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Ese ritual de actualidad en el medio televisivo, dedicado a herir la sensibilidad del espectador con imágenes desagradables utilizadas con ocasión de la pandemia, pudiera entenderse como la continuación de la práctica habitual de rendir culto a escenarios sanguinarios, centrados en proyecciones de tiroteos, crímenes, degüellos y asuntos de calado mayor, con la pretensión de ganarse a cierto tipo de audiencia.
Frecuentemente el accionista minoritario suena a capitalista, cuando resulta que generalmente suele ser ajeno al proceso productivo empresarial, permanece inoperante y solo aspira a percibir el dividendo que corresponde a su inversión.
Lo de las elecciones americanas ha sentado muy bien al auditorio económico, porque resulta que se ha creído la consigna de los grandes tenedores del dinero prometiendo que, con pandemia y todo, la actividad económica se recuperará. De manera que, pese a su elevado grado de ilustración y disponer de lo que se ha venido llamando información valiosa, se han situado al mismo nivel que buena parte de esa masa de votantes que, siendo objeto de la manipulación digital que domina las llamadas redes sociales, se han entregado sin más a las creencias.
Nunca se ha hablado tanto de libertad como ahora, pero resulta que solo está presente en el papel donde se recoge oficialmente la actividad legislativa, en las publicaciones y poco más.
Un ejemplo de que el capitalismo no se casa con nadie y le sirve cualquier circunstancia que pueda ser útil para los intereses del mercado han sido las elecciones americanas de 2020.