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Perú

A propósito de la izquierda democrática

Fuentes: Rebelión

«Dicen que el mar es violeta, dicen que la Tierra es plana, que cayó nieve en La Habana, que existe sólo un planeta. Que Homero no fue poeta, que Goya se cortó un pie, que nunca existió Fouché, que Aquiles murió del codo: Las Fake News lo cambian todo. Y hay gente que se lo […]

«Dicen que el mar es violeta, dicen que la Tierra es plana, que cayó nieve en La Habana, que existe sólo un planeta. Que Homero no fue poeta, que Goya se cortó un pie, que nunca existió Fouché, que Aquiles murió del codo: Las Fake News lo cambian todo. Y hay gente que se lo cree.»

Yoerky Sánchez

 

La expresión «Fake News» representa un contrasentido. Se trata de «noticias falsas». En otras palabras, noticias inventadas. Y es un contra sentido porque la noticia, es la versión de un hecho. Y un hecho puede ser bueno o malo, pero no falso. Si fuera falso, no sería un hecho, sino un invento. Por eso se dice que las Fake New son «noticias inventadas». Y como afirma Yoeky Sánchez: hay gente que lo cree. Creen lo que les dice la «Prensa Grande» y lo que les vienen repitiendo los poderosos desde hace muchos años. Por eso, sustentan hoy la idea de una imaginaria «nueva» izquierda», expresión bastante antigua, por cierto. 

La Izquierda -como reflejo del sentimiento y la voluntad popular más positiva y progresista- no pertenece ni al futuro, ni al pasado. Tiene pasado, y también futuro, por cierto. Pero no es lo mismo. Y es que tanto en el pasado como en el futuro, alimenta sus acciones con aciertos y errores, con aventuras y desventuras, con avances y retrocesos. Pero camina como el viejo topo de la historia, ese al que aludía Carlos Marx, aún bajo la tierra.

Un artículo de Rocío Silva Santisteban y entregado recientemente por «La República», sustenta el punto de vista de lo que se proclama entusiastamente como la «futura izquierda democrática del Perú». Vale formularle algunas acotaciones.

La primera, tiene que ver con el estilo ligero del que hace gala no en la forma, sino en la esencia. Sostiene, en efecto, que la izquierda peruana «le debe mucho mas a Arguedas que a Stalin». Es claro que eso, nadie podría negarla, Pero carece de esencia y es sólo una concesión a la frase. Y es que entre Arguedas y Stalin, no hay punto de comparación, como no podría haberla entre Einstein y Cesar Vallejo, o entre Madame Curie y María Elena Moyano. Se trata de personalidades distintas, surgidas en escenarios diferentes, y portadoras de mensajes y lecciones que podrían tener una base común -humana y social- pero contenidos disímiles. Por eso no pueden ser situados en el nivel de la contradicción procurando que unos sean «arguedianos»; y otros, «estalinistas». No tiene sentido igualar, ni contraponer, a unos con otros.

Dice Rocío que la izquierda peruana -la que considera extinta- no se condice «con la heterogénea realidad de nuestra izquierda múltiple». Aquí tampoco cabe una comparación. Y es que el universo político -en el que coexisten diversas expresiones de derecha o izquierda- siempre fue, y será heterogéneo y múltiple. Y ese rasgo no le confiere primacía, ni inferioridad, a nadie. Es sólo un signo vital que muestra la lucha de ideas, y la voluntad de los hombres por encontrar explicación a sus retos.

Lo que no resulta válido es aquello de descalificar a las personas en función de los años que tienen y considerar «gerontosaurios» a quienes tienen ideas que se juzgan «antiguas» -como la lucha de clases, por ejemplo- Pero hay que deslindar. Unos son los exponentes de esa Izquierda que se considera «obsoleta»; y otros, los representantes de la «estela mortal senderista». El «senderismo» -es decir, el terrorismo- no es una ideología, sino una metodología, una voluntad distorsionada, perversa y destructora, incompatible con cualquier concepción que busca la liberación humana. El enemigo procura mimetizar a unos con otros, pero ésa, es tarea del enemigo. No de una «izquierda renovada».

Subsiste, no obstante, la confusión en algunas gentes. Y por eso se habla -muy a la ligera- de una «izquierda racista, machista y extrativista» para contraponerla a otra que -imaginamos- no adolece de tales «pecados». Se trata simplemente de agravios. Porque una Izquierda Revolucionaria no puede ser -no fue nunca- racista, machista o extractivista. Esos son rasgos de un comportamiento poco desarrollado, y asomaron en la historia humana en diversas etapas y en distintos segmentos. No expresan una voluntad de «izquierda» en ningún caso. Las pruebas, sobran desde Espartaco hasta nuestros días, pasando por las vivencias heroicas de cada uno de los pueblos. En ellos, hombres y mujeres de todos los colores y razas, combatieron por la libertad y contra la opresión. Y si hay que «deslindar responsabilidades» podría revisarse la historia, cuando no los textos de Marx o de Lenin para encontrar expresiones de «racismo» o «machismo».

Un vieja estratagema del debate político consiste en «contraponer» a representantes de una lucha con los exponentes de otras. Suele hacerse exaltando a unos y denigrando a otros. Así, se idealiza a Hugo Blanco afirmando que hoy «lucha por la humanidad» -lo que implicaría una «evolución» en sus ideas porque antes «luchaba por los campesinos»– Y éste es otro artificio.

Los comunistas, por ejemplo, luchamos contra el fascismo en sus expresiones más perversas ¿no fue esa una lucha en defensa de la humanidad? La Unión Soviética ¿no salvó al mundo de la barbarie hitleriana? En el Perú, combatimos dictaduras oprobiosas ¿No defendimos a los peruanos?. ¿O es que ahora, en nombre de la «modernidad» se quiere decir que al fascismo lo derrotaron los yanquis y a las dictaduras, simplemente «los demócratas»?

Esa «Izquierda democrática» proclama su intención de «diferenciarse» de «la otra» porque se dice «indigenista», «feminista» y «ecologista». Cabe preguntarse ¿alguien les confirió ese «don» en privilegio? ¿A santo de qué se supone que a la Izquierda Marxista y Leninista no le importan las poblaciones originarias, ni las mujeres, ni la bio diversidad? ¿En qué se basa tamaño despropósito?

Toda esta «teoría» tiene otro propósito: Tomar «distancia» del Proceso Emancipador Latinoamericano, agredido por el Imperio. Como no hay razón teórica para la opción, se usan los argumentos de la reacción: «dictaduras que reprimen y asesinan a los que se movilizan en las calles» ¿En qué basan esos infundios? En los «Fake News» que inventa el enemigo y con los que justifica su política genocida. Y esos, los paga USAID, y se difunden a través de ONGs, jugosamente financiadas.

Hoy lo que está en juego es la Paz, y no Maduro. La amenaza contra el mundo, proviene de la guerra, que es el arma del Imperio, y no del pueblo de Venezuela. ¿Es difícil entenderlo? Si les resulta difícil en el plano del análisis teórico, lo habrán de comprender cuando vean las ciudades arrasadas y los países destruidos, cuando el llanto de los niños los despierte de sus ilusiones y entiendan, finalmente que, para los pueblos, no hay alternativa. O luchan contra la opresión del Imperio, o perecen. El resto, es literatura. En cuanto al papel de la violencia, la historia lo dirá ¿Quién la emplea, y para qué?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.