Más allá de los análisis sesudos de unos y de las imprecaciones de otros, el proceso peruano marcha por la única vía por la que pueden avanzar los cambios sociales en nuestro continente: por la vía de las masas. Dos grandes acontecimientos han ocurrido en los últimos días, que sirven para confirmar que nadie ha […]
Más allá de los análisis sesudos de unos y de las imprecaciones de otros, el proceso peruano marcha por la única vía por la que pueden avanzar los cambios sociales en nuestro continente: por la vía de las masas.
Dos grandes acontecimientos han ocurrido en los últimos días, que sirven para confirmar que nadie ha dicho aquí la última palabra, y que todo está aun por definirse. El desenlace dependerá de diversos factores, pero él, una vez más, demostrará que contra la voluntad del pueblo nada puede hacerse.
El martes 31 de enero una vigorosa concentración ciudadana integrada por decenas de miles de personas salió a la calle en una clara respuesta a la campaña de «revocatoria» contra la alcaldesa de Lima, alentada por la Mafia y los núcleos más reaccionarios de la vida nacional. Convocados sin mucha propaganda previa, se concentraron en la amplia explanada del Campo de Marte y desde allí marcharon por las principales avenida del Centro Histórico de la capital hasta llegar a la Plaza San Martín, donde tuvo lugar un acto formal y una verbena popular.
El contenido de la manifestación fue categórico: rechazo firme a la campaña sucia desatada contra la autoridad edil limeña, y un claro respaldo a su gestión para que cumpla sus funciones aún con mayor eficiencia y pulcritud. Y es que la gente está ya cansada de la odiosa ofensiva de los medios contra Susana Villarán y quiere una administración municipal eficiente y responsable que responda a los requerimientos ciudadanos. Esto último, aún por cierto, no se ha logrado en su cabalidad.
El segundo gran acontecimiento está en pleno proceso de ejecución. Se trata de la Marcha por el agua y por la vida, que partió el 1 de febrero de la ciudad de Cajamarca y que llegará a Lima el próximo jueves 9 luego de recorrer casi dos mil kilómetros a pie.
Los marchantes, en este caso, bajaron ya desde los 2,600 metros sobre el nivel del mar, donde se halla ubicada la ciudad de Cajamarca y sus principales provincias que se han sumado a la acción; y recorren las regiones de Lambayeque, La Libertad, Ancash y las provincial situadas el norte de Lima para arribar a la capital, donde será calurosamente recibida por la población. No se trata, por cierto, de una marcha más, sino de una vigorosa acción de masas que busca abrir paso a una salida democrática y popular a la crisis que agravia a la República y que no encuentra salida por los caminos formales.
Por eso mismo, adquiere la connotación de una lucha inédita que habrá de encontrar muy amplia acogida por encarnar los valores más sentidos por la población. No es una acción negativa. No podría serlo. No puede orientarse a criticar o a condenar. Más allá de los denuestos aislados que pudiesen provenir de pequeños sectores; la voluntad de los peruanos se afirma en sentido positivo. Se trata de una Marcha por la vida, el agua, la participación ciudadana, la biodiversidad, los recursos naturales, la soberanía nacional, la inclusión social y otros valores inherentes a la coyuntura concreta que afirma la lucha que hoy enfrenta el pueblo. Tumultuosa, aguerrida, pero pacìfica, expresa la voluntad de millones de peruanos.
Lo importante es que se preserve esta acción de intereses subalternos y afanes estrechos. Y que se dé amplio paso a la participación de la gente, que busca afirmar la fuerza del pueblo de un modo independiente y claro. Por eso, la Marcha no se limita a apoyar, ni a condenar personas; sino a fortalecer la defensa de los intereses del país, afectados por los monopolios y el Gran Capital.
Porque lo entiende así, la derecha más reaccionaria -y la Mafia- le han puesto la puntería a ambas acciones. Con relación a la primera, han tratado de disminuirla asegurando que se trató de una acción de coyuntura alentada con recursos del Poder. Ha sido esa la campaña iniciada por diversos medios al servicio de la reacción, varios de los cuales simplemente ignoraron la presencia del pueblo en las calles.
Y en el caso de la segunda, han buscado abordarla desde una doble óptica. Por un lado, presentándola como una «acción extremista», «radical», «izquierdista». Y por otro, asegurando que se trata de una suerte de presión, amenaza o chantaje sobre el gobierno, y en particular, sobre el Presidente Humala oara que «vuelva» a los predios de la Izquierda-.
Por eso se han esmerado en subrayar a grandes voces que ahora si, ellos apoyan al Presidente Humala. En realidad, no lo apoyan. Buscan ganarlo definitivamente para su causa, lo que podría darles un doble beneficio: preservar sus privilegios, y abrir un abismo insondable que separe definitivamente al pueblo del gobierno. Si eso ocurriera, en su momento ellos buscarían recuperar de manera directa la conducción del Estado, sin conceder un ápice al disminuido mandatario, a quien pondría de lado sin aspaviento alguno.
La campaña para este efecto, es múltiple. Se esmeran en asegurar, por ejemplo, que la situación del país es «inmejorable» gracias por cierto a la aplicación del «modelo» neo liberal que «no puede ser abandonado». En ese campo, rinden homenaje a Alberto Fujimori, a quien buscan reconocerle «méritos» para devolverlo a la vida ciudadana; y a Alan García, para que la gente le «perdone» sus aviesas tropelías. Al mismo tiempo, «levantan» hasta el paroxismo el supuesto «renacer senderista» para polarizar la sociedad, asegurando que quienes buscan el cambio del «modelo» son extremistas, terroristas o senderistas.
Cecilia Valenzuela, al frente de esa ofensiva, no deja de hablar cada noche, con rabia histérica, del «Marxismo Leninismo» como «responsable directo» de todos los males que agobian a la sociedad peruana. El paso, es claro: mimetizar el terror y el crimen, con la opción socialista, denigrando a las fuerzas y sectores populares que luchan por legítimas banderas.
El tema del MOVADEF y las acciones adjudicadas al «camarada Artemio» les han caído como fabricadas en su beneficio. Y nos han hecho recordar un acontecimiento que, aunque ocurrió hace muchos años, no deja de tener vigencia. En Estados Unidos -y más precisamente en la zona de California- el gobierno norteamericano resolvió como parte de su histérica ola maccarthysta ordenar el arresto de todos los militantes del Partido Comunista de los Estados Unidos que actuaban en una pequeña localidad. Todos -eran 75- fueron arrestados en una «redada» convencional. Pero luego se supo que todos ellos, las 75 personas, resultaron ser agentes de la policía que no se conocían entre si, y que actuaban como activos militantes del PC de los EEUU.
Y es que, como lo recuerda en sus memorias Pablo Neruda, el FBI se había dado el lujo de crear su propio «partido comunista» para hacer acciones, perseguirlos por hacerlas. y atribuirles triunfos sensacionales sobre enemigos inexistentes para asustar incautos y justificar «operativos». Cabría preguntarse, en ese esquema, cuántos de los hoy activos «líderes senderistas» realmente lo son; y cuántos, en realidad, cumplen las mismas funciones que cumplió en su momento el oficial Colina, es decir, actúan como senderistas en el interior de la estructura terrorista, haciendo acciones que fueron luego atribuida a SL No hay que olvidar que dicho oficial fue considerado en su momento «figura emblemática» por los grupos de acción del SIN capitaneados por Martín Rivas y otros.
Para enfrentar con éxito estas acciones simplemente subversivas de la reacción, es imperioso alentar la Vía de las Masas. Y darle a la Marcha del Agua y a la lucha contra la revocatoria de la alcaldesa de Lima el valor de una batalla política en cuyo contexto hay que unir al pueblo, organizarlo, elevar su conciencia y alentar sus luchas.
El que la Marcha del Agua se desenvuelva con normalidad, que gane adhesiones e impacte multitudes; y que encuentre en su camino el odio feroz de la reacción más negra, constituye el dato más certero de su trascendencia.
El país podrá tener un buen año. Y una buena perspectiva en diversas áreas. Los informes oficiales demuestran que En diciembre de 2011 se incrementó la producción de oro en 6.79%, en tanto que la de hierro lo hizo en 24.54%, la de plomo en 6.67%, de cobre en 6.49% y de molibdeno en 3.50%, con relación a idéntico mes de 2010. No es justo que los únicos que se beneficien con ello, sean los grandes empresarios. No se trata de una riqueza que les pertenece a ellos. Le pertenece, en todo caso, al Perú. Y el Perú, está compuesto por millones que hoy piensan, luchan y marchan con el corazón en la mano dispuestos siempre a la batalla.
Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.