46 personas mueren, otras 48 declaradas desaparecidas y más de 200 heridas en la ciudad ucraniana de Odesa, como consecuencia de los enfrentamientos entre los prorrusos y los derechistas nazis voluntarios de Kiev, en los que se incendió, intencionadamente, la Casa de los Sindicatos. La Unión Europea no puede permanecer callada y menos ser cómplice […]
46 personas mueren, otras 48 declaradas desaparecidas y más de 200 heridas en la ciudad ucraniana de Odesa, como consecuencia de los enfrentamientos entre los prorrusos y los derechistas nazis voluntarios de Kiev, en los que se incendió, intencionadamente, la Casa de los Sindicatos. La Unión Europea no puede permanecer callada y menos ser cómplice ante esta escalada bélica de violencia extrema, por muchos intereses geoestratégicos que existan.
Las protestas en Ucrania se remontan al pasado mes de noviembre, cuando el gobierno decidió abandonar las negociaciones que se mantenían con la UE para firmar un Acuerdo de Asociación, por entender que no era ventajoso para Ucrania. El 22 de febrero, con una fuerte presión de la calle, el Parlamento destituyó al presidente Yanukóvich, cambió la Constitución y convocó elecciones presidenciales anticipadas para el 25 de mayo; todo un golpe de estado, con apariencia de acuerdos políticos. En algunas zonas del este y sur de Ucrania no reconocieron al autoproclamado gobierno de Kiev y con protestas multitudinarias reivindicaron una Ucrania federal cerca de Rusia -hay convocado un referéndum para el día 11 de mayo-. Desde entonces no han parado las protestas y los enfrentamientos entre los llamados prorrusos y los partidarios de orientación nazi del gobierno de Kiev, entre todos demasiados muertos y heridos.
Rusia insta a tomar decisiones urgentes para poner fin a la situación que se está viviendo en Ucrania, mientras en el sureste del país continúa la escalada de tensión. Todo comenzó con las maniobras de EEUU, buscando convertir a Ucrania en la puerta de entrada para el dominio de Eurasia y establecer un cerco político contra Rusia y la expansión de China. Las potencias claves de la UE, Alemania y Francia -con importantes vínculos económicos y de negocios con Rusia-, no van a aceptar una guerra abierta; todo lo más dejarán que la violencia se estanque en la zona, bien alejada de sus intereses. Por su parte, la mayoría de los ucranianos orientales no quieren tanto ser anexionados por la Federación Rusa, sino formar provincias autónomas fuertes, libres de la interferencia de Kiev, en el marco de una Ucrania federal.
El presidente Putin, que ha dado el visto bueno de Rusia a las próximas elecciones presidenciales al asegurar que son «un paso en la buena dirección», ha pedido el aplazamiento del referéndum por la independencia, convocado por los prorrusos en las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk. Igualmente ha conminado a Kiev a suspender la ofensiva militar de castigo contra los bastiones prorrusos del sureste, aduciendo que esa operación únicamente agudizará las divisiones en la sociedad ucraniana. El ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, recordaba al jefe del Pentágono, Chuck Hagel, que Rusia no va a invadir nada, a menos que Kiev utilice sus fuerzas armadas contra civiles desarmados. Todo parece indicar que la OTAN, fuerza militar al servicio de EEUU, amenazando con un despliegue permanente de tropas en la zona, y está fabricando nuevos enemigos tras la creación de un Estado fallido en Libia y el fiasco de Afganistán, entre otras actuaciones.
Sobre la masacre en Odesa, el gobierno de Kiev insiste en la versión según la cual, los manifestantes que se encontraban dentro de la Casa de los Sindicatos prendieron fuego al edificio, aunque no da explicaciones claras sobre el hecho de que algunos de los muertos en el incendio presentaran heridas de bala. La versión de Kiev contradice los múltiples videos y fotos de la tragedia, donde se puede ver cómo los radicales lanzan cócteles molotov contra el edificio.
Nuevas hipótesis, sin estar probadas, apuntan a que todo fue planificado y mucho más brutal de lo que los medios nos cuentan. Grupos nazis, portando la cinta de San Jorge (distintivo antifascista) y brazalete rojo, se infiltraron entre quienes se encontraban en la Casa de los Sindicatos. Un diputado ucraniano ha denunciado que en la masacre también participaron militares de unidades especiales camuflados. Los antifascistas que pretendían encerrarse y hacerse fuertes se encontraron cautivos de los nazis en el interior del edificio, donde comenzó la matanza con total impunidad y sin testigos. A muchos les rociaron la cabeza con líquido inflamable y les prendieron fuego, estando vivos. Otros fueron ejecutados con armas de fuego. Cuentan algunos testigos que consiguieron sobrevivir, que la policía hizo desaparecer muchos cadáveres en los días en los que el edificio estuvo clausurado, de ahí que aparezcan 48 «desaparecidos».
La investigación de la tragedia deja muchas preguntas sin respuesta. Los observadores de la OSCE que han examinado el edificio incendiado han llegado a la conclusión de que el fuego se extendió por los pasillos del primer y del segundo piso. Además señalan que de las 46 víctimas, cinco presentaban heridas de bala. Por su parte, el fiscal general interino de Ucrania, Oleg Majnítski, manifiesta que según la investigación en marcha «fue una acción planeada, coordinada, en la que participaron incluso los representantes del poder», y la policía también podría estar involucrada.
La «hoja de ruta» presentada por el presidente de la OSCE, orientada a estabilizar la situación en Ucrania, contempla el alto el fuego, la desescalada de las tensiones, el diálogo nacional y la celebración de elecciones en el país. Medios occidentales acusan a Rusia del conflicto en Ucrania, cuando los responsables son los que dieron el golpe de estado en febrero, con el apoyo de EEUU y la UE, y que no desarman a los grupos de extrema derecha implicados.
El canciller ruso, Serguéi Lavrov, ha declarado que durante mucho tiempo Europa hizo caso omiso al renacimiento del fascismo y que lo que ocurre ahora es una manifestación real de esa ideología «cuyo carácter criminal fue reconocido durante los Procesos de Núremberg». No permitiremos que «se barran bajo la alfombra» los hechos ocurridos en Odesa, como trata de hacer la coalición gobernante, cerrando la investigación». Decía en Twitter Pedro de Alzaga: «Que un ministro de Putin tenga que explicarnos que lo de Odesa es fascismo puro dice mucho del nivel europeo actual».
Y así es; lo que está pasando en Ucrania y ahora en Odesa es puro fascismo y Europa no puede cerrar los ojos y mucho menos ser cómplice colaborador ante la escalada bélica de violencia extrema y la proliferación de esta ideología criminal, por muchos intereses geoestratégicos que existan, por decencia y dignidad.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/tribuna/fascismo-en-ucrania/5783