus derechos.

Avanzaba la tarde y caía la lluvia. Allí nos manteníamos, amarrados, brazo con brazo, en esa cadena humana, esperando el desenlace. No se llegaba a un acuerdo. Acudió al puente Rafael Cancel Miranda, nuestro héroe nacionalista, quien quería dirigirse a los estudiantes. Cancel Miranda convocó a los estudiantes a celebrar la victoria del Paro Nacional, reafirmándoles que ya se había ganado esa batalla e instándoles a prepararse, porque «tenemos una lucha por delante».

El epílogo de la jornada lo conformaban dos imágenes: los estudiantes marchando junto a Rafaelito, y la retirada de la policía. Los estudiantes, con irreducibles energías, ansiando una actividad final para cerrar el día y celebrar la victoria, se encaminaron hacia la Universidad de Puerto Rico. Todavía en el puente faltaba por resolverse alguna situación menor, para que fuera posible que los conductores, quienes aguardaban porque se despejara la autopista, pudieran transitar. Cuando así lo hicieron, la mayoría de ellos, manifestaron claras expresiones de solidaridad con el Paro Nacional del pueblo puertorriqueño.

En vísperas del Paro Nacional, el gobernador Luis Fortuño firmó una ley eliminando la colegiación compulsoria de los abogados en Puerto Rico, pretendiendo hacer desaparecer la institución del Colegio de Abogados. Se percibe un claro intento de sacar del panorama a quienes velan porque se respeten los derechos civiles y los derechos humanos de los puertorriqueños. El Lcdo. Arturo Hernández, presidente del Colegio de Abogados, había expresado que más de cien abogados participarían como observadores, para velar por los derechos de los manifestantes y el derecho de trabajar de los policías o agentes de seguridad. Apenas pasaron unas horas cuando el gobernador Fortuño firmaba la ley, cual acto de venganza política.

En este momento histórico, ante el clima de incertidumbre que se respira en nuestra sociedad, ante las imputaciones de funcionarios del gobierno hacia ciudadanos que ejercen su derecho a la libre expresión, acusándolos de terroristas y de pandillas de delincuentes, y ante el recrudecimiento de las medidas represivas, entonces, ¿quién velará por los derechos civiles y por los derechos humanos de los puertorriqueños?

Fuente: http://www.claridadpuertorico.com/content.html?news=77C8B23B304856266FF9ED16516D64C0