Una reciente investigación del Center for Economic and Policy Research de Estados Unidos (Mark Weisbrot y Helene Jorgensen Macroeconomic Policy Advice and the Article IV Consultations: A European Union Case Study), vuelve a demostrar que las políticas que viene imponiendo el Fondo Monetario Internacional a los países europeos se basan en juicios y análisis erróneos […]
Una reciente investigación del Center for Economic and Policy Research de Estados Unidos (Mark Weisbrot y Helene Jorgensen Macroeconomic Policy Advice and the Article IV Consultations: A European Union Case Study), vuelve a demostrar que las políticas que viene imponiendo el Fondo Monetario Internacional a los países europeos se basan en juicios y análisis erróneos y que resultan muy perjudiciales no solo para la inmensa mayoría de la población sino también para la economía en su conjunto, puesto que provocan efectos contrarios a los que dicen perseguir.
Este tipo de conclusiones no son nuevas pero es muy importante tenerlas una vez más en cuenta para denunciar continuamente a los miembros de la Troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el propio FMI) como responsables directos de la nueva fase recesiva en la que han hecho entrar a Europa y, por tanto, de los sufrimientos de una gran parte de su población.
La investigación señala que hay dos grandes patrones de actuación en estas políticas. Uno, la reducción del gasto y el tamaño del sector público, en muchos casos con independencia de que eso sea apropiado, necesario o de si puede provocar una mayor caída de la actividad. El otro, disminuir la protección social a amplios sectores de la población y reducir la participación del trabajo en la renta nacional. El resultado de ambas cosas es la menor capacidad de los gobiernos para promover la actividad y el empleo y, por tanto, el incremento de la pobreza, de la exclusión social y de la desigualdad.
En relación con las propuestas de ese tipo que recomienda el FMI, la investigación subraya que no hay evidencias empíricas que demuestren su conveniencia y eficacia y que, en la mayoría de los casos, se hacen sin tomar en consideración factores que podrían producir otros resultados distintos a los previstos por los informes del Fondo. Así, indica que éste suele proponer en todos los países la subida de la edad de jubilación sin considerar la diferente esperanza de vida en cada uno de ellos. O que hace previsiones alarmistas sobre la evolución de la población jubilada para justificar recortes en las pensiones sin tener en cuenta el incremento en la productividad, que puede permitir (como ha pasado hasta ahora) que menos empleados puedan sostener a mayor población inactiva. Y también muestra lo poco razonable que resulta la constante predilección del FMI por hacer que incremente la oferta de trabajo con independencia de cuál sea la tasa de desempleo o de participación de la población en el mercado laboral que haya en cada país.
El estudio del CEPR subraya que las políticas que el FMI impone a Europa en materia laboral están abrumadoramente orientadas a reducir los salarios, bien directamente, bien por la vía de disminuir el poder de negociación de los trabajadores. Y demuestra que esa estrategia, unida a la consolidación fiscal por la vía de disminuir el gasto público, produce una caída de la actividad y del empleo que tiende a ser tanto mayor cuanto más debilitada esté la demanda, como ahora sucede en la Europa donde se está llevando cabo. Y este efecto procíclico (que básicamente consiste en empeorar las cosas cuando estas ya van mal) se agudiza con el debilitamiento de la protección al desempleo o con el aumento en la edad de jubilación.
El estudio de las propuestas del FMI en diversos países europeos (como la experiencia de otros en años anteriores) permite comprobar que se equivoca continuamente. Para poder justificarlas, recurre a infravalorar los efectos recesivos que tienen las medidas que propone ofreciendo perspectivas de crecimiento muy optimistas, pero que, cuando llega el momento, resultan siempre exageradas y nada acertadas.
En particular, el estudio señala también que es muy significativo que el FMI realice habitualmente propuestas semejantes en diversos países o momentos sin considerar las circunstancias concretas de cada uno de ellos, con un típico planteamiento de pensamiento único, uniforme a pesar de las obvias diferencias que se dan en cada caso.
Tal y como han demostrado otros informes, este del CEPR subraya que las autoridades europeas han adoptado estas políticas a sabiendas de que iban a producir una recaída de la actividad y del desempleo y la pobreza, pero que lo han hecho pensando que solo manteniendo esa presión sobre los gobiernos podrían lograr que éstos realizaran las reformas institucionales que en realidad son las que van buscando: privatizaciones que pongan en manos de los grandes grupos privados el patrimonio público, y reformas laborales que aumenten el poder empresarial, principalmente. Concretamente, señala que el Banco Central Europeo tenía en su mano haber frenado el daño que los mercados estaban produciendo a países como España e Italia, pero que se prefirió no hacerlo para mantener la presión sobre sus gobiernos y así garantizar que siguieran aplicando reformas privatizadoras y nuevos recortes, y aunque eso empeorase la situación de sus economías o aumentara su deuda.
Finalmente, la investigación señala que las medidas que promueve el Fondo en Europa son claramente contradictorias con otros objetivos que habían propuesto alcanzar las propias autoridades europeas. Así, hace ver lo difícil que será alcanzar los resultados previstos en investigación y desarrollo tecnológico o en erradicación de la pobreza e igualdad para 2020 mientras se sigan desarrollando estrategias fiscales tan restrictivas como las impuestas hasta ahora.
En definitiva, tenemos una prueba más de que las políticas que se están aplicando en Europa con la excusa de acabar con la crisis y hacer frente a la deuda son un fraude gigantesco. El informe de Mark Weisbrot y Helene Jorgensen vuelve a demostrar que los análisis del Fondo parten de una visión deformada de la realidad y que sus conclusiones y propuestas carecen de suficiente soporte empírico. Ratifica lo que ya puso de evidencia incluso una evaluación independiente de su conducta a la hora de analizar la llegada de la crisis y sus respuestas (IMF performance in the run-up to the financial and economic crisis: IMF surveillance in 2004-07): los analistas del Fondo sobrevaloran sus prejuicios y se refuerzan unos a otros las ideas preconcebidas, no tienen en cuenta lo que contradice sus puntos de vista y se refugian en un pensamiento de grupo que les impide ver la realidad cuando esta no es la que desean reflejar en sus documentos. Son un caso claro de «captura intelectual» (intellectual capture, dice esta evaluación que acabo de mencionar). Algo que sería impensable que pudiera suceder una vez detrás de otra si no fuera porque se hace al servicio de los poderosos, porque todo ese trabajo falseado es lo que permite justificar como si fueran científicas y favorables para todos las políticas que solo benefician a la minoría privilegiada de nuestras sociedades.
Fuente: http://blogs.publico.es/juantorres/2013/02/01/la-troika-destroza-a-europa/